jueves, 13 de diciembre de 2012

ARTICULO



Desquiciante el caos vehicular en Acapulco

Yeshica Melo de Mojica
¿Ha oído o leído usted la frase: «las molestias son pasajeras; los beneficios son permanentes»? Seguramente, sí, y seguramente sabe que casi nunca es verdad, por una u otra circunstancia, casi siempre porque el trabajo está tan mal hecho que no desaparecen las causas de molestia para el ciudadano, como cuando el gobierno tapa los baches con material de ínfima calidad o como cuando Capama abre una zanja para cambiar un tubo y no la vuelve a cerrar, o como cuando la obra no resuelve el problema por el cual fue realizada, como la mal llamada vía rápida.

En todos esos trabajos las molestias no suelen ser pasajeras, ni los beneficios, permanentes. De hecho, más bien, lo que resultan son perjuicios, y esos sí que son duraderos.
La obra pública es, sin embargo, imperiosa. No sólo porque es necesidad de una ciudad en constante crecimiento y proceso de modernización, sino también porque –al menos en nuestro país– es el motor primario de la economía, el mecanismo idóneo por el cual el gobierno inyecta y pone a circular el dinero en el territorio nacional.Casi sale sobrando decir que Acapulco, víctima de una prolongada crisis turística y, más recientemente, del crimen desatado, necesita mucho cualquier inversión, para ayudarle a reactivar su economía por medio de mover el dinero en los circuitos de su mercado interno.
Inversiones de ese tipo existen, no en la medida en que el puerto las necesita, pero se están haciendo. La CFE, por ejemplo, desde el año pasado está cambiando todos los postes, todo el cableado y todos los transformadores de su red de distribución en la ciudad, y los está sustituyendo por equipamiento con nuevas características: postes más altos, cables eléctricos forrados, cable de acero para sujeción y transformadores de nueva tecnología. Todo para que no le roben la electricidad. El monto de inversión que esos trabajos requieren ha de ser muy voluminoso.
Por su parte, el gobierno del estado, solo o en asociación, remodela la zona Tradicional del puerto y pavimenta la ruta que recorrerá el Acabús. En ambos casos los trabajos no implican sólo lo que está a la vista, sino que incluyen obras inducidas: red de agua, de drenaje (pluvial y sanitario), eléctrica y telefónica, lo cual aumenta el monto de la inversión. Y en ambos casos nos han dicho lo mismo: «las molestias son pasajeras; los beneficios serán permanentes».
Por supuesto que no se trata de descalificar a priori ninguna de estas dos, aun cuando los constructores de la primera de ellas aparentemente no saben bien a bien lo que quieren, pues han demolido tantas veces lo que ya habían construido que los usuarios ya no saben qué pensar...
Sin embargo, a pesar de todo, ambas avanzan, ante la paciencia estoica de los acapulqueños, a quienes se les van las horas en los congestionamientos viales por causa de ellas, porque los semáforos no se programan para agilizar el tránsito y porque los policías viales están más ocupados en no dejar escapar la limosna que les dan los camioneros que en hacer su trabajo con al menos un mínimo de decoro y decencia.
Los acapulqueños lo han soportado con la esperanza de que los beneficios en verdad sean permanentes, resignados por la expectativa de que, al finalizar los trabajos, la ciudad será mejor, más transitable, más disfrutable . Ojalá que el tiempo esta vez les dé la razón.
Sin embargo, para los turistas, que vienen a este puerto dispuestos a pagar por gozar una tranquilidad y una calma que en sus ciudades de residencia no encuentran, sí que ha de ser traumático y frustrante quedar atrapado en un atorón vial junto a unas maquinotas ruidosas, calientes y feas que excavan mientras exhalan humo y hacen trepidar sus alrededores.
En consideración de ello, ya el alcalde Luis Walton anunció que las obras serán suspendidas durante toda la temporada vacacional, precisamente para evitar las molestias a los visitantes, para evitar que encuentren un calvario en vez del gozo que vienen a buscar.
Bien por esa decisión. Yo sólo quiero que quede bien claro que hay que suspenderlas, pero dejarlas en uso, pues de nada servirá que las detengan si las calles o las aceras quedan cerradas. Entonces, lo que debe hacerse es: parar inmediatamente cualquier demolición y luego terminar toda pavimentación en curso antes de suspender los trabajos.
Así cuando menos las molestias nos darán un respiro. Y si los beneficios no llegan o no son en verdad permanentes, ya nos ocuparemos de ello a su debido tiempo.
enlaceconjessy@hotmail.com


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