COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

 El grotesco y desordenado desfile integrado por danzas, trajes regionales, mojigangas y carros alegóricos que recorrió las calles de Chilpancingo la tarde del

pasado miércoles 8 de mayo, sirvió para anunciar el inicio del Octavo Festival del Pozole y del Mezcal que organiza el ayuntamiento local.

Desde hace ocho años, la ciudadanía chilpancingueña tiene que soportar una de las «celebraciones populares» más estúpidas de que se tenga memoria en este pueblo. A lo mejor hoy se justifica por «la cruzada contra el hambre».

No puede venir de gente pensante, de mentes lúcidas e inteligentes, de IQ sobresalientes el que de manera oficial se «organice», no para beneficio del pueblo sino para el bolsillo de funcionarios municipales corruptos y rateros y de algunos de sus parientes pozoleros y de periodiqueros lamesuelas arrastrados, una especie de cantina gigantesca, en este caso en las instalaciones de la feria de Chilpancingo para embrutecer a cuanta gente quiera consumir mezcal a pasto y ponerse hasta la madre (¡felicidades!) de borracho o borracha y tragar pozole como cerdo.

No puede ser posible y no debería realizarse tan asqueroso chiquero, en principio, por salud pública. ¿No que las autoridades están en campaña contra la obesidad y los alimentos que la producen?

Y porque en contraparte y hasta donde se sabe, es doña Laura del Rocío, la esposa del gobernador del estado de Guerrero, Ángel Heladio Aguirre Rivero quien desde que su marido está por segunda vez en el Poder Ejecutivo, ella, incansable, trabaja para beneficiar a las familias guerrerenses, al grado que es del dominio público que la señora se ha mostrado muy activa y muy desprendida en tiempo, dinero y esfuerzo para que el programa de recuperación de Alcohólicos Anónimos sea conocido y practicado por el mayor número de personas con ese tipo de problemas. 

El choque de trenes es impactante contra ese proyecto humanitario cuando se celebran festivales alcohólicos pozoleros que destruyen familias. 

Porque mientras la señora Laura del Rocío lucha, con su plausible buena voluntad, se esfuerza, pone lo mejor de sí para que la gente deje de beber, Mario Moreno Arcos, presidente municipal de Chilpancingo lucha para ser el próximo gobernador de Guerrero, y en ese afán lucha para que la gente beba, se embrutezca, se auto aniquile, se encamine a la cirrosis, a la locura y a la desintegración de la familia, a la irresponsabilidad y se hunda en el alcoholismo, iniciando ese suicidio por medio de cínicas convocatorias vergonzantes para participar en «festivales» embrutecedores como es el del Pozole y del Mezcal que terminará el 12 de mayo.

El ayuntamiento de Chilpancingo es quien «organiza» parrandas mezcaleras y pozoleras del tamaño del egocentrismo de la H. Comuna, embriagando «a la prole» y a un pueblo «que acentúa su tradición más arraigada en este tipo de festivales» o saraos estupidizantes. 

Con ello, el ayuntamiento se pasa por la entrepierna las buenas intenciones de doña Laura del Rocío, respetable y admirada dama. Al hacerlo así y hasta con terquedad, el ayuntamiento de Mario Moreno Arcos debe tener un justificante irrebatible: ¿Será por «favorecer» la cultura «popular» o por el dinero que dejan estos negocios de apariencia «cultural»? 

¿De dónde le viene la casta al galgo o el tichate a los marranos?

De las empresas: Si se trata de un festival de pozole y mezcal, ¿qué tienen que hacer los anuncios, la publicidad de la cerveza Corona Extra en los carteles que desfilaron al frente de los contingentes o los anuncios de la Coca-Cola el miércoles anterior?      

¿Cuánto dinero pagaron las empresas al ayuntamiento o a los «organizadores» porque sus anuncios fueran portados por los contingentes de danzantes?

La desorganización lució por todos lados, desde la falta de apoyo de las autoridades policiacas y de tránsito hasta la alteración del recorrido que debió pasar de la plazoleta Unidos por Guerrero a la calle Zaragoza y de ahí a las instalaciones de la feria. Pero no. La columna siguió hasta la calle Colón para continuar por Altamirano, como si se tratara de una réplica del Pendón.

¡Agua!, ¡agua!, ¡agua! pedían por piedad los danzantes durante el extenuante recorrido. Pero los «organizadores» sólo dijeron que no había. Y luego, en la subida de la calle Heroínas del sur, el acabóse de agotamiento y sin agua. A nadie de los fomentadores del pozole y del mezcal «se le ocurrió» comprar agua para los participantes. Formas «mágicas» de ahorrar gastos.

Llegando a las instalaciones de la feria la gente se quedó vestida y alborotada: No hubo «Porrazo de tigres»: «Hay, pa’l sábado que se haga», dicen que dijo el anfitrión. Otra fórmula efectiva del ahorro.

Mario Moreno Arcos, próximo gobernador de Guerrero según pronósticos pozoleros y mezcaleros de algunos teporochos debidamente enterados,  y su séquito de personeros, lambiscones y huelepedo, en cuanto terminó el recorrido, dijo: «¡Patas, ¿pa’ qué las quiero?» y se largó. Se fue, huyó, se borró, desapareció. ¿Tragar pozole? Ya lo dijo Ruiz Massieu en la «Pozolería de Doña Jose»: ¡Ni que fuera marrano!

Mario Moreno Arcos dejó, como se dice en la jerga de los plumíferos, «con un palmo de narices» a los contingentes que vinieron de otros municipios y de pueblos circunvecinos «a engordarle el caldo», porque lo que sea de cada quien: En las fotos de prensa salió muy bien. (¡Ya tiene estilo de «gober», tú!).

Y mientras los choferes de los carros alegóricos hacían malabares para dar vuelta en las esquinas, sin tumbar tejas o derribar bardas, las dueñas de las pozolerías llamaban a los contingentes de danzantes a sus negocios: ¡Ey, vengan, pásenle, ahorita les servimos!

Y como dicen que el hambre es cabrona pero más el que la aguante: ¡Órale!: A mí me trae chicharrón y aguacate. Yo quiero dos chiles capones. A mí me trae una coca y una cazuela grande con  gordito. ¿No tiene tostadas? ¡Yo quiero semillitas de calabaza!

Claro, «las doñas» no se daban a basto, sirviendo. Cuando todos quedaron con el ombligo como bule y satisfechos, otra vez llegaron «las doñas» preguntando: ¿Quién va a pagar la cuenta? ¡Újule, pues el ayuntamiento! ¡No!, son ustedes los que comieron quienes tienen que pagar.

Y el presidente municipal de no sé dónde pagó siete mil pesos de pozole, el otro ocho mil y total que Mario Moreno Arcos, que es quien se paró la nalga con el mentado desfile del pozole y el mezcal, ni sus luces: ¡Huyó, se escondió, se esfumó, desapareció! Porque dicen que ya les había dado como 50 mil pesos a los «organizadores», pero que a estos «no les ajustó el dinero».

A lo mejor Mario Moreno no tuvo la culpa de tanto desmadre. Pero sí debería tener más cuidado con «sus» ratas de dos patas. Ya no alcanzó el espacio, disculpen. Queda pendiente el asunto del tesorero. Feliz fin de semana.