lunes, 1 de abril de 2013

COLUMNA


La educación pública y gratuita


Apolinar Castrejón Marino


Entre las pocas cosas que son verdaderamente gratuitas en este mundo podemos contar el aire que respiramos, el sol que nos brinda luz y calor, y las imágenes de la naturaleza que podemos mirar sin pagar ni un centavo. 

Todo lo demás tiene un costo que deberemos cubrir si queremos utilizar, pues nada cae del cielo, en realidad. Un refresco, una camisa o un servicio médico, tienen un costo que alguien debe pagar.
¿Pero por qué la educación que es un servicio muy importante debe ser gratuita? Tenemos muy presente que los líderes, los jefes de estado y de gobierno incluyen en sus discursos la idea de que no debe haber más estado paternalista, que todo lo dé a sus ciudadanos.
Pero en lo concerniente a educación, el estado cubre por completo las necesidades de estructura (edificios de las escuelas), nómina (pago de los maestros) y apoyos didácticos (libros, laboratorios, bibliotecas, etc.).
El estado cubre también los requerimientos educativos «de apoyo» a la educación: servicios de limpieza, maestros de educación física y de danza. 
Es necesario decir que en este rubro, ha habido excesos faraónicos, pues en la «escuela tradicional» los maestros se encargaban de preparar los desfiles conmemorativos, los festivales y los concursos, con mucho éxito. 
Luego, muchos «maestros» fueron incorporados a la nómina para que se encargaran de actividades especializadas en arte, cultura y educación física. Con el agravante de que estos reclutas, no eran normalistas, ni mucho menos habían estudiado una especialidad. 
Eran los menos dotados intelectualmente, al grado que no habían aprobado los exámenes de admisión a las escuelas regulares, o no habían podido acreditar las asignaturas que se estudian en las escuelas formadoras de docentes. Unos burros pues, que habían sido rechazados de las normales.
Diga usted si no es cierto que sea muy fácil identificar en las escuelas a quienes son verdaderos maestros normalistas, de quienes «estudiaron» en escuelas «patito», que solo consiguieron algún diploma o que estudiaron en «cursos» y gracias a una buena cantidad de dinero, e las influencias o a su suculenta anatomía.
Por este motivo, las nóminas crecieron desorbitadamente, al mismo tiempo que  la calidad de la educación empezaba a deteriorarse. 
El bien de consumo llamado educación es recibido por casi todos los mexicanos, y es pagado completamente por el estado a razón de:Primaria $ 100,000.00; Secundaria $ 75,000.00; Preparatoria $ 120,000.00;  Licenciatura $ 2, 000,000.00;
Maestría $ 3, 500,000.00;  Doctorado  $ 5, 000,000.00.
Y aparentemente no nos interesa si esa educación es de calidad o muy deficiente. Solo nos interesa por que al concluir, conseguiremos un documento que nos abrirá las puertas a las fuentes de empleo. Al fin que enn el paraíso caben varios millones de burócratas. 

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