miércoles, 15 de agosto de 2012

COLUMNA

Entre la verdad y la ficción


Jorge Luis Falcón Arévalo


FALSAS PROMESAS Y PALABRAS INCUMPLIDAS, DE UN ATOYAQUENSE

Comentaba el escritor Faulkner William, que se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás. Y eso es verdad. Tanto los irresponsables como los que llegan tarde, jamás cambian; porque esa es su conducta. Estos son como la anécdota del alacrán y el cocodrilo que le ayuda el segundo al primero a cruzar el pantano; pero a medio camino, el arácnido le traza tremendo piquete al saurio, que molesto le reclama el proceder. A lo que el bicho destaca: ¡es mi condición!
El malestar de los atoyaquense crece a diario. Se acumulan los resentimientos y las malas apreciaciones; pues no hay ciudadano en la comarca cafetalera que tenga un buen comentario acerca del aún presidente municipal, perredista, Carlos Armando Bello Gómez. Pues las palabra del diccionario en el término de irresponsable, han sido utilizadas todas. Bello como empleado de gobierno, es ineficiente.
Quienes conocen al primer edil señalan que así ha sido desde joven, sin rumbo conductual y sin el mínimo respeto. Por obviedad, esto ha acarreado problemas a más de miles de hombres y mujeres que requieren del servicio de la administración gubernamental, donde por cierto -violatorio a la ley- permanece cerrado. Solo se observa el transitar de las unidades de la Policía Preventiva y de Protección Civil. Pues allí permanece, en el más completo abandono. ¡Qué triste se quedan los muertos!, dijo en su poema el bardo Adolfo Bécquer. Hoy es un cementerio de la desidia y la ineptitud.
La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha. La palabra tiene un valor intrínseco, sólido, de valor moral, Bello Gómez, se falló así mismo, se mintió él solo. Somos esclavos de lo que decimos y dueños de lo que callamos. Se esconde de sí mismo, huye de su propia sombra; pues no cumplió lo que se desgañitó prometiendo: pavimentar calles ancestrales, realizar construcción de banquetas, sembrar jardines, encarpetar vías de acceso a comunidades, donde la promesa se hace válida en hombres que saben el valor de ellos mismos, como que saben quienes son. Aquí ni el chisguete de voz, ni la disculpa. Nada, el silencio y su huida…acurrucado.
«Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir», dijo el mordaz celebre escritor español Don Francisco de Quevedo. Campesinos de escasos recursos que por su misma condición los pretenden ningunear, no les han entregado sus láminas de cartón desde hace dos años; menos el fertilizante, lo cual es no tan solo un pecado -de alguien que trae al cuello una cruz más pesada que sus mentiras; eso es sacrilegio- hacer la promesa de entrega de esos enseres a gente que es parte de su patrimonio y más de del desarrollo de su calidad de vida. Le mintió a la Cruz Roja mexicana, debe cien mil pesos de esa ambulancia, que están que se llevan o no. El embustero es un almacén de promesas y de excusas, dicen los árabes; Bello Gómez resultó un bellaco.
P.D. Hay dos representantes populares que están dispuestos a cumplir a cabalidad ante el pueblo y someterse a un cabildo público en el zócalo de la ciudad, donde deberán estar los demás miembros del cabildo y el propio alcalde, pues deben informar a la sociedad atoyaquense de los pendientes que aún están por resolverse en entregar y concretarse, pese a que los dineros para ello ya fueron otorgados por las instancias de gobierno estatal y federal. *sin.marca@gmail.com,
www.gradoceropress.com

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