lunes, 15 de abril de 2013

PRINCIPAL DE PRIMERA PLANA


No soy bruja, ni Santa,
pero si curo a enfermos 

—Doña Rutila Ortiz de la Rosa con 82 años a cuesta todavía atiende hasta los desahuciados
—Con sus manos maravillosas y dones de sabiduría recupera salud de muchas personas 

Texto y fotos:Javier Francisco Reyes.ACAXTLAHUACAN, PUE.—»Soy curandera, adivinadora y leo cartas—barajas—, no soy bruja, ni Santa, pero sí curo», revela doña Rutila Ortiz de la Rosa,  con 82 años de edad a cuestas y  durante toda su vida les ha recuperado su salud a infinidad de personas en sus diversos malestares .

Su madre es de esta ciudad y su padre de un pueblo de la región de la montaña alta guerrerense del cual dice no acordarse, pero ella es originaria de esta cabecera municipal de Albino Zertuche.
Es uno de los 217 municipios que constituyen el estado de Puebla, distante a 185 kilómetros de la capital poblana y a unos 300 kilómetros de Chilpancingo,  además se localiza en la Mixteca Baja Poblana, al sur de la entidad poblana, limitando al norte con  Xicotlán, al sur con el estado de Guerrero, al oriente con Tulcingo de Valle y al poniente con Ixcamilpa de Guerrero, Puebla.
Es una mujer menudita, chaparrita, morena con rasgos de origen indígena, heredera de los grupos étnicos que se asentaron en esta parte del país, olmecas, mixtecos y nahuas, hoy en día vive sola, en una casa humilde que con el producto de su trabajo diario y de su difunto esposo, lograron tener en la calle Hidalgo del barrio de San Felipe.
El nombre de este municipio se debe al General Albino Zertuche quien nació en Villagarcía, Nuevo León, en 1827, y murió en Tehuantepec en 1890 quien combatió contra los imperialistas norteamericanos y durante la Segunda Intervención Francesa en México y desde entonces hoy en día sus habitantes, en su mayoría emigran a los Estados Unidos, en busca del «sueño americano».
Doña Rutila Ortiz de la Rosa, a sus 82 años a cuestas, a quien también conocen cariñosamente como doña Ruti, es buscada por muchas personas para que las cure de sus males, inclusive una gran cantidad hasta desahuciadas por los médicos, que haciendo alarde de la ciencia y tecnología.
El poblado de Acaxtlahuacán (náhuatl: ácatl-ixtlahualli-can, «Caña-llanura-lugar» «En la llanura de las cañas»), adoptó por decreto este nombre el 18 de septiembre de 1900, trece días antes de la creación del municipio, sin comunidades, pero es un lugar muy agradable para propios y extraños.
Para curar a los enfermos, no lo hace improvisadamente,  invariablemente siempre tiene a la mano y que los cuída celosamente dos libros, uno muy voluminoso con recetas a base de yerbas medicinales, casi a nadie se los enseña, porque es parte de su secreto y cuenta con otro que la mayoría recomienda el uso de la planta conocida como Arnica.
Todavía en la actualidad sus habitantes se dedican a la agricultura, destacando el cultivo de maíz, frijol, y muy poco el cacahuate y ajonjolí. En el caso de la ganadería, se cría bovino, porcino, equino y caprino,  y se ha perdido la tradición  de la crianza de aves, principalmente patos y palomas.
Han llegado personas de diversos lugares tanto del estado de Guerrero, como de Puebla y otras entidades del país, al conocer que ella cura males que ni la ciencia y los doctores puede sanar, es más, cuenta que ha curado hasta médicos, porque la medicina de patente y sus estudios tecnológicos como las radiografías, análisis clínicos de laboratorio y ultrasonidos nunca registran esas enfermedades.
Por su avanzada edad, ya no oye del oído de lado izquierdo, por lo que el diálogo entre ella y sus pacientes, debe ser en voz alta, pero con un poco de explicación de lo que le sucede a la persona, es más que suficiente para comenzar a trabajar a favor de la sanidad  de las personas.
Para leer utiliza lentes, pero no para mirar a las personas, y para palparlas, utiliza sus maravillosas manos que las coloca al cuerpo del enfermo en la parte en donde siente el malestar, y  que lo ha hecho sufrir por mucho tiempo de su vida.
Recordamos que hace muchos años, los habitantes de este lugar, se dedicaban a la venta y compra de ganado, había lo que llamaban «Plaza» y una actividad con la que se ganaban  la vida, y otra más en la elaboración de ollas y cántaros a base de  barro, pero esa actividad prácticamente ha desaparecido porque muchas de las familias se han ido de «mojados» a los Estados Unidos.
Los que llegan de visita a  esta cabecera municipal, podrán ver el templo parroquial de Santiago Apóstol construido en el siglo XVI, arquitectura que todavía conserva y en su interior hay obras de arte tales como imágenes religiosas talladas en madera y pinturas al óleo.
Es otro motivo para llegar hasta esta parte sur del estado de Puebla, al momento de ir en busca de una cura que muchas veces los doctores todo lo quieren resolver con medicina de patente y estudios de laboratorio, en cambio doña Ruti, lo sustituye con sus yervas medicinales, con botellas de alcohol del 96 preparados con flor y hojas de árnica.
Algunas fechas importantes para el pueblo bullanguero las populares, la del día 25 de julio, en honor al Señor Santiago Apóstol,  también el sexto viernes de cuaresma y el 5 de agosto, fiesta de la Virgen de las Nieves que se encuentran en una cueva, tras aparecérseles algunas personas, se le construyó una iglesia con las limosnas  en dinero y ganado, además es muy milagrosa, en esa fecha llegan muchos feligreses de los diversos puntos de la república mexicana para agradecer con una manda o pedir un favor con un milagro.
Esas manos que sanan de doña Rutila Ortiz de la Rosa, ha curado a infinidad de enfermos, además en lugar de tomarles una radiografía de ayos «X» y estudios clínicos de laboratorio, les hace limpias con un huevo corriente, para saber cómo está su cuerpo de la persona, si la han embrujado, captó algún mal aire o enfrenta envidias de las personas, y en un tiempo de 15 minutos le da el diagnóstico real.
Aclara, doña Ruti, «Soy curandera, adivinadora y leo cartas, no soy bruja, ni Santa, pero si he curado a muchos que les han echado esas porquerías y han sanado las personas y nuevamente recobran su vida normal.
Ya casi no tiene su dentadura por su avanzada edad. De su complexión todavía quedan los rasgos, de que en su plena juventud y entrada a su edad mayor, era una mujer luchona y trabajadora como hasta estos dias, pues recuerda que también fabricó trastes de barro, como cantaros, ollas, además hacía juguetes con el mismo material y le ayudaba a su esposo hacer reatas de hixtle.
Recuerda que esos dones de saber curar a las personas y adivinar futuros o el paradero de cosas, fueron descubiertos desde los 7 años de edad, cuando le dijo a una mujer de su familia de que estaba embarazada, pero no le creyeron, porque le preguntaron ¿Cómo sabes eso?, y pocos meses después  quedó comprobado de su diagnóstico, y desde entonces se supo que era una niña especial de la familia.
«Estudio mucho, me preparo para curar a mis enfermos», confiesa  Ortiz de la Rosa, enseñando sus libros y sus manos maravillosas con las que cura a las personas que llegan prácticamente desahuciadas, después de gastar mucho dinero al visitar a infinidad de doctores, estudios y tomar muchas medicinas caras.
Con esas manos sanadoras también sabe cuando una persona le han inyectado mucha medicina para curar sus males que ha padecido, así como a las mujeres que dicen nunca haberse controlado para no tener familia, jóvenes y algunas antes de cumplir los 50 años que no han podido parir un hijo en la vida.
Aclara que ella no les mete mano a las mujeres, ni hombres en sus partes genitales cuando hay que curar esas partes del cuerpo, sino con tentar y se da cuenta, «yo no uso guantes, porque no los necesito, yo me doy cuenta de todo».
Sus manos maravillosas detectan cualquier mal que lleve la persona en su cuerpo,  con una carcajada, añade, «no soy ni bruja, ni Santa», y recuerda aquella mujer de Tulimán, municipio de Huitzuco, Guerrero, que murió y volvió a revivir en su casa a curar a mucha gente también desahuciada.
Ella no es de las curanderas tradicionales que tenga un espacio exclusivo con un gran altar con santos, imágenes de la Santa Muerte, con muchas veladoras, botellas con lociones, amuletos, plantas medicinales como albacar, ruda e inciensos, nada de eso, en su mesa pudimos ver solamente unas botellas llenas de alcohol de 96 grados con hojas o flor de árnica, una caja de ungüentos y un petate de palma en donde duerme, pero que lo ocupa para acostar y curar a los pacientes.
No tiene mayores estudios que el saber leer y un poco de escribir,  pero lo que le ha ayudado,  es su sabiduría, como ella lo califica, además de su entrega al estudio de sus  libros, por ello receta a las personas curarse con plantas medicinales, porque así lo dicen sus enciclopedias que cuida con mucho recelo.
Parece que le caímos bien y le creamos confianza, porque hasta nos enseñó sus custodiados libros, «ahí lo dice todo el doctor, yo he ha aprendido de ellos para curar», explica esa mujer menudita sentada en una de sus desvencijadas silletas que tiene  para ofrecérselas a quienes van a consultarla y si tienen cura sus males, las atiende y hasta donde sabemos nadie se ha regresado sin haber sanado.
A cuestas con sus 82 años, confiesa que mientras tenga fuerzas, seguirá curando a mucha gente, porque paulatinamente se le van agotando, porque se cansa y para sobar muchas veces se auxilia hasta de sus codos de sus brazos y de un masajeador de madera, al que dice que es su carrito, que se lo trajeron sus familiares de la ciudad de México.
Cuando hay la necesidad de recetar alguna medicina de patente lo hace, pero muy pocas veces, porque la mayoría de las veces son algunos ungüentos que la persona se los puede aplicar en la tarde-noche y puede bañarse al siguiente día.
En poco tiempo, las personas comprueban su cura de lo que les ha dicho, tras su intenso padecimiento como son los dolores, y con poco dinero recobran su salud, porque doña Ruti, no se ha hecho  rica, porque es una persona que le gusta ayudar y curar a los enfermos sin importar a que estrato social pertenezcan, simplemente que tengan fe y nada más, y lo poco que ha logrado lo tiene a la vista de todos porque su pequeña vivienda está al borde la calle Hidalgo.
Como ella misma lo confiesa, no se ha enriquecido, su principal satisfacción en la vida es ver a las personas sanas, y a sus 82 años solo procreó  a tres hijos, uno que se le murió y dos le sobreviven, una mujer y un hombre, ellos viven aparte, «yo vivo aquí solita desde que se murió mi esposo», recuerda con mucha  tristeza.
Ninguno de sus descendientes tiene dones como ella, muchos menos le ha interesado heredar para seguir curando a las personas, por lo tanto su legado nadie lo adoptará, por ende al fallecer, nadie la sustituirá en su trabajo que ha hecho toda su vida.

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