martes, 21 de julio de 2015

COLUMNA

Eva Perón (Evita)

Apolinar Castrejón Marino


El 26 de Julio de 1952 murió Evita, considerada una santa, y protectora de “Los Descamisados”, como llamaba cariñosamente a los pobres. 
“Ave de tempestades”, hablaremos de ella, porque estableció un modelo de política, que muchos grilleros mexicanos imitan, a sabiendas, o sin proponérselo conscientemente.


Tenía un gran carisma, era muy inteligente y audaz, lo cual le valió para ser esposa del Presidente Juan Domingo Perón, líder de un gran movimiento político, llamado peronismo. Su imagen de exquisito refinamiento, y sus dotes de oradora, fueron utilizadas por su esposo para dominar a los movimientos sociales. 
El peronismo promovió la industrialización la producción, y la ampliación del mercado interno. A través de las empresas estatales, entregó muchos créditos públicos, adelgazó las políticas tarifarias, y estableció un programa llamado "compra nacional", que consistía en adquisiciones preferenciales del Estado.
Todo esto, era posible porque apenas había terminado la segunda Guerra mundial, y los países europeos se encontraban débiles y en ruinas. Pero pronto empezó a surgir el liderazgo de Estados Unidos, quienes con su Plan Marshall, comenzaron a colocar sus productos en Europa, y limitando el acceso al mercado, de los productos argentinos. 
La situación se complicó cuando los trabajadores afiliados a los sindicatos, se vieron obligados a confrontar al gobierno, exigiendo mayor seguridad para los trabajadores de las minas de carbón y de hulla, mejores precios para los productos del campo, y menores impuestos para los productos industriales.
Los trabajadores ferrocarrileros, la burocracia y las amas de casa, también se unieron a las protestas para reclamar mejores condiciones de vida. Y todavía más, los países europeos empezaron a exigir que Argentina pagara las deudas que tenían con ellos.
Entonces, el Presidente Juan Domingo Perón echó mano a su recurso infalible: Evita.  En los balcones de la Casa Rosada, sede del gobierno, apareció Evita, con su semblante de víctima a convencer a los argentinos que ella estaba con los más pobres, que intercedería ante su esposo el presidente, para que enviara asistencia médica, brigadas de apoyo alimenticio, y guardias que brindaran seguridad a los barrios más pobres. 
Al parecer, todo era mentira, porque durante el peronismo se amasaron las más grandes fortunas de terratenientes, minero e industriales. Mientras Evita extendía sus brazos como queriendo abrasar a los descamisados, hablando en contra de los oligarcas, su esposo estaba sentado a la mesa con ellos disfrutando de las mejores viandas y vinos.
Evita viajaba a París a surtir su guardarropa 3 veces por año, y se gastaba millones de dólares en las tiendas más caras y exclusivas. Tomaba clases particulares con los mejores oradores, y tenía gran cantidad de espejos y cámaras de video para ensayar sus discursos.
 A través de su fundación “Fundación Eva Perón”, manejaba enormes cantidades de dinero “para la beneficencia”, con los resultados de siempre: en nada disminuyeron la pobreza, ni el hambre, y todas las damas “benefactoras” resultaron riquísimas.
Escribió dos libros, La razón de mi vida en 1951 y Mi mensaje y recibió el título de Jefa Espiritual de la Nación, la distinción de Mujer del Bicentenario, la Gran Cruz de Honor de la Cruz Roja Argentina, la Distinción del Reconocimiento de Primera Categoría de la CGT, la Gran Medalla a la Lealtad Peronista en Grado Extraordinario y el Collar de la Orden del Libertador General San Martín, la máxima distinción argentina. 
“Evita” fue santificada en vida por el pueblo argentino, y al mismo tiempo fue aborrecida por quienes tenían mejor conocimiento de las cosas. Entonces vino el cáncer de útero a definir la situación. Falleció el 26 de julio de 1952, a la edad de 33 años. Recibió honores oficiales, su cuerpo fue embalsamado y ubicado en la Central General de los Trabajadores (CGT). 
En 1955, la dictadura cívico-militar  que asaltó el poder, secuestró y profanó su cadáver, y cuando lo devolvió en 1970, le faltaba el dedo índice de la mano derecha. La "abanderada de los humildes" descansa en el cementerio más refinado de Buenos Aires, el cementerio de La Recoleta.
 De orígenes humildes, migró a Buenos Aires a los quince años donde se dedicó a la actuación, alcanzando renombre en el teatro, el radioteatro y el cine.

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