lunes, 1 de julio de 2013

ARTICULO

Yo, ciudadano

Sonidos de Acapulco

Gustavo Martínez Castellanos

 ¿A qué suena una ciudad? La pregunta podría parecer ociosa si tomamos en cuenta que el nombre “ciudad” resume un universo humano urbanizado y altamente mecanizado, inserto en el tráfago de una vida muy dinámica marcada por los ciclos de producción ya industriales, ya tecnológicos, ya mercantiles; o todos al mismo tiempo.

Acapulco sólo podría caer en el tercer rubro y únicamente en el sector servicios: vendemos atención al cliente y satisfactores que redunden en su diversión, su relajación y el uso lúdico de su tiempo de ocio.
Sin embargo, parece ser que la diversión sólo tiene cabida en ámbitos altamente sonoros en los que la reproducción de música eminentemente tecnologizada sólo puede ser consumida a excesivos decibeles. Y el uso lúdico del tiempo de ocio –actividades que ocupan el tiempo no productivo de la gente- en nuestra ciudad ha tomado un rumbo que parece no tener vuelta atrás: desde la discotheque hasta los restaurantes, pasando por las salas de cine y las de nuestras casas, el consumo del sonido a un muy alto volumen.
Esta característica puede constatarse cualquier noche en cualquier punto de la costera. Sobre todo en aquellos donde la aglomeración de personas sea alta: por poner un ejemplo la franja comprendida por la banqueta que enmarca la playa Condesa.
En este enclave la ciudad y los acapulqueños hemos perdido, aparte de los accesos al mar y el paisaje, el silencio. Una competencia inaudita de músicas se desata en cuanto el solo declina. Su estridencia ha dado pie a reclamos y litigios pero no hay autoridad que valga ante poder desmedido de los dueños de esos establecimientos de diversión.
Otro punto de alto voltaje auditivo es el Asta Bandera, pero no porque se celebre o conmemoren las hazañas de aquellos que nos dieron patria sino porque ahí se reúnen cada noche noctámbulos de toda laya que festejan el simple hecho de estar vivos con músicas a gran volumen y libaciones de no menor calado.
Uno más es el mirador que se encuentra inmediatamente después de la Base naval militar, hacia las Brisas, con su réplica exacta en el mirador que se encuentra inmediatamente bajando del punto más alto de esa vía.
En otros puntos ajenos a la costera el volumen de las músicas también alcanza niveles olímpicos, por ejemplo Sinfonía del Mar y la plazoleta de la Quebrada que ha revivido después del periodo de violencia que vivió el país.
Pero la estridencia musical no sólo es privativa de la geografía estática del puerto, también tiene un nicho en los vehículos que lo trazan a cualquier hora del día, de la noche o de la madrugada. En la Costera, en Cuauhtémoc y en la Ruiz Cortines corre a cargo de los camiones urbanos desde las cinco de la mañana hasta las once de la noche; y en el ínterin por carros de particulares y, en ocasiones, por motonetas que también han adoptado la modalidad de portar enormes bocinas para reproducir música a altísimo  volumen.
Sin ser una ciudad industrial Acapulco es una ciudad muy ruidosa. Nuestra idea de proporcionar esparcimiento y relajación es muy rara y tal vez incida en nuestros  niveles de captación turística. Creo que es tiempo de pensar en eso.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com; www.culturacapulco.com; http://culturacapulco.blogspot.mx/
Actividades en la Alianza Francesa: Presentación de libros y cine este 2 de julio; exposición pictórica “La negritud” todo el mes e inicio de Cursos de verano de Francés.

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