viernes, 10 de abril de 2015

COLUMNA

El rey y el mendigo V.I.P. 

Apolinar Castrejón Marino



Había un pordiosero llamado Mayro, que dormía en cualquier zaguán y comía cualquier limosna o mendrugos, que  le daban personas caritativas. Sin embargo, era considerado muy sabio, no tanto por su inteligencia, sino por todo lo que había vivido.
Una mañana el Rey paseaba por la plaza, rodeado de sus guardias. Cuando pasaba frente a Mayro, se lo quedó mirando con cierta curiosidad, y le dijo: “Si me contestas una pregunta, te doy una moneda de oro.”


Mayro lo miró, casi despectivamente, y le contestó: “Puedes quedarte con tu moneda ¿Para qué la querría yo? Pero ¿Cuál es tu pregunta? El Rey no se esperaba esta reacción, y sintiéndose desafiado decidió probarlo con una adivinanza. Dime, ¿Cuantos meses tienen 28 días?
Solo lo pensó un instante y luego le contestó al Rey. “Majestad, todos los meses tienen 28 días, pero febrero solo pasa de ese número, cada 4 años”. La repuesta de Mayro fue acertada, y la expresó de forma modesta. 
El rey se sorprendió; dejó su moneda a los pies del mendigo y siguió su camino, meditando sobre lo sucedido. El mendigo que tuvo enfrente, el más pobre de sus súbditos, no se dejó influir por su presencia, y se atuvo a su sabiduría para contestar.
Al día siguiente el Rey envió por Mayro para incorporarlo al gabinete real. El ex mendigo empezó a participar en las reuniones importantes, y sus puntos de vista, casi siempre eran acertados. El Rey sentía que había hecho una gran adquisición en beneficio del país.
En poco tiempo el Rey lo hiso  regidor, luego diputete y después presidente municipal todo iba bien, a pesar de que Mayro se dedicó a beneficiar a su familia, amistades y folowers que le habían hecho “el paro” en las campañas.
Pero se pasó de lanza robando y dejando que “su gente” abusara de sus puestos, y se dieran la gran vida, y que hasta los patanes se comportaran arrogante y arbitrariamente. Esto desencadenó los celos de los cortesanos-militantes que lo veían como un intruso, y una amenaza para sus intereses partidarios.
Entonces, se unieron para exponerle al Rey, cierto misterio que habían descubierto en el asesor que había recogido de las calles. “Hemos descubierto en tu asesor y amigo Mayro, una conducta muy sospechosa, casi como si quisiera cambiarse de partido. Quizá hasta esté conspirando para derrocarte”. 
“No puede ser. No lo creo” dijo el rey.
“Puedes confirmarlo con tus propios ojos,” dijeron todos. “Todas las tardes se escabulle hacia el corredor del fondo del palacio, y se reúne a escondidas, no sabemos con quién, en un cuarto oscuro”.
El Rey se sintió defraudado y dolido, y decidió confrontar a Mayro en el momento de los hechos. Esa tarde se ocultó en el recodo de una escalera, a esperar las acciones de su asesor, y esto es lo que vio. Mayro llegó a la puerta de un cuarto apartado, miró precavidamente hacia los lados y se escabulló sigilosamente.
Al ver esto, el Rey, seguido de su guardia personal irrumpió en el cuarto, y así pudo ver como Mayro estaba sentado en un pequeño banco de madera, y solo miraba hacia un rincón en donde estaban un plato de desgastado, una vara de caminante y una túnica raída colgando de la pared.
Con gesto severo, el Rey le preguntó qué hacía ahí, y con quien se reunía con tanto misterio. “¿Acaso estás conspirando contra mi Mayro?”.
“De ninguna manera majestad, hace seis meses cuando llegué aquí, lo único que tenía eran esta túnica, este plato y esta vara de madera. Ahora tengo muchas cosas que me has dado. La fina ropa que visto, la cama tan cómoda en la que duermo, y la plata que me das para gastar”.
“Pero para conservar mi cabeza en su lugar, debo recordar permanentemente de dónde vengo, y no dejarme envanecer por los lujos y el confort. Y estas cosas que vengo a ver furtivamente me recuerdan quien soy realmente”.
Este es otro cuentecito de Jorge Bucay, que hubiera sido bueno que conocieran los políticos chilpancingueños que se sintieron Dioses del Olimpo, y que hoy andan rogando que los más altos mandos de su partido los mantengan pegados a la ubre del presupuesto.

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