miércoles, 2 de mayo de 2012

COLUMNA

La Santa Cruz


Apolinar Castrejón Marino


La cruz es un símbolo omnipotente en el imaginario de los países católicos y cristianos. Ante un trance difícil o peligroso, la gente se santigua haciendo la señal de la cruz tocándose la frente, los hombros y el pecho, y termina besando la cruz hecha con los dedos pulgar e índice de la mano derecha. Se supone que esto conjura el mal.
Por la Señal de la Santa Cruz,
de nuestros enemigos, líbranos
Señor, Dios Nuestro.
En el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo. Amen

Se coloca una cruz de madera sobre las construcciones nuevas o las que se están realizando, para que las proteja de algún daño. La gente suele llevar una pequeña cruz de oro, plata o de cualquier otro material, colgada sobre el pecho con una cadena ornamental, para sentirse seguro y protegido de las fuerzas del mal.
En los altares que aún tienen en algunas casas, casi siempre hay una cruz o un crucifijo, para que proteja a los habitantes. En las iglesias es el símbolo por excelencia de la creencia de un hijo de dios, que murió para expiar los pecados de la humanidad, resucitó para demostrar el poder de Dios Padre y ascendió al cielo, para juntarse con él y el Espíritu Santo.
Cuenta el historiador Eusebio de Cesárea que el general Constantino, hijo de Santa Elena, era pagano pero respetaba a los cristianos. En el año 311, durante el sexto año de su reinado enfrentaba serias amenazas de los bárbaros comandados por el proscrito Majencio que quería invadir su reino.
Se dispuso que la batalla fuera a orillas del Danubio, pero se temía el dominio de los bárbaros, debido a su ferocidad. La noche anterior a la batalla Constantino tuvo un sueño en el cual vio una cruz luminosa en los aires y oyó una voz que le decía: «Con este signo vencerás».
Al empezar la batalla advirtió la fuerza de su enemigo, pero recordando su sueño divino, mandó colocar cruces en las banderas de sus batallones, y además en medio del fragor del combate exclamó en voz alta: «Confío en Cristo, en quien cree mi madre Elena». Constantino venció totalmente a sus enemigos, y como agradecimiento, decretó la libertad de los cristianos, que habían sido esclavizados por siglos.
Escritores sumamente venerables como Rufino, Zozemeno, San Cristótomo y San Ambrosio, cuentan que Santa Elena, pidió permiso a su hijo Constantino para ir a Jerusalén a buscar la cruz en la cual murió Jesucristo.
Después de muchas búsquedas y excavaciones la expedición encontró tres cruces, en las que presuntamente fueron crucificados Jesús, Dimas y Gestas. Y como no sabían cómo distinguir la cruz de Jesús, mandaron traer a una mujer agonizante. La hicieron tocar la primera cruz, y la enferma se agravó, la hicieron tocar la segunda, y se puso más mala.
Cuando la hicieron tocar la última cruz, la enferma recuperó la salud de manera prodigiosa. Entonces Santa Elena, con miles de devotos llevó la cruz en piadosa procesión por las calles de Jerusalén. Por el camino se encontraron con un cortejo fúnebre. La mujer que era esposa del muerto que llevaban a enterrar pidió la caridad de que le permitieran acercar a su marido a la Santa Cruz. Así se hizo y para sorpresa de todos, el muerto resucitó.
En Colombia celebran el Día de los Mil Jesuses. Las gentes hacen una procesión durante la cual van diciendo el nombre de Jesús mil veces con la creencia de que éste los protegerá el resto del año.
En Chile realizan una procesión en la que van cantando «Aquí va la cruz de mayo, visitando a sus devotos con un cabito de vela y un cantarito de mosto». Es tradición que los habitantes de las casas por donde pasen, colaboren con algún dinero o alimento que después sea distribuido entre los pobres.
En El Salvador, en el centro de la población colocan una cruz de «palo de jiote» adornada con papel de «china», y le cuelgan frutas de la estación, como mangos, jocotes, marañones, naranjas, cocos, aguacates y con flores de coyol. La gente se arrodilla, se persigna, y después de rezar a la cruz, cada quien toma un fruto y se lo come.
Pero en México la cosa es mejor, en las zonas rurales se realiza una fiesta comunal con abundancia de comida, como mole y pozole, además de abundancia de bebidas alcohólicas como el mezcal. En las ciudades los albañiles reciben una comilona de parte de los dueños de las casas y edificios que estén construyendo. Cervezas y demás bebidas espirituosas se comparten en grandes cantidades.
Los ingenieros, arquitectos, y estudiantes de estas profesiones, se juntan con los albañiles para celebrar en las construcciones, en las plazas públicas e inclusive en las escuelas.

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