viernes, 23 de mayo de 2014

ARTICULO


Desastres naturales, movilización 
ciudadana y crisis gubernamental

Cesar González Guerrero

Los tiempos que se están viviendo en el espectro mundial, nos permiten observar cómo, a causa de tantos desastres naturales, sociales y políticos, las grandes manifestaciones ciudadanas, en sus diversas modalidades, están rebasando la capacidad de respuesta de los gobernantes en turno. Desde luego, estamos refiriéndonos a las marchas, plantones, exigencias, denuncias, bloqueos, ataques violentos en (y  a) las vías de comunicación,  enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, retenciones del personal laboral, falta de respeto a las instancias gubernamentales, desacato a las normas jurídicas, falta de respeto a todo tipo de autoridades, etc.

Todo ello, se puede encontrar en cualquier ciudad del mundo, pero lo que más preocupa es lo que se vive diariamente en nuestro entorno mas cercano, que es la ciudad en que, como dice Cristina Pacheco, “aquí nos toco vivir”. Es México, es Guerrero, es Chilpancingo. El último espacio que nos queda libre, puede ser,  nuestra calle; es más, tal vez nuestro hogar o, quizá, a quienes tenemos oportunidad, nuestro medio de transporte, puede ser un vehículo o simplemente la combi o el taxi. A ese extremo estamos llegando, nos ha alcanzado, a todos, vivir situaciones que causan, no solo molestias, sino  desanimo, impotencia, conflictos, enfermedades como el estrés, problemas laborales, etc.
Claro, las autoridades son las menos culpables, ellas ya no saben cómo actuar, no hay dinero suficiente para contrarrestar tantas calamidades, no hay programas capaces de terminar con tanto desorden, no existen estructuras administrativas con la capacidad necesaria para hacer cumplir la ley, se carece de un temperamento equilibrado de gobierno que, sin llegar a la violencia, pueda atender positivamente tantas expresiones en contra, no se observa un mínimo de interés, de capacidad, para otorgar la paz y tranquilidad que la ciudadanía reclama. Tal parece que se viven tiempos de ingobernabilidad, en donde solamente a quien no le sucede “algo”, asegura que “no pasa nada”. Sin embargo, aquí, y en cualquier parte, todo sucede.
Para algunos, dicen, esto es cinismo y falta de responsabilidad de quienes gobiernan; para otros, ciudadanos civiles, no es más que la expresión desesperada de quienes, tienen sus razones para actuar de esa manera. Como fuese, y respetando los argumentos, no se vale que sean los niños, jóvenes, ancianos, y mujeres, los enfermos, quienes sufran las consecuencias de estas actitudes que llegan al extremo. La gente libre, las personas, no importando la edad, color, sexo, o religión, dice basta a tanta impunidad e injusticia. Respetando los derechos humanos de todos, se deben hacer realidad las aspiraciones del individuo, tranquilidad y paz social.
Finalmente, solo queda esperar los cambios que, afortunadamente, ofrece el sistema político mexicano, periódicamente. Es decir, no hay mal que dure 100 años. 
El desgaste natural, de aquellos que tienen responsabilidades de gobierno, en cualquier parte del mundo, los lleva a buscar nuevos refugios políticos que lo “alejen” de las crisis, pero el pueblo los sigue, los vigila y los cuestiona y, en su momento cobra facturas. 
Algunas autoridades y funcionarios creen que los ciudadanos se acostumbran  a la “mala vida”, y no se dan cuenta que su prestigio, cada día, va en decadencia, y solo se sostienen gracias a los beneficios de la corrupción. Es por ello que, con las últimas reformas, y políticas de transparencia y anticorrupción, implementadas por el Presidente de la Republica, Enrique Peña Nieto, es más fácil para el ciudadano denunciar arbitrariedades y abusos del poder y, tal vez, las acciones penales no se vean en el corto plazo, pero más temprano que tarde llevaran a varios servidores públicos cumplir condenas legales. Ya veremos

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