viernes, 13 de marzo de 2015

COLUMNA

 El sastre y el rey 

Apolinar Castrejón Marino 

Sucedió en Europa hace muchos siglos, pero confiamos en que no será difícil entenderlo, pues es como si sucediera en la actualidad en México, ya que vivimos como si nuestro país fuese un reino, y como si el Presidente fuese un Rey: déspota, autoritario, y caprichoso.
Un día el Rey paseaba por los corredores del Palacio Real, donde había muchos pinos, y al entrar a una habitación, su chaqueta se enredó con el pesado cortinaje, y al destrabarse, se dio cuenta que un botón se le había desprendido. Le dio mucho coraje, así que furioso, mandó a buscar a su sastre, y ordenó que le cortaran la cabeza.
La guardia real fue hasta la casa del sastre, y lo apresó para llevarlo a la mazmorra a esperar allí su muerte, el día siguiente. El sastre pasó el día tranquilamente, pensando, y cuando el guardia le llevó su última cena, el sastre dijo que no tenía hambre, y que estaba preocupado por el pobre Rey. 

Entonces el guardia se sonrió con burla, y le dijo al prisionero.
-¿Pobre del Rey? ¡Pobre de ti! ¡Tu cabeza rodará por el suelo mañana!
-Si, por eso. Entonces el Rey perderá un sastre, y además perderá la posibilidad de que su oso aprenda a hablar. Y entiendo que su oso es la cosa que más quiere.
Muy intrigado, el guardia preguntó al sastre: 
-¿Tú puedes enseñarle a hablar a los osos?
Y el taimado sastre le respondió.
-Si…es un viejo secreto familiar.
Deseoso de ganarse los favores del Rey copetón, el pobre guardia corrió a contarle su descubrimiento. El Rey se alegró en su corazón, y mandó rápidamente a buscar al sastre. Cuando el bribón estuvo ante el Rey, le ordenó.
-¡Enséñale a hablar a mi oso!
El sastre contestó al Rey con tono calculadamente medroso.
-Majestad, nada me gustaría más que complacerte, pero la verdad, es que enseñar a hablar a un oso es una tarea muy ardua, que lleva tiempo.
El Rey quedó callado un momento, meditando. Luego preguntó al sastre:
-¿Cuánto tiempo tardarías en enseñarle?
-Bueno, depende de la inteligencia del oso.
-¡El oso es muy inteligente! 
-Bueno, si el oso es inteligente, yo creo que el aprendizaje duraría, duraría... como cuatro años.  
El Rey hizo como si pensara, y luego ordenó:  
-Bien, tu pena será suspendida por cuatro años, para que entrenes al oso. 
Viendo como el Rey caía en su trampa, el pícaro sastre quiso sacar aún más provecho, y le dijo.
-Alteza. Si tú mandas al verdugo cortarme la cabeza mañana, ya estando muerto no tendré problemas, y mi familia se las ingeniará para poder sobrevivir. Pero si me suspendes la pena, yo tendré que dedicar mi tiempo a trabajar. Y entonces no podré ocuparme de tu oso. 
El Rey que todo lo resolvía ordenando reformas e iniciativas, le dijo:
-Eso no es problema. A partir de hoy tú y tu familia estarán bajo la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados con el dinero de la corte, y nada que necesiten o deseen, les será negado ¡Traigan papel, que tengo ganas de firmar!
El sastre, se alegró en su alma, y le expresó toda su gratitud al Rey. Lleno de satisfacción por su poder, el soberano ordenó. 
-Bien... ¡Guardias!  Que lleven al sastre a su casa en el carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y regalos para sus hijos. Vamos a adelantarles el “día del niño”.
En poco tiempo, el sastre llegó a su casa. Todos lloraban por su muerte. Su esposa e hijos se sorprendieron cuando lo vieron llegar en el carruaje del Rey, vivo, sonriente, y con regalos. Todos se abrazaron alegres.
Al rato, cuando estuvieron a solas el hombre le contó los hechos a su mujer. Y ella muy asustada le dijo:
-Estás loco ¿Cómo vas a enseñar a hablar a un oso? 
Muy tranquilo, el hombrecito le dijo a su mujer.
-Calma, calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer, ahora tengo cuatro años en los que pueden pasar tantas cosas, y hasta puedo hacer que me integre al gabinete. Además, el gobierno de este estúpido se termina dentro de 4 años. Acuérdate que vivimos en un sistema métrico sexenal.
Usted puede leer, este y otros cuentos en el libro “El Camino de las Lágrimas” de Jorge Bucay.

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