viernes, 25 de mayo de 2012

COLUMNA

Velázquez: Ambicioso,
timador y lucrador social


Yeshica Esmeralda Melo Sánchez


Uno de los más preclaros exponentes de lo que se ha dado en llamar el neoperredismo es, con toda seguridad, el bisoño y torpe político Evodio Velázquez Aguirre, integrante de una camada de jóvenes con mediocre preparación académica y ninguna formación ideológica. Pero, eso sí, con mucha hambre de dinero y mucha ambición de poder. Es uno de los perredistas nuevos de los que hace poco se quejaba Félix Salgado Macedonio en un editorial de su periódico, La Jornada Guerrero –si hemos de suponer que lo que se publica en ese espacio es su opinión o al menos corresponde a su opinión–: ambicioso, sin principios y sin comprender un ápice lo que significa ser de izquierda, pero muy eficaz en eso de llevar a su partido, el PRD, al desastre.
Es uno de estos perredistas que ni siquiera se enteraron de lo costosa que resultó a los viejos militantes de izquierda la lucha por abrir espacios democráticos en este país; es de esos para quienes las matanzas del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971, y las guerrillas de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, son sólo vagas referencias históricas, porque no las vivieron, ni se las imaginan; de esos que no saben que a los comunistas de antaño –igual que a los perredistas de la primera generación– su vocación democrática y sus ansias de libertad les costaron sangre, sudor y lágrimas.
Tampoco recuerdan la guerra sucia con la que el viejo régimen hizo desaparecer de la faz de la tierra a cuando menos 500 guerrerenses a manos de sanguinarios asesinos y torturadores como el recién ajusticiado Mario Arturo Acosta Chaparro. Es de los perredistas que se dedican a gozar sin remordimientos el régimen de libertades construido sobre los huesos astillados de aquellas víctimas, y a sacarle provecho a la nueva desviación que crearon, la partidocracia, para enquistarse en el poder y vivir de la ubre del presupuesto público sin pudor. Porque si al principio los pleitos en el PRD eran por el excesivo celo con que sus militantes se tomaban su papel en el devenir histórico, ahora los conflictos no son más que por la vulgar ambición de poder político y económico, como quedó perfectamente claro en el más reciente proceso interno de asignación de candidaturas, proceso que se agandallaron cuatro corrientes perredistas, entre ellas la que encabeza Evodio en la entidad.
Evodio Velázquez Aguirre comenzó su carrera política como mozo de Jesús Ortega Martinez, a quien le cargaba el portafolios cuando era diputado federal en la 56 legislatura. Se vio favorecido con la postulación a una diputación federal plurinominal cuando, para cubrir la cuota de jóvenes, sus mentores políticos le regalaron la posibilidad. Luego, por revanchas de Zeferino Torreblanca Galindo contra Félix Salgado Macedonio, le asignaron la diputación local que ya había ganado Miguel Ángel Castro Salas, quien fue director de Capama y era hombre de confianza de Salgado.
Evodio no hizo absolutamente nada en su distrito, ni en el Congreso de la Unión tuvo alguna participación interesante. Fue y es un diputado anodino que vende sus proyectos por intereses personales y por meter a su parentela a chambear. ¿Con qué calidad moral puede mirar de frente a sus seguidores ingenuos cuando a él solo le preocupan sus ingresos familiares? También tuvo reuniones en lo oscurito con priistas, uno de ellos el hombre fuerte de Guerrero, Rubén Figueroa Alcocer, que fue uno de sus principales operadores y financiadores de su campaña para facilitar el triunfo del PRI a la presidencia de Acapulco para que siguiera malgobernando el municipio.
En la precampaña perredista reciente, no se cansó de asegurar que era un político diferente, como tratando de decir que era representante de una izquierda moderna, pero resultó peor que todos, pues acabó imponiendo a su esposa y a su concuña en las dos regidurías que logró para su corriente en la planilla de la coalición de izquierda para el ayuntamiento de Acapulco: ya que todo lo entregó por su ambición de ser candidato y lograr recursos de dudosa procedencia para su supuesta candidatura y para incrementar su patrimonio familiar.
Pero a lo largo de todo este proceso ha ofendido a muchas personas, a quienes hizo promesas a cambio de apoyo, a sabiendas de que no les cumpliría porque no tenía la menor intención de cumplirles, pues no es hombre de palabra (como que desconoce la estricta moral que guió a los fundadores de su partido). En esta vida no hay enemigo pequeño y –como dice el refrán– Dios no da alas a los alacranes, y por eso no iba a permitir que nos gobernara una persona ambiciosa, timador y sin escrúpulos. Para ser un buen político hay que tener visión a futuro y no traicionar a nadie, menos a la gente humilde que tuvo asoleándose y malpasándose en sus actos. Dentro de tres años no tendrá ninguna posibilidad de enfrentarse a gente de nivel como Víctor Jorrín o Ángel Aguirre Herrera. A todo mundo le dice que lo va a «blindar» con el gobernador, cuando él ni siquiera lo toma en cuenta, y para probarlo hay que recordar que su hijo fue registrado por otra corriente del PRD. La realidad es que el gobernador lo escucha porque es diputado; sin embargo, ahora que termine su periodo no creo que siquiera lo reciba; será un ciudadano más. Quizá su derrota en las encuestas que lo exhibió como un candidato sin ninguna posibilidad de triunfo y de las que resultó candidato de la izquierda Luis Walton sea la primera de muchas caídas, porque al que obra mal, mal le va. Pero al tiempo.
enlaceconjessy@hotmail.com

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