miércoles, 29 de julio de 2015

COLUMNA

Cosmos
Héctor Contreras Organista


PROFESORA CRISTINA ABARCA JORGE
(Primera Parte)
Escuchar la charla amena y valiosa de la apreciada y admirada profesora Cristina Abarca Jorge es no solamente una delicia, es la gran oportunidad de una vez más acudir al aprendizaje. Es igual al caso del alumno atento en su clase de la centenaria Escuela Normal del Estado donde prodigó por años sus conocimientos y dirigió la prestigiada institución.
Amable, que es una de sus más acentuadas características, nos da la bienvenida en su domicilio y accede con generosidad a hablarnos de su vida. Le acompañamos a realizar un viaje de remembranza al Chilpancingo que disfrutó en las etapas de la infancia y juventud en el seno familiar, con sus padres, don Gabriel Abarca Jorge y su mamá doña Ángela Jorge de Abarca así como con sus hermanos Damián, el mayor, Ofelia, Napoleón quien falleció hace algún tiempo, Naty, Virginia, María Eugenia y nuestro estimado amigo y contemporáneo Gabriel, quien también, lamentablemente murió hace tiempo.

Acudimos con mucho gusto al barrio de San Mateo para realizar la entrevista. A espaldas de la iglesia se encuentra el hogar de la familia Villalva Abarca. Ella casó con don Javier Villalva Ruiz, quien lamentablemente falleció hace poco y fueron padres de Erika quien hace tiempo fue llevada por Dios a su lado, porque allá la necesita el Creador. 
La estimada profesora nació el miércoles 5 de junio de 1935. En ese entonces la familia tenía su domicilio en la calle de Madero, lugar donde su papá atendía la peluquería. De los recuerdos de ese pueblo bohemio viene a la memoria que por ese rumbo existió una cantina, “El Morabia”, sitio del cual era cliente asiduo don Roberto Catalán Mancilla, conocido en el pueblo con el mote de “El Güero Sol”, pintoresco personaje de leyenda en la capital guerrerense.
Con su hermano mayor, Damián, la niña Cristina iban al jardín de Niños “Benito Juárez”, enfrente de donde vivió la familia Leyva Mancilla, casa del gobernador Baltazar R. Leyva Mancilla. Ella ocupa el segundo lugar de una familia de ocho hermanos: El primero se llamó Damián, luego Cristina, después Ofelia, Napoleón que falleció; Naty, Virginia, María Eugenia y Gabriel, el más pequeño.
Después de haber cursado la Primaria en la prestigiada escuela “Lauro Aguirre” y la Secundaria en el Colegio del Estado, en el tercer año de la secundaria los maestros hicieron una entrevista a los alumnos sobre qué planeaban para continuar sus estudios. Les dieron orientación y la joven Cristina tenía una aspiración: ser química, pero en ese entonces las posibilidades económicas no le eran favorables para estudiar la carrera que tenía que hacerse en la ciudad de México y no era fácil que los padres permitieran a sus hijas ir al Distrito Federal.
Fue entonces que decidió estudiar la carrera magisterial, aunque consideraba que no era su vocación por su carácter que siempre ha sido fuerte, y señala que su mismo papá se lo decía, pero fue la opción. Se inscribió e hizo la carrera para en el año de 1953 egresar de la Escuela Normal. “Y no me arrepiento. Sentí que trabajé con mucho cariño, con mucha responsabilidad que nos inculcaron los buenos maestros que tuvimos.
“En la Normal tuvimos el privilegio de tener como maestros a la profesora Lucia Luna Mancilla que fue de veras nuestra guía, que fue nuestra orientadora, que nos proporcionó todos sus conocimientos. Hasta su biblioteca nos la puso a disposición. Íbamos a su casa como si fuera nuestra casa. Nos dejaba allá y ahí nos documentábamos sobre las tareas.
“Otros maestros que recuerdo con mucho cariño fue el profesor Donaciano Serna Leal, creo que después que se retiró de aquí fue gobernador interino del estado de Hidalgo, pero él nos dio muchas materias como Ciencia de la Educación, y el licenciado Mauro Huerta Molina que nos dio Lógica, Ética y sus enseñanzas de veras eran magníficas. Tocaban el timbre o la campana y queríamos que siguiera con sus enseñanzas. El profesor Rubén Mora que nos dio Literatura, Etimología y el profesor Luis Montaño en la cuestión de deportes que me acuerdo que nos lucíamos con las tablas gimnásticas que se hacían en la noche en lo que era el Teatro del Pueblo y con teas se iluminaban y que yo recuerdo con mucho cariño”.
Su actividad magisterial comenzó cuando cursaba el primer año de la Escuela Normal porque su hermana Ofelia que no quiso estudiar para maestra dijo que ella quería trabajar y estudiar algo rápido y se fue a la Escuela de Comercio, y empezó a trabajar en una Coordinación de Alfabetización. Platicando con su jefe le dijo que su hermana Cristina estaba estudiando para maestra y él le sugirió que comenzara a trabajar.
La profesora Cristina comentó al respecto: “Yo no me sentía todavía con los elementos necesarios para enseñar, y le platiqué a la maestra Lucía Luna. Y me dice: ¿qué cosa? Tú vas a trabajar, yo te voy a guiar. Y entonces formé un grupo de alfabetización con personas que todavía viven y les enseñé a escribir y a leer en la Escuela “Lauro Aguirre”, que me hicieron favor de prestarme un espacio. Esa fue mi primera experiencia. Antes de que fuera a las prácticas en las escuelas y todo eso, ahí me inicié y fui tomándole cariño y amor a la carrera, y con las prácticas y todo lo demás nos adentramos”.
Recordó que en esa época “no muchos querían ser maestros. La mayoría de la generación (eran dos grupos de la Secundaria que egresaron) se fueron a estudiar a la ciudad de México y todos fueron profesionistas”. Algunas de sus compañeras también se fueron a estudiar al DF y en la Normal sólo se quedaron cinco. Iniciaron unos doce o quince alumnos pero egresaron como profesores sólo cinco de aquellos alumnos: Yolanda Ramírez, Virginia López, Carolina Klimec; solo un hombre: Aniceto Escobar y Cristina Abarca Jorge, egresados en el año de 1953.
Su primera plaza ya dentro de la Secretaría de Educación Pública fue en Chilpancingo, en la Escuela Primaria “Vicente Guerrero” en la época en que el director de Educación Pública fue el profesor Leopoldo Castro García. “Uno lleva la teoría pero la práctica se hace ahí en las aulas, ahí me hice maestra con los niños y con los directores que tuve. La profesora Margarita Memije era la directora, muy destacada. Fue maestra de mi esposo cuando él estudió la primaria, muy exigente, muy buena, nos enseñó a trabajar, a ser responsables y todo lo que necesitábamos, consejos, orientaciones que hasta la vez los conservo”.

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