viernes, 1 de junio de 2012

COLUMNA

No a los exámenes

Apolinar Castrejón Marino
Miles de «maestros» se encuentran en manifestación contra la evaluación de su desempeño profesional, propuesto por las autoridades educativas y el Presidente de la República. Asumiendo que tuvieran razón, y en aras de la congruencia, ellos tampoco deberían evaluar a sus alumnos. Si los maestros no quieren hacer examen, los alumnos, menos. Y quizá tengan razón.
 Los exámenes y las evaluaciones son una simulación creada desde los más elevados niveles del gobierno ¿De qué hablamos? Los exámenes de admisión a la educación secundaria, ya están arreglados en un 20 %.

Aunque usted no lo crea, los «estatutos» y reglamentos «internos» de las escuelas, permiten a los maestros de cada escuela «meter» a sus hijos, familiares y «recomendados». Mayor provecho sacan las escuelas que se encuentran en lugares más céntricos o urbanizados.
En la preparatoria y la Universidad, el ingreso y acomodo se realiza mediante una transferencia económica o regalos, le llaman «mordida». En el Estado de Guerrero, según estudios realizados en los 10 años más recientes, 1 de cada 7 estudiantes, dieron «mordida» para poder ingresar.
También se supo que 10 de cada 100 estudiantes mujeres, ingresaron por medio de conceder favores sexuales a maestros, directores y líderes estudiantiles.
No se escandalice si le decimos que a 5 de cada 100 estudiantes les agrada este «arreglo», se pasan toda la carrera portándose como unas verdaderas odaliscas ofreciendo sus servicios sexuales en los más elevados círculos académicos y directivos.
Vale contar la anécdota de unos maestros que se encontraban departiendo alegremente en una fiesta de la Universidad. Uno de ellos aún joven, maestro de derecho constitucional, llamaba la atención de otros maestros y algunos alumnos de los que ya alternan con los académicos, en medio de copas y canciones.
El académico les contaba que entre los alumnos de nuevo ingreso de ese año lectivo, en su grupo le habían llegado unas jovencitas «costeñas» muy guapas. Lo interesante es que en los primeros exámenes, una de esas chicas hermosas, había reprobado un examen, motivo por el cual se le había acercado para pedirle que «le ayudara».
El maestro le dijo que eso no se podía, pero la muchacha insistió, hasta que un día se presentó en su oficina con ropa muy sugestiva y le dijo que «iba dispuesta a todo» con tal de arreglar sus calificaciones. Para que no quedara ninguna duda, le dijo: «póngame un diez y haga de mi lo que quiera».
 Y la muchacha tuvo muy buenas calificaciones. En el grupo de maestros y alumnos universitarios, briagos y chismosos, se encontraba otro maestro ya mayor de edad, que impartía la materia de filosofía, y como ya estaba un poco «fumigado», se le hizo fácil soltar la lengua, para contarles la siguiente historia, inspirada en la de su «compatriota».
Pues no es por nada -les dijo- pero en mi grupo también hay unas jovencitas de no malos bigotes.
No estudiaban e iban muy mal de calificaciones y querían que «les echara la mano» con sus exámenes. Una de ellas me espió, y una vez que estaba yo por abordar mi carro en el estacionamiento, se me acercó y me dijo que «estaba dispuesta a todo» con tal de mejorar su promedio escolar.
Cuando ya íbamos en mi auto, me dijo muy sugerente «Póngame un diez y haga de mi lo que quiera».
Yo nunca había pasado por una situación de estas, pero sin meditar mucho le dije que «le iba a poner un 6 y que le iba a hacer lo que pudiera». Hubo muchas risas y hasta aplausos, y la alumna tuvo un promedio aceptable.

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