lunes, 2 de agosto de 2010

Columnas


Entre la verdad y la ficción

ACAPULCO, UN MAL GOBIERNO

«Es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado». -Voltaire-

A mi juicio, el mejor gobierno es el que deja a la gente más tiempo en paz. Acapulco dejó de ser la perla de la corona turísticamente después de la muerte del ex presidente Miguel Alemán Valdéz. Creador de este puerto que abrigó al mejor paseante de la época, así como artistas, cinematografía, moda y demás espectáculos que pudieran darse en este sitio suriano. ¡Idos viejos tiempos!
«Mister amigo», muere en 1983 y de allí la debacle del puerto. Nada de la aplicación de los dineros para la infraestructura urbanística de la ciudad; poca afluencia de turismo extranjero y escasa la participación política para darle a la ciudad el mismo nivel de turismo que tuvo con el cachorro de la Revolución».
Muere Miguel Alemán y al otro día Acapulco.
Durante el gobierno del malogrado José Fco. Ruiz Massieu, tuvo un rotundo fracaso al vender a japoneses terrenos paradisíacos punta Diamante -por cierto, es un sitio de importancia arqueológica- y el parque Papagayo, -donde se consumó uno de los más abominables ecocidios- lo que causó la estrepitosa caída del puerto, ante los ojos de los inversionistas nacionales y principalmente extranjeros.
Uno de los principales problemas del puerto ha sido el drenaje. Obra que solo es remediada con «tubos» de ínfimos diámetros; cuando su arquitectura demanda drenaje profundo y de grandes proporciones perimetrales, para desalojar las anegadas y encharcadas calles, cuando cualquier chubasco se cierne sobre la ciudad. Es por ello que se anegan e inundan no tan solo las avenidas, sino los hogares de los acapulqueños. Pero como, para los políticos cínicos estas obra no es «apreciada visualmente» por el electorado. Pues poco caso se hace. ¿Y el dinero de ello? ¡Pues por supuesto que va a dar a otra «anegada y saturada» cuenta bancaria! Los políticos son siempre lo mismo. Prometen construir un puente aunque no haya río.
Y vale esto: El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones.
Una sola cosa nos explica bien la historia y es en qué consisten los malos gobiernos. Desde 1983 hasta la fecha actual, Acapulco no ha recibido la atención que como destino de playa requiere. Los mismos hoteles sin la cirugía estética que debe tener de renovación cada determinado tiempo; con el servicio pésimo de ladrones de sus empleados tanto administrativos como sindicales -que son la roña y el quiste del turismo-, eso es lo que a traído como consecuencia que se haya desmantelado a la ciudad histórica de Acapulco.
Sus calles y avenidas en venta al mejor postor del comercio ambulante, que pone en riesgo la vida de los paseantes tanto visitantes como residentes. Lideres eternos que saturan los bolsillos de los funcionarios gubernamentales y que dejan estas aceras entre la basura y el desperdicio estomacal. Ese es el ¡Acapulco que queremos y deseamos! El del choro, el discurso fácil y perorata sentimental, de gobernantes patrañeros, charlatanes y mentirosos que hacen obras como si el dinero fuera de ellos. Por ello en materia de gobierno todo cambio es sospechoso, aunque sea para mejorar. Pero aquí no se ha dado.
La monarquía francesa cayó, por la petulancia de sus gobernantes. La exigencia es violenta y dramática. Es por ello que el pueblo solo reacciona ante la abulia de un gobierno soporífero, faramallero y perezoso, con ese brío que te da la libertad de exigir lo que es tuyo. Porque gobiernan con dinero ajeno.
*Librepensador sin.marca@gmail.com

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