miércoles, 15 de julio de 2015

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

Al Laurel del Templo de Chilpancingo
 Lamberto Alarcón Catalán
 He vuelto a mi ciudad sólo por verte,
por estar a tu sombra,
por escuchar bajo tus verdes ramas
la charla de mi novia,
mientras arriba de nosotros tiemblan
la seda de las alas de los pájaros
y el cantar de la brisa, como un río
de corriente lejana y rumorosa.
 He vuelto a la ciudad de mis ensueños
porque siempre, a la hora
en que vuelven al alma los recuerdos,
los nidos de tu fronda
desde lejos me hablaban unas voces
que llenaban de nuevo el pensamiento
y cantaban de nuevo en la memoria.

 He vuelto a mi ciudad, porque mis ojos
salían de sus órbita
anhelando siquiera adivinarte,
adivinar tu forma
y columpiarse en el vaivén del viento
que mece las hamacas de tus pájaros
al rumor cadencioso de tus hojas.
 Porque tú no has pensado en arrojarme
jamás de tu memoria;
porque eres fiel como el recuerdo mismo,
por eso canto ahora,
en el yunque de plata de mi verso
forjo el cantar que te diré mañana
cuando venga adormir bajo tu fronda.
 Por bueno te quisiera diminuto,
casi como una rosa;
quisiera que cupieses en el hueco
que mis manos te forman
y llevarte conmigo por los rumbos 
abiertos de la vida, mientras tanto
vuelvo, a charlar de nuevo con mi novia.
 Pero ya que jamás he de lograrlo,
te pediré una cosa:
que cuando sola junto a ti pasare,
le digas en tu lengua rumorosa
 que no olvide traerme cuando muera
a descansar bajo tu verde fronda,
para que pueda en la compacta sombra
del sepulcro, saber cuándo amanece,
porque escuche la orquesta de tus pájaros
que cantan a la aurora.

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