martes, 6 de marzo de 2012

COLUMNA

¿Encuestadores o preguntones?

Apolinar Castrejón Marino

Las preguntas nunca son indiscretas, pero las respuestas, algunas veces lo son. Así lo sentencia Oscar Wilde, en el prólogo de su libro El Retrato de Dorian Grey.
Los gentiles visitantes que van de casa en casa con el sano propósito de salvar nuestras almas, de continuo hierran sus preguntas.
Imagine usted que está desayunando un día domingo a las 10 de la mañana.
Tocan a su puerta, y el visitante le pregunta ¿Cómo cree usted que se llama Dios realmente? O en vez de eso le pregunta en su cara ¿Qué destino cree que Dios le tenga reservado a usted y a su familia?
Realmente no son las mejores preguntas que usted esperaría, para dejar su almuerzo servido en la mesa, un día de descanso, familiar, y seguramente de futbol.

En el mejor de los casos, armándose de paciencia usted contesta cualquier cosa, algo que abrevie la visita de los predicadores.
Después de todo esas son cuestiones íntimas que no da gana andar divulgando. O son tan importantes y nadie la va a pagar nada para responder estrictamente la verdad. Otra variante de preguntones son los del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), que de repente se sueltan como saliendo de un hormiguero, invadiendo ciudades, pueblos y rancherías.
Y llegan preguntando muchas cosas, y la gente contesta amablemente porque sabe que es información para el sanso. Pero ninguna paciencia basta para aguantar algunas preguntas: ¿Cuánto gana usted? ¿Cuántos hijos tiene?
Y entonces les contesta usted cualquier cosa. Cualquiera, menos la verdad. Ahora imagínese que un encuestador le pregunta por teléfono: si en este momento fueran las elecciones
¿Por quién votaría usted? O que le pregunte: ¿Aprueba usted la gestión de Felipe Calderón como Presidente de México?
La mayor parte de personas se guía por la filosofía de que el necio habla de lo que hizo, el tonto habla de lo que quisiera hacer y el sabio, se queda callado. Y por regla general, los únicos que dicen la verdad son los niños y los locos.
A los locos se les encierra y a los niños se les educa. Con este antecedente, podemos aventurar que las encuestas, tan de moda, son poco o nada confiables.
Las empresas encuestadoras de ahora, son como las que ayer hacía los horóscopos, y la futurología nunca ha tenido mucho prestigio entre la gente razonable.
Esa patraña que si la Vázquez Mota va en ascenso, que si Peña es el puntero y de que López Obrador «no levanta» cae por tierra fácilmente con la observación empírica:
En muchos estados de la República, el Partido Acción Nacional (PAN) ni siquiera tiene militancia, como es el caso del Estado de Guerrero, en cuya capital Chilpancingo, no siquiera tiene oficinas formales y se juntan en la calle (andador) Zapata, frente a su biblioteca. Enrique Peña se ha convertido en un verdadero bufón de los periodistas y conductores de televisión, que todos los días se la pasan «botaneándoselo».
Y el Peje, es verdad que su retórica es de lo peor, aburrida y cansada. Él personalmente, no tiene ninguna posibilidad de ganar.
Lo extraordinario es que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) sique siendo un partido que se identifica con los pobres y con los perdedores. 
 como la mayor parte de mexicanos son pobres y perdedores, muchos millones de votantes pretenden hacer suya su causa.

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