viernes, 23 de mayo de 2014

COLUMNA

Cosmos

Gustavo Arellano Reynoso
Hace unas horas asistimos con pesar al acabo del novenario de misas que en la iglesia del barrio de San Francisco de Chilpancingo se hicieron para pedir al Creador por el descanso eterno del alma del gran amigo, vecino y paisano don Gustavo Arellano Reynoso.
“Gus”, como con afecto le llamamos siempre sus contemporáneos, fue un muchacho muy trabajador y que mucho ayudó a sus padres en las tareas del hogar.
Tenían su domicilio –donde sigue radicando la familia- en la casa localizada en las esquina de Altamirano con Pedro Ascencio de Alquisiras. Era, en aquellos años de los 40 una de las últimas casas en las orillas de la población. Hoy está en pleno centro de la capital guerrerense.

Ahí, mero en la esquina de la casa, hacia las dos calles, había una pileta redonda de piedra a la que llegaba el agua dulce de un manantial de la Barranca Seca de donde se surtían los vecinos. 
Atrás de la fuente había un predio grande, a manera de Mesón con sombra de árboles y de ramadas donde los comerciantes llegaban cargando sus mercancías a lomo de mula, machos y burros, provenientes de la región de Tixtla, Chilapa o de Mochitlán y Quechultenango.
Descargaban y no les quedaba lejos el mercado para ir a vender sus productos, tratándose casi siempre de frutas y verduras: Toronjas moradas así de bonitas y grandes, cajeles, limones, cebollas, mangos, cocoyules, plátanos, lechuga y muchas cosas más.
Su papá fue don Cutberto Arellano y su mamá doña Modesta Reynoso. El señor era panadero y hacía manjares que le compraba el vecindario pero también se echaba el pesado canastón a la cabeza y se iba caminando hasta a Amojileca donde surtía de su sabroso producto a las pocas tienditas que había en esa población.
Don “Cube”, el papá de Gus era un hombre mucho muy trabajador, fuerte, de pelo cano y amable con los amiguitos y amiguitas de sus hijos. Socorro, fue la hermana mayor de Gustavo quien desgraciadamente murió cuando se iba a casar con el hijo
mayor de Marcos Nava.
Le seguía en edad Gustavo quien se casó con una guapa muchacha de Coyuca de Benítez y tuvieron dos hijos bien trabajadores, honorables, estudiosos, inteligentísimos como ellos y excelentes amigos. Ya se casaron y sus esposas son muy amables y atentas como ellos.
Luego tuvo otra hermana, Josefina que tengo entendido radica en el DF, de una nobleza tremenda y excelentísima amiga y vecina; y al último, Javier, quien es profesor en la región de la Tierra Caliente, tal vez ya jubilado y casó con una muchacha muy bella, enfermera quien también al parecer trabajó toda su vida en aquella región de Guerrero en el IMSS y otras instituciones de salud.
Cuando éramos chamacos -¡¡¡Uuuuuuhhh!!!- nos reuníamos los vecinos en la esquina, alrededor del poste que estaba frente a la casa de Gustavo. Ahí iban los hijos del profesor Andrés Juárez Vega, los hijos de don Pancho Leyva, los hijos de don Mario Castillo, El Güero Balta, los hijos de don Benito Ramírez; los hijos de don Fili Hernández el gran músico y zapatero, las muchachas Villalva que siempre han sido a todo dar y los Calleja, por citar unos cuantos.
Fuimos una gran familia jugando canicas, pítima, rayuela, trompo, balero, a las agarradoras, al burro castigado, saltando la reata y a siempre andar corriendo por toda la calle Altamirano, donde de noche ya no pasaban los carros grandotes que iban para Tixtla y estaba libre y era de tierra y las casas de teja y cuando llovía se hacían los tepanoles. La pura diversión sana.
Había gente muy linda como la que he mencionado y como doña “Tonchi” Palma (doña Antonia Palma), una gran dama de mucho carácter y trabajadora como pocas, chaparrita siempre con su mandil puesto y su gran personalidad desplazándose por su tienda, y quien vino de Tixtlancingo (Costa Grande), compró una casota en la esquina y puso una tienda donde vendía de todo, especialmente unos chiles en vinagre y chipotles que exhibía en unos vitroleros y que jamás volvimos a probar. Ummm, así de exquisitos, hasta se hace agua la boca.
Gustavo, al paso de los años se dedicó a reparar radios y televisores y cada quien tomó el rumbo de su vida. Parece que el oficio lo aprendió de Javier Castillo Villanueva, un amigo como pocos. Lo que no se olvida es que se hizo cargo de un taller de reparación de radio y televisores que estuvo en un local del hotel “Laura Elena”, y que era propiedad del profesor Arturo Cervantes Delgado. Algunos jóvenes aprendieron bien el oficio y de eso viven.
Doña Modesta, su mamá, estuvo dedicada al hogar, pero se dio tiempo para enseñar a leer y a escribir a muchas criaturitas cuyos padres los llevaban a su casa por las tardes.
Don “Cube”, siempre haciendo pan. A muchos nos enseñó. Le ayudábamos a limpiar las hojas donde se coloca el pan para meterlo al horno. Supimos de la elaboración de la masa para los bolillos y también a colocarles el molde a los chamucos. Era travieso y jugaba con todos y nos hacía bromas. Todo un gran señor don Cutberto Arellano. Le compuso una canción muy bonita a la feria de Chilpancingo y que publicamos hace años. Tocaba la guitarra y cantaba.
En esa época todos los que eran panaderos salían en la danza clásica de diciembre “Los 12 Pares de Francia” y don “Cube” tenía ahí un papel muy importante que hacer junto con don Raymundo Organista y todos los panaderos de ese entonces, don Licho Calvo y muchos, pero muchos más que hacían “el reto” al mediodía donde estuvieron “Las Tribunas”, del Colegio del estado. Iban a caballo y su sable con sus trajes de gala o sus atuendos árabes.
Hubo muchachos muy apreciados en esa época como Guillermo Temelo, quien ya es profesor jubilado en Iguala, allá se casó y es hermano del gran periodista Félix J. López Romero quien, por cierto, hasta hace poco, iba a todas las noches al taller de reparación de radio y televisores de Gustavo y ahí se daban cita otros amigos de la época para “cotorrear el punto”.
Vivimos una época de Cacería con el gran Gustavo y muchos de los buenos amigos. Nos íbamos por varios rumbos de la geografía guerrerense a acompañarlos y hubo noches de suerte que con el tino para el tiro que tenían Bernardo Álvarez y Javier Castillo, hasta venado traíamos y lo compartíamos. En una época muy breve Gus gustó de jugar gallos de pelea, pero fue algo pasajero.
Falleció lamentablemente un día después del sismo del día 8 de mayo de 2014 en la mañana. 
Hoy quisimos recordarlo, hacer un viaje por ese pasado de la niñez, de la infancia, de la inocencia y de los recuerdos, de cuando este mundo se veía de otros colores. Épocas idas de los años 50 Siglo XX. Gus y muchos otros vecinos también se han ido de este mundo, pero lo vivieron y disfrutaron y nosotros con ellos. 
Así es todo: Estamos de paso y se puede vivir tan gratamente como se quiera. 
Un saludo a su querida familia y que disfruten como nosotros de estos recuerdos bonitos.  

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