jueves, 20 de octubre de 2011

COLUMNA

La Jaula de Dios

Jesús Pintor Alegre

El caso de los maestro de Acapulco, es un atole que se le está haciendo engrudo al gobierno del estado, se han sembrado enconos, sinsabores, disgustos internos, incomodidades, y una serie de ideas bullen de las mentes de los profesores, a pesar de haberse anunciado, otra vez, el retorno definitivo a clases, para este lunes próximo.
No se pueden olvidar las posturas de ambos bandos, por un lado el diálogo convocado por el cuerpo oficial, y por el otro, los macanazos de la policía oficial, para un desalojo oficial, con verborrea oficial, en este sistema oficialmente binario. Parece todo conjugarse en una torre de Babel, donde todos hablan un idioma diferente y se hacen como que la virgen les habla cuando les conviene.
En esta etapa desafortunada, donde hay miles de educandos sin recibir clases, en un estado rezagado extensamente en este rubro, nada se ha aclarado, y la última palabra aún no se ha dicho. El gobierno ha anunciado por un lado, un gran dispositivo de seguridad, con todo el recurso material y humano que le es posible, y que no obstante, siguen sin impactar en la confianza de los mentores.
Hay algo claro en este momento de los tres tristes tigres: la desconfianza es mutua. Los maestros pueden tener razón, porque en verdad, como diría la conseja popular: «el miedo no anda en burro», pero también es cierto que carga como lastre, una fama negativa, con distintivos que hablan de un profesor pachorrudo, grillo, comodino, y exigente de derechos que rebasan los límites.
Profesionales que han dejado en la lona los 200 días laborables, y su apostolado; un acto que los hace seres ínclitos en todo el retrato leal y directo que se han ganado: un trabajador que ha dejado de pasar corriente. Y bueno, pues por el otro, un gobierno que se ha distinguido por dar palos de ciego y de funcionar de manera simulada.
Allí los casos claros, como el del todavía secretario de Desarrollo Social, David Jiménez Rumbo, quien ha querido ver su integración al gabinete de Aguirre Rivero, como su oportunidad para fortalecer sus actos grilleriles, porro de esencia como es, que cortó la senaduría para irse a Sedeso y ahora, quiere la alcaldía de Acapulco, como si entendiera que el poder público se hizo exclusivamente para gente como él.
Esta misma imagen arrastran varios políticos, y es de la que se cuelgan varios actores del estado, de allí que los maestros se enreden en sus miedos, que no es gratuito por un lado, pero en verdad, pues en esta estado todos, absolutamente todos, estamos en clara indefensión, vulnerables a los caprichos de un grupo que hace de las suyas ante la complacencia o tibieza, del grupo gobernante.
La marcha de los maestros en Acapulco y el apoyo de los de Chilpancingo como las plazas más fuertes, además de que el puerto es el centro álgido o la zona cero, las asperezas aún no han sido borradas, que sigue doliendo la herida del temor, que el miedo dejó de ser un sentimiento para convertirse en una segunda piel, y que todos los padecemos, incluidos secretarios de despacho, diputados, alcaldes, los inútiles regidores, y demás funcionarios.
No se puede olvidar claro, pero bajo ningún motivo, las palabras del ex rector de la Universidad Autónoma de Guerrero y actual diputado presidente de la comisión parlamentaria de Educación, Florentino Cruz Ramírez, quien dijo que en esta entidad, nadie está seguro, ni siquiera el político que cuenta con todos los guaruras del mundo, entre shaolines, boinas verdes y rambos, Ángel Aguirre Rivero.
Que todos, en algún momento podemos sufrir un atentado, o un pariente cercano, y que por eso, debemos de armarnos de valor para salir a las calles y no dejar que nos arredren los de la delincuencia organizada, al menos esa fue la invitación de Florentino Cruz, pues el miedo, se insiste, es una segunda piel, expuesta a todo.
El estado luego de todas las valentonadas en el caso de los maestros de Acapulco, que por ahora es un tema que cala, ha decidido, por lo menos de palabra, no hacer descuentos, ni mandar a aprehender a nadie, y sobre todo, garantizar la seguridad de los profesores, quizá debe creérseles, quizá no, o quizá quién sabe, en este juego de la paradoja, los entremeses de la duda, y el dolor del desconocimiento.
El atole se está haciendo engrudo, sin duda, es un capítulo, este, el de los maestros, que nos dice que falta más por escenificar, que nada está dicho de manera final, y que todo debe seguir el rumbo de la confusión, al menos, en este tramo accidentado. Y que podría ¿por qué no?, ser ejemplo para movimientos similares de otros sectores.
Muchos se han colgado de esta situación, entre luchadores sociales y arribistas, gente que sabe que haciendo ruido es la única manera de que les hagan caso, pues ya se ha escrito: «el que no hable, Dios no lo oye», y la única manera de estar vigente, es dando lata, en un intercambio gradual y comodino, sin importar la afectación de terceros

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