martes, 22 de julio de 2014

COLUMNA

Nuestra riqueza petrolera 
Apolinar Castrejón Marino
Los mexicanos tenemos que soportar una curiosa confrontación entre los actores políticos de México, a razón de la reforma energética, que presuntamente será “La Madre de todas las batallas”.
Es un caldo de cultivo en el que navegan las razones y las mentiras de la clase política, que invadidos de entusiasmo, confiesan sus vicios y trapacerías. Como el Senador priista que opera como defensor de enrique Peña, y exclama a voz en cuello, que “El Presidente no miente”. 


Y como si se tratara del mismo senador romano Catilina, y esgrimiendo su dedo flamígero, afirma que los de enfrente se oponen “…con un nacionalismo necio, absurdo  y retrógrado”. Y luego otro senador del mismo partido desde la tribuna trata de convencer a los demás que Enrique Peña “…no es Luis XIV”.
No podemos desperdiciar tan oportunas declaraciones de los políticos que hablan desde lo más profundo de su ser, y desde los intestinos de la mafia de la política. Y vamos a aprovechar para precisar, que la desconfianza de los mexicanos hacia sus autoridades, es precisamente la falsedad de sus dichos, empezando por el Presidente de la República.
El Presidente José López Portillo mintió a la nación cuando declaró en su 4° informe de gobierno, que tendríamos que “…aprender a administrar la abundancia”, refiriéndose al descubrimiento de los mantos petrolíferos de Cantarell, tasados en millones de barriles de petróleo.
Miguel de La Madrid, siendo Presidente de México se entrampó en transacciones comerciales con los más grandes imperios capitalistas, y se lo “comieron crudo”. Entonces echó mano de los fondos que  producía el petróleo… sin decírselo a nadie.
Carlos Salinas maniobró torpemente la economía, y luego quiso engañarnos de una bonanza ficticia, que construyó con dinero del petróleo.
El Presidente Lázaro Cárdenas, echó del país a los extranjeros que se estaban aprovechando de la riqueza petrolera, y les pagó como pudo la maquinaria y las instalaciones que tenían aquí. 
Los empresarios franceses y gringos se fueron del país, confiando que en poco tiempo serían llamados de nueva cuenta para que se hicieran cargo nuevamente de la explotación y transformación del petróleo. 
Pero, siendo absolutamente responsable de sus actos, Cárdenas se comprometió a que se continuaran los trabajos y actividades petroleras. Para la formación del personal de primera línea, fundó El Instituto Politécnico Nacional, con la misión de formar a los ingenieros y técnicos que se harían cargo de la extracción, transformación y refinación.
La percepción de los mexicanos era que somos un país afortunado de tener tan valiosa materia prima, y que nos ayudaría a desarrollar nuestra economía y otros sectores de producción. Ser un país productor de petróleo, nos ponía en camino de ser un país rico y poderoso.
Pero los presidentes nos mintieron, y nada de lo que suponíamos que sería en nuestro beneficio, sucedió. La mentira más monstruosa fue que solo se dedicaron a extraer y vender el petróleo, cuando la extracción era tan simple como poner un popote y chupar el petróleo.
Pero abandonaron el trabajo más fino de refinar y producir las gasolinas, almacenar y transportar el gas, y mejorar la calidad de las gasolinas. Optaron por comprar las gasolinas del extranjero, de países que tenían mucho personal y buena tecnología para depurar los combustibles.
Es como si un restaurantero, se dedicara a comprar la comida que va a ofrecer en su negocio. Así fue creciendo la dependencia de los precios y condiciones que nos imponían los verdaderos países productores de energéticos, hasta el grado que nuestras ganancias como país “productor” fueron insuficientes para cubrir los precios que nos imponían los que “solo” refinaban nuestra materia prima.

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