lunes, 22 de septiembre de 2014

PRIMERA PLANA

Ruiz Massieu.El crimen perfecto 
Carlos Puig/Nexos hoy
 (Tercera Parte)


Ruiz Massieu coloca en drive la transmisión automática y hace girar hacia la derecha el volante. Acelera ligeramente para que se aproximen los autos de Ortega Lomelí y de su cuerpo de seguridad. Tiempo suficiente para que el cazador furtivo abandone su escondite. Aguilar Treviño atraviesa el camellón, arroja al piso el Ovaciones y apunta la subametralladora Intratec a la cabeza de Ruiz Massieu, a la cabeza del hombre que hace de su seguridad una doctrina que lo lleva hasta la prepotencia. Dicen que después de Ernesto Zedillo es el hombre más protegido del partido en el poder. Ahora está aquí, paradójicamente rodeado de agentes e indefenso ante la muerte. Las ventanas están cerradas, pero Aguilar Treviño sabe que el auto no es blindado, que la bala no rebotará hacia él, y por eso dispara…

Se escucha el sonido seco, estridente.
La bala es expansiva, de punta de plomo. Su efecto comienza en el primer impacto, que es contra el cristal: abre un boquete y va directo contra la parte izquierda del cuello del político. El disparo produce gases que impiden una nueva detonación, pero la herida es mortal. Brota la sangre a borbotones y alcanza los discos compactos de Lucha Villa, Rocío Dúrcal y Marco Antonio Muñiz, que están en el asiento trasero. El cuerpo de Ruiz Massieu se inclina hacia su derecha; Heriberto Galindo y Ortega Lomelí observan, aterrorizados aún, la sorpresa en la expresión de Aguilar Treviño. La trampa se ha cerrado también para él: no podrá hacer más disparos a pesar de que desesperadamente tira del gatillo, porque su arma está trabada. Entonces decide huir y corre hacia Reforma… Comienza una nueva cacería. Detrás del sicario corren los agentes pistola en mano; gritan, exigen que alguien detenga al criminal.
La secretaria Isabel Plancarte avanza hacia su oficina, y a sus pies cae el arma que escapa de las manos del homicida, en cuyo rostro ve el terror; amenazan con explotar las venas en su cuello.
El Buick Century, en cuyo interior agoniza un hombre, se desplaza lentamente en diagonal hasta estrellarse contra un taxi turístico. Hacia él corre todo mundo. Aguilar Treviño es detenido por el policía bancario José Rodríguez Moreno, quien lo encañona con un rifle M-1 frente a la sucursal de Banca Cremi en Reforma y Lafragua. Dos paramédicos dan respiración de boca a boca a Ruiz Massieu y la doctora y futura legisladora Ana María Licona le desabotona el cuello de la camisa, le afloja la corbata color vino con motitas blancas y le golpea el corazón…
Todo es inútil. Si bien puede decirse que Ruiz Massieu vive, neurológicamente puede decirse que ha muerto. Las probabilidades de sobrevivencia son del uno por ciento. La hemorragia tiñe de rojo la blanca camisa; no hay signos vitales, el pulso se desvanece… Se extingue la vida de este hombre que tiene los ojos abiertos. Si la bala que penetró en su cuerpo hubiese sido normal, habría atravesado el cuello y penetrado en el pulmón, pero tal vez no estaría en peligro su vida. Ésta lo mató al instante. En su trayectoria por el cuello, la bala expansiva seccionó arterias y venas vitales en el organismo: rompió la carótida, la yugular y la subclavia, lo que produjo una intensa hemorragia… Después lastimó la arteria aorta y la vena cava. A cada latido del corazón fueron vertidas importantes cantidades de sangre al tórax, impidiendo la función de pulmones y bronquios. Por eso la respiración era cada vez más difícil y se sucedían los estertores en aquel cuerpo exánime; estertores: reflejos de broncoaspiración —respiración con sangre en los bronquios—, mientras el corazón late a toda velocidad, bombea más sangre y hace imposible lo poco posible… La falta de oxígeno causó el inmediato desvanecimiento de Ruiz Massieu. La muerte llegó sin que él se diera cuenta. Pelearon su organismo y los cuerpos médicos una pelea perdida desde el primer instante…
 ¿Cómo te llamas? Le preguntaron en la Procuraduría a Aguilar Treviño. Héctor Reséndiz, dijo primero. José Ortega dijo minutos después. 

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