miércoles, 28 de noviembre de 2012

COLUMNA


Feria de San Mateo


 Apolinar Castrejón Marino 

Como cada año, en la ciudad de Chilpancingo se realizará una feria de fin de año, a la cual llaman pomposamente «Feria de San Mateo, Navidad y Año Nuevo», en un inexplicable afán de abarcar muchas cosas en una sola, y aún más, con la aviesa intención de que todos los sectores de la población se sientan partícipes de la festividad.
El calendario de fiestas y ferias regionales es bastante surtido en el centro del Estado de Guerrero. Cada población, por pequeña que sea tiene su fiesta tradicional, y por lo general la realizan  gracias a patronatos y mayordomías. En los últimos 10 años, se han agregado padrinos y madrinas, quienes con todo el fervor religiosos por alguna gracia concedida por algún Santo Varón o Virgen, le retribuyen con senda celebración.
Por ejemplo, la población de Tixtla que aunque le fue concedido el título de Ciudad en 1824, siendo gobernador el General Melchor Múzquiz y no pasa de tener solo 20 mil habitantes, hace casi una docena de fiestas tradicionales cada año; casi una cada mes.

San Antonio Abad, San José, y San Isidro Labrador, son celebrados cada uno en su barrio, igual que Señor Santiago, San Agustín y Señor San Lucas. A estas, hay que sumar las festividades cívicas en honor del General Vicente Guerrero, de Ignacio Manuel Altamirano, y del General Vicente Jiménez, que realiza el Ayuntamiento Municipal.
En Chilpancingo, las fiestas tradicionales están impregnadas con un fuerte tufo político que daña y estropea la convivencia familiar, la sana diversión y la participación espontánea y desinteresada. Aunque algunas celebraciones se hagan en fechas feriadas de algún Santo o Virgen, los personajes relevantes, son gente de la política y del gobierno.
La fiesta de San Francisco es solo el pretexto para que los políticos priístas rememoren la figura del ex gobernador asesinado José Francisco Ruiz Massieu, La festividad de San Mateo, es la ocasión propicia de que se reúnan las huestes católicas con las políticas, principalmente del Ayuntamiento en funciones, al fragor de una pozolada y mezcaleada. Y la festividad de «San Mateo, Navidad y Año Nuevo», es la ocasión prefabricada para que el Gobernador en turno, el Presidente Municipal y diputetes se den su «baño de pueblo».
Zumpango realiza su feria dedicada a «La Candelaria», Chilapa a la Virgen de Guadalupe, y Mochitlán a Santa Ana, y en todas se observa gran fervor religioso y mucha fe de la población. «El Día de la Virgen de la Natividad» que celebran en Tixtla el 8 de septiembre de cada año, y la repiten cada 30 de mayo, es una gran demostración de fe, con las peregrinaciones de devotos que llegan desde las costas, de la montaña y aún de la Tierra Caliente.
Durante la víspera y el día principal dedicados a la Virgen se ven incluso a mucha gente de toda condición y edad, ir por la carretera caminando como una «manda» a la Virgen, gentes en sillas de ruedas, con bastones y muletas, parten desde muy temprana hora y toman la carretera rumbo a Tixtla. A la hora que sale el sol, ya van llegando a la población y luego se dirigen a «El Santuario» donde se encuentra el motivo de su devoción. 
Ya más relajados, acuden al domicilio de algún «mayordomo», donde son agasajados con pozole, barbacoa y mole. Desde luego también les ponen algunos «jarritos» de mezcal entre pecho y espalda.
En Chilpancingo por el contrario, durante las dos últimas semanas de diciembre y la primera de enero, el sector oriente de la ciudad se convierte en una gran cantinota, el paraísos de homosexuales, prostitutas y «polis» bien «cargados» de dinero «caliente», el cual dilapidan en los «bares» y «tables».
La gran parte de la población evita a toda costa, exponer a su familia llevándola a este lugar de «mala muerte». Los espectáculos artísticos gratuitos, son un verdadero insulto a la sociedad, pues es donde más se marcan las diferencias sociales. Al frente del escenario, se colocan 5 o 6 hileras de sillas, para los «invitados especiales» y para la familia del Presidente en turno (con sus «colados»), dejando al resto del pueblo («la perrada») en la galería de tablas duras y a la intemperie.

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