jueves, 26 de junio de 2014

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

 Martín Ortiz Valle 
Las reuniones familiares en casa de Martín para celebrar su cumpleaños cada 30 de junio se dieron siempre un ambiente familiar de muchos calor humano, mucha fraternidad, aunque algunos de los asistentes no nos conociéramos. Él, con su grata cordialidad sabía enlazar la amistad y atarla para siempre.

Fueron –digo fueron porque él se fue de este mundo meses atrás- de esas fiestas que se disfrutan de principio a fin. Con mucho ambiente, música, alegría a raudales, charlas interesantes y hospitalidad como para sentirse en casa. Y de comer, ni se diga. Su esposa Elenita y sus muy atentos, educados y amables hijos se encargaban de ofrecer lo mejor a quienes llegábamos a felicitarlo. Anfitriones gratos.
Había además algo magnífico, de lujo, único: La presencia del maestro Abercio Cortés y su hermano Juan, tocando y cantando desde la hora de la comida hasta el amanecer del día siguiente. Abercio, al violín donde fue un diestro -¿y dónde no en materia musical?- y la presencia señorial de mi amiga Gil, hermana de Abercio que canta como ella sola.
Digámoslo como es: Abercio, de los mejores músicos nacidos en Guerrero. Fue director de la Orquesta “Educación”, de las más importantes que ha habido en Guerrero y Juan, su hermano apreciado y valioso, músico de lo más completo. Anduvieron paseando su arte en un trasatlántico de fama por el Mar Tirreno donde duraron años.
Por eso, por la agradable amistad de Martín Ortiz Valle y de su familia, esas fiestas jamás se olvidan y a él, menos: Excelencia en la amistad.
Martín fue líder de los trabajadores universitarios y ya jubilado siguió en la batalla. Tuvo a su cargo un programa en Radio Universidad Autónoma de Guerrero que era muy escuchado por  la importante información que difundía, por las entrevistas y la originalidad. Años antes fue empleado de la desaparecida Dirección de Pensiones del estado cuando era dirigida por Gildardo Valenzo Miranda.
Fue hijo del viejo periodista calentano y valiente revolucionario, de los de a de veras, Herminio Ortiz Chamú, un gran personaje que escribía su columna “Removiendo Escombros” y la firmaba con el pseudónimo de “Exterminio”. Martín tuvo hermanos y hermanas, algunos fallecieron y todos dueños, como él, de un gran carisma y amistad sin tacha.
Su esposa Elenita es una señora de carácter firme, de decisiones, de llevar la dirección del hogar por vientos venturosos y magníficos rumbos, como lo hacen todas las mujeres buenas y nobles, de educar de la mejor forma a los hijos y enseñarlos a trabajar, todo dentro de los marcos de la honestidad y la disciplina… ¿Qué más se puede pedir a la vida?
Martín continuó la tarea de don Herminio, su papá, quien vendía libros en aquella época de los años 70 a un costado de la zapatería Canadá, ya desaparecida, sobre la calle 16 de septiembre. El prestigiado periodista Manuel Mejido vino a hacerle una entrevista para Excélsior que publicó en primera plana. Señorones del periodismo uno y otro.
Y con todo ese bagaje de amistad y de cultura, un día no muy lejano Martín Ortiz Valle enfermó, de pronto dejamos de verlo en Chilpancingo, en su puesto de libros, porque tuvo que pasarse algunas semanas en hospitales de la ciudad de México.
Lamentablemente fueron sus últimos días y aún más lamentable que falleció. Se fue de esta vida un hombre bueno, trabajador, honrado, de carácter, luchando siempre a favor de sus compañeros trabajadores de la universidad quienes lo sienten muy en serio. Martin murió y fue impresionante ver tal cantidad de amigos y familiares, vecinos y paisanos acompañarlo hasta su última morada donde se le dio el adiós con honores muy merecidos, pero más que nada, con dolor.
Se aproxima su cumpleaños para el día 30. Su esposa desea que se le recuerde como si estuviera presente, pero la verdad que la ausencia de los verdaderos amigos duele y mucho.
Al recordar esta vez a nuestro apreciado amigo Martín y a su querida familia, recordamos con mucho cariño a Gil, su prima, que hace años, en una de esas fiestas de cumpleaños y ya entrada la tarde, cuando Abercio y Juan estaban tocando piezas de antaño, llegó Gil a la comida y así como va, a bocajarro dijo a los invitados que le dedicaba a Héctor Contreras Organista, amigo de la lejana infancia, una canción de la época cuando su papá, el maestro Juanito Cortés, era maestro de música del Jardín de Niños “Juan Álvarez”, que inició en las calles de Altamirano. 
La dulce amiga Gil (que seguramente recordaba a otro buen amigo que hace muchos años se fue de este mundo) comenzó su interpretación y le vimos brotar algunas lágrimas:
“Sé que te vas por un rumbo perdido… Ave fugaz, que abandonas el nido… Ya no tendrás el calor de mis besos, nunca podrás encontrar un cariño mejor… Algo quizá te traerá algún olvido y haz de querer regresar a mi nido… Ya no podrás encontrar un recuerdo, no… porque mi amor como tú ya su rumbo perdió”.
Agradecimos y agradecemos siempre a Gil la remembranza.
Mi querido Martín Ortiz Valle, donde estés, mi hermano, muchas felicidades en tu día cumpleaños. 

1 comentario:

  1. EXCELENTE CRONICA, SALUDOS AFECTUOSOS Y LE RECONOCEMOS LA LEALTAD DE SU AMISTAD HACIA MI PADRE Y HACIA LA FAMILIA. GRACIAS POR RECORDAR A MI PADRE EN SU DIA Y POR RECONOCER A LA FAMILIA.

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