viernes, 17 de septiembre de 2010

Cultura/social

Independencia de México
Apolinar Castrejón Marino

La independencia de México es el acontecimiento más significativo de nuestra historia patria. Se trata de una guerra violenta que duró 11 años, del 16 de septiembre de 1810, al 27 de septiembre de 1821, en los cuales destacaron infinidad de hechos heroicos y grandes sacrificios. Y será especialmente conmemorada por las más altas autoridades, en vista de cumplirse 200 años de iniciada la lucha por la libertad.
Esta guerra terminó el dominio y la opresión que España ejercía sobre nuestra nación, y permitió la construcción de nuestra identidad nacional bajo el imperio de la ley, el orden y la hermandad. Hidalgo, Morelos, Quintana Roo y Guerrero son los 4 estados que ostentan nombres de héroes, para honrar su memoria.

«El grito» de dolores.
Don Miguel Hidalgo y Costilla es el más conocido héroe de la Independencia Nacional ¿Por qué? Porque la madrugada del 16 de septiembre de 1810 inició la guerra para liberar a nuestros compatriotas de las humillaciones y la explotación que ya duraba 300 años. Era cura de la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores desde el año 1803 en un pueblecito del Estado de Guanajuato, que se llamaba precisamente Dolores. En compañía de sus amigos, planeó la rebelión en contra de los españoles, pero pronto fueron descubiertos, por lo cual tuvieron que actuar apresuradamente. Hidalgo mandó tocar las campanas de la iglesia para reunir a los lugareños y decirles que él iba a encabezar la lucha por la libertad. 80 hombres estuvieron de acuerdo en seguirlo a la lucha.
Como todo se ve mejor con el estómago lleno, almorzaron y tomaron chocolate y luego de hacer algunos preparativos, salieron en plan de guerra. Conforme avanzaban por los campos, otros campesinos se les iban uniendo. Desde luego no podía llamarse ejército a un gentío que caminaba desordenadamente, y cuyas armas eran machetes, hondas y palos puntiagudos. Así lo consigna Armando Fuentes Aguirre, en su libro La otra historia de México, publicado por la Editorial Diana en el 2008.
Primeras batallas.
Pero lo que les faltaba de armamento, les sobraba de odio y rencor en contra de las autoridades. Además Hidalgo les había prometido el pago de 1 peso a los que llevaran caballo y medio peso a los que fueran a pie. Al día siguiente llegaron a Atotonilco, y como era su costumbre, Hidalgo se dirigió a la iglesia. Entonces se le ocurrió la idea de tomar un estandarte de la Virgen de Guadalupe para usarlo como bandera de guerra.
Siguieron a San Miguel El Grande, donde las familias españolas ya se habían refugiado en sus casas y cerrado sus tiendas. En el centro de la población se encontraba el cuartel del Regimiento de la Reina, quienes al ver el gentío agresivo se parapetaron en el fortín y las casas vecinas. El miedo los traicionó y precipitadamente hicieron disparos a la multitud de indios, antes de que estuvieran al alcance de las balas, y nadie resultó herido. Los que venían más atrás se dispersaron por la población a destruir los puestos del mercado, a forzar las puertas de las tiendas y a robar comestibles y bebestibles. Luego se dirigieron a la cárcel y liberaron a los presos. Encontraron varios rifles y municiones, y con ellos empezaron a armarse.
Resistencia En Celaya.
Luego de conquistar San Miguel, Hidalgo con sus tropas se dirigieron a la Ciudad de Celaya, en donde las gentes más importantes y la población se rindieron sin oponer resistencia. El 23 de septiembre llegó a la Ciudad de Guanajuato, encontrándose que en las entradas principales habían cavado grandes pozos y trincheras para impedirles el paso. Las familias más ricas se habían encerrado con 370 soldados en el edificio más grande y sólido llamado La Alhóndiga. Ahí se habían llevado sus joyas, barras de oro y plata, y dinero en efectivo. También se habían aprovisionado de armas y pólvora, alimentos y agua.
Hidalgo mandó rellenar los pozos y zanjas y al día siguiente ya podían pasar y se apostaron frente a La Alhóndiga. Hidalgo envió un Mensaje a Juan Antonio Riaño, comandante de las tropas defensoras, y como no aceptó rendirse se inició la batalla: desde la alhóndiga salían disparos, bombas y balas de cañón, que los insurgentes contestaban con disparos de rifle y piedras lanzadas con hondas. Así fue el primer día de guerra y los 3 siguientes. La Alhóndiga parecía resistir todo.
La alhóndiga.
A las tropas de Hidalgo se habían sumado muchos mineros guanajuatenses, hombres fuertes y valientes. El día 28 de septiembre, cuando vieron que la única entrada era en enorme portón de madera reforzado con hierro, un minero llamado Juan José Martínez a quien apodaban «El Pípila» se ofreció para quemar la puerta. Pidió ayuda para que le ataran una losa de granito en la espalda que lo protegiera de las balas, y luego avanzó agachado hacia la puerta de la fortaleza llevando en la mano una antorcha encendida. La estrategia fue buena y pudo llegar hasta la puerta para prenderle fuego. Así pudieron entrar a la alhóndiga, en donde hicieron una espantosa carnicería para desquitar su coraje contra los españoles a quienes llamaban «gachupines».
Con un ejército cada vez más numeroso y mejor armado, Hidalgo avanzó hacia la Ciudad de Valladolid, donde llegaron el 17 de octubre. La ciudad se rindió para impedir la destrucción y muerte como pasó en Celaya. Después de este triunfo, Hidalgo decidió avanzar hacia la Ciudad de México, y pronto llegó a Toluca, en donde recibió el aviso de que más adelante lo esperaba el ejército realista al mando del español Torcuato Trujillo con una fuerza de 2 mil soldados, enviados especialmente por el Virrey Venegas. Pero Hidalgo llevaba ya 80 mil seguidores.
Mucha sangre derramada.
El 30 de octubre ambos enemigos se enfrentaron en un lugar llamado Cerro de las Cruces. La batalla fue terrible, tuvieron más de mil muertos y 3 mil heridos, pero Hidalgo con sus generales Allende, Aldama, Abasolo y Jiménez, lograron derrotar al ejército realista. Aunque su tropa estaba cansada y hambrienta, Hidalgo decidió dirigirse a la Ciudad de México. Llegaron hasta el bosque de Chapultepec y ordenó descansar a su tropa, mientras el enviaba un mensaje al Virrey para que se rindiera. Con la soberbia que caracterizaba a los españoles, un cabo de guardia los detuvo, diciéndoles que su Excelencia no los recibiría y que si tenían un recado se lo dieran en el acto. Hidalgo le entregó el recado, pero a las 3 horas, el Virrey envió como respuesta una sarta de insultos y ofensas a los insurgentes. Entonces, para sorpresa de sus generales y su ejército, Hidalgo decidió abandonar la Ciudad de México sin protestar y sin pelear.
Ordenó marchar hacia Querétaro, pero ahí lo esperaban los ejércitos del Rey al mando de Don Félix María Calleja y Don Manuel Flon. En un lugar llamado Arrollo Zarco pusieron una trampa a los rebeldes y más adelante. Los 40 mil hombres de Hidalgo avanzaban sin percatarse de la amenaza, y cuando entraron al arrollo, de repente los soldados los atacaron con metralla y balas de cañón causándoles infinidad de muertos. Cundió la desbandada y don Miguel Hidalgo también tuvo que huir por su vida.
La derrota de Hidalgo.
La mañana del 17 de enero de 1811 en el valle y las colinas del Puente de Calderón, cerca de Guadalajara. Se encontraron cien mil insurgentes al mando de Hidalgo contra siete mil realistas al mando de Félix María Calleja. Vino el primer ataque y los insurgentes impusieron su enorme superioridad numérica, la victoria parecía segura. Mataron a muchos realistas y a punto de iniciarse la desbandada, sucedió lo inesperado. Una granada disparada, no se sabe si por los realistas o por los mal apuntados cañones de Hidalgo, cayó sobre un carro lleno de pólvora que los insurgentes tenían imprudentemente en medio de sus filas.
El tremendo estallido llenó de espanto a las filas de Hidalgo, y cuando se incendiaron los matorrales y el campo se llenó de humo, se dispersaron presas de pánico. Aprovechando el desconcierto de los rebeldes, Calleja ordenó a sus artilleros avanzar hasta poner sus cañones a tiro de pistola. Así a bocajarro, la metralla hizo una espantosa carnicería en las filas insurgentes. El sanguinario Flon, Conde de la Cadena, engolosinado cometió el error de perseguir a los rebeldes alejándose de sus soldados. De repente, se vio rodeado de indios, que con sus lanzas lo tumbaron de su caballo y le dieron espantosa muerte. El clarín de órdenes tocar «a degüello», y la caballería se lanzó contra los que huían, dejando el campo lleno de cadáveres.
Caída y muerte.
Lamentando esta gran derrota, Hidalgo con sus soldados salieron rumbo al norte, para refugiarse y conseguir ayuda. El 26 de enero de 1811, llegaron a San José de Gracia, que era la tierra de su asistente Simón de Lara. Comieron y descansaron, y luego los jefes de la insurgencia, discutieron fuertemente. Todos culpaban a Hidalgo del desastre, y lo hicieron responsable del estado en que se encontraban, obligados a huir como bandidos. Hidalgo se molestó y les contestó airadamente. Entonces lo amenazaron con que lo matarían, y le exigieron que entregara de inmediato el mando a Ignacio Allende.
Con su tropa desmoralizada y sus generales disgustados, tuvieron muchas derrotas, hasta que el 21 de marzo de 1811 fue apresado en Acatita de Baján. Fue juzgado y degradado, y 30 de julio de 1811 murió fusilado en el patio trasero del Real Hospital de Chihuahua. A Calleja el vencedor, el Virrey le impuso una medalla que tenía grabados un perro y un león, símbolos de la fidelidad y del valor. A su regreso a España, el Rey Fernando VII le dio el título de Conde de Calderón.

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