jueves, 20 de octubre de 2011

COLUMNA

Cosmos


Héctor Contreras Organista

No bien acabamos de digerir el dolor que nos causa la partida de este mundo de un excelente amigo como fue Florencio Peralta Marroquín, cuando ya tenemos otra lamentable noticia encima, el fallecimiento de don René Valencia Feria, quien fue un singular impulsor del cine en Chilpancingo. Por espacio de veinticinco años, de 1963 a 1988, administró el cine «Guerrero», diríamos que en la etapa de oro de los cinematógrafos en la capital guerrerense.
Falleció ayer. La noticia la dio a conocer, como siempre, de manera muy oportuna, nuestro diario LA CRONICA/Vespertino de Chilpancingo en una muy documentada nota informativa del excelente compañero periodista don Antonio Cantú Rendón.
Si nos referimos con tanto aprecio a un hombre como don René Valencia Feria es porque tenía un don de gentes innegable. El edificio del cine «Guerrero» era prácticamente un «monstruo» con dos salas (luneta y gayola o gradas), aunque después fueron tres, y además muchos locales comerciales y departamentos. Por ejemplo, donde ahora está un banco, en la esquina que forman las calles de Ignacio Ramírez y Bravo, estuvo una agencia de automóviles, y de 1966 a 1970 la marisquería «El Barco», propiedad de don Bonifacio Tejeda Molina y su esposa, doña Reyna Hernández Carbajal, que después ocuparon un local del mismo edificio sobre la calle Juan Ruiz de Alarcón.
Otros locales que muchos paisanos habrán de recordar son Casa Osorio, del muy querido, respetable y siempre bien recordado don Juanito Osorio Refino, sobre la calle Morelos. En la parte alta, sobre la misma calle, Miguel Ángel Alfonso rentó para hacer funcionar estudios de grabación y oficinas de «Promociones y Publicidad». De 1983 en adelante las oficinas de la Delegación 17 del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa funcionaron en tres accesorias de ese edificio. Por cierto, fue la base para que ahí, don Alejandro Cervantes Delgado nos concediera la petición de levantarse en ese espacio La Plaza Libertad de Expresión, con un busto dedicado al insigne periodista don Humberto Ochoa Campos.
Don René ya traía experiencia en el área cinematográfica porque había trabajado con mucho éxito en la compañía Películas Nacionales, como interventor. Arribó a Chilpancingo en 1963, cuatro años después de que el complejo comercial fue inaugurado por el gobernador Raúl Caballero Aburto, invitado por don José A. Quiroga del Val, quien fue propietario de la empresa.
A diferencia de la amplitud y comodidad de los locales, las oficinas de la gerencia donde trabajó eran reducidas y se localizaban en la parte derecha de la entrada del cine, bien disimuladas en su exterior por una malla donde se colocaban los anuncios de las películas, y en el interior por una puerta de la misma hechura acanalada y pintada en color naranja de las paredes del cine.
Eran pocos los trabajadores del cine «Guerrero». Don Agripino Telumbre, quien en el día laboraba como jefe de intendencia en el Palacio de Gobierno, por las tardes era el responsable de recibir los boletos en la entrada del cine. Uno de sus clientes era el gobernador Raymundo Abarca Alarcón quien iba solo a las funciones: ¿Me da permiso, señor Telumbre? Pase usted, señor gobernador, era el diálogo. Su hermano, don Sabás, era quien a bordo de un jeep hacía el perifoneo recorriendo las calles de la ciudad. Ahí nosotros hicimos parte de nuestro pininos, «ayudando» a don Sabás Telumbre en el micrófono, en aquellos largos recorridos por las calles de Chilpancingo.
Fue prácticamente un cine que cuidó mucho la programación. Don René se esmeró en limpieza y seguridad de sus locales. El cine se inauguró en el año 59 del siglo pasado exhibiendo dos cintas: «Pulgarcito» y «El Monstruo», pero sin duda que su auge fue por las funciones sabatinas: ¡Tres películas por un peso (en gayola) y dos pesos en luneta! Eran funciones populares, las dos salas se llenaban. El rehilete eran tres cintas nacionales, ya fueran de «caballitos», de lucha libre con El Santo a la cabeza y otros «lagrimones» como «Nosotros los pobres», «Ustedes los ricos» y otras muchas de Pedro Infante.
Frente al cine se colocaba gran cantidad de puestos con señoras que vendían tortas de huevo, chorizo, queso, sardina y papa y órdenes de tacos tiesos, semillitas tostadas, enchiladas y agua fresca. La mayoría de cinéfilos que acudían a las funciones con boleto para las gradas, a la función que se conocía como «a la de a peso», ahí se surtían de alimento, mientras que a la entra de luneta había un expendio regenteado por la empresa pero que no vendía tanto como en los puestecitos que se colocaban frente a la entrada del cine.
La famosa «Caravana de Estrellas Mundiales», que regenteaba el popular señor Vallejo, vino algunas veces a presentar su espectáculo. Ahí cantaron José Alfredo Jiménez, César Costa, Irma Serrano y también participaron muchos tríos y cómicos, entre ellos Manuel El Loco Valdés. En el cine Guerrero se presentó una obra de Rius, el caricaturista.
Llegó la decadencia del cine en todos lados por la aparición de las videocaseteras. Sin embargo, don René Valencia Feria, hombre visionario y entusiasta, no se amilanó. Buscó y encontró la forma de seguir siendo un hombre de éxito. Comenzó a organizar baile-Posadas en Navidad, contrató el Salón Villa Huacapa, si mal no recordamos y antes el Palacio de Gobierno. Fue quien trajo a Chilpancingo muchas veces a Juan Torres y su órgano melódico.
Más adelante, conocedor experimentado de los cines, fue llamado para iniciar una empresa: Valcas, para administrar el cinema «Jacarandas». En alguna administración de gobierno fue llamado como funcionario, y se mostraba contento por ello. Salió y siguió en el negocio de la renta de accesorios para fiestas y la organización de bailes. Los años y las enfermedades hicieron acto de presencia (se habla de que tuvo dos infartos). Poco a poco fueron minando su salud.
La vida es dura, y no siempre quien da amistad en abundancia como él lo hizo, es correspondido. Nos consta que ayudó aconsejando a algunos comerciantes que acudían a él pidiendo orientación. Jamás se los negó. Pero en años recientes, cuando él pudo haber recibido apoyo de ellos, le dieron la espalda. Lo dejaron solo.
René Valencia Feria fue un hombre triunfador. Y tan es así que en semanas recientes recibió, imaginamos que de parte de algún funcionario del gobierno del estado, un llamado para ocupar un cargo modesto, en La Avispa. Esa avispa que clavó su aguijón mortífero para acabar con su existencia.
Lagrimas, sí; dolor, inmenso. Pero de un hombre como René Valencia Feria hay mucho que beber de su sabiduría y de su ejemplo.
En paz descanse mi gran amigo, Don René Valencia Feria.

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