lunes, 14 de septiembre de 2015

COLUMNA

Independencia 
de México

Apolinar Castrejón Marino

El aniversario de la independencia de México está a la vista, y apr
ovecharemos para decir que es una de las pocas acciones épicas, que tuvo buen fin. Quizá porque se realizó en una etapa histórica, en que los hombres enfrentaban su destino con valor y decisión.
Cuando Don Miguel Hidalgo dijo “…vamos a luchar contra los españoles”,  pensó en un enfrentamiento de verdad, una guerra, y se decidió a renunciar a su buena vida como sacerdote, tomó la determinación de arriesgar su vida, y derramar su sangre, cuando fuera necesario.
Porque los españoles no iban a permitir que los “indios” se salieran de su control. Ellos querían que siguieran siendo esclavos toda su vida, como bestias de carga; querían seguir saqueando las riquezas de nuestro país al que llamaban “Nueva España”; y querían seguir viviendo como seres divinos, a costa de los indígenas.

La guerra se inició el 16 de septiembre de 1810, y terminó el 27 de septiembre de 1821. Fueron 11 años de lucha, con protagonistas como Don Miguel Hidalgo, que se ganó el título de “Padre de la Patria”, Doña Josefa Ortiz de Domínguez, quien a pesar de ser esposa de un funcionario del gobierno español, tomó partido con la causa de la independencia, y Don José María Morelos, quien también era sacerdote.
También estaban de parte de “los buenos”, “Los Nachos”: Ignacio López Rayón, e Ignacio Allende, que eran militares formados en el ejército español, pero que estaban cansados de la tiranía española, y querían la independencia de nuestra nación. 
De parte de “los malos” estuvieron: el representante de la corona española, el Virrey José de Iturrigaray, el comandante del ejército invasor, Félix María Calleja, y los inquisidores Bernardo de Prado y Ovejero, y Ciriaco González Carvajal. 
El virrey Carlos Francisco de Croix, fue el primero en enfrentar las rebeliones de Guanajuato, Pátzcuaro, Uruapan, Valladolid y San Luis Potosí, apoyado por el general José Gálvez con un ejército de mil quinientos soldados. Después fueron el Virrey Iturrigaray y el comandante Félix María Calleja, quienes realizaron muchos combates, en defensa del domino español.
Hidalgo y sus seguidores fueron llamados “insurgentes”, y los invasores españoles eran llamados “realistas”, y despectivamente, “gachupines”. De uno y otro bando, fueron siendo asesinados, hasta que quedaron los grandes líderes: Agustín de Iturbide, que defendía la causa española, y Vicente Guerrero, que peleaba del lado insurgente.
En una etapa oscura y engañosa, los dos combatientes hicieron unos tratos, para acabar con la guerra, que dieron por terminada el 27 de septiembre de 1821, en un acto que los historiadores llamado “Consumación de la Independencia”.                                  
Cada historiador cuenta su versión de esta guerra, según el bando al que pertenecía, pero todos coinciden en que la mayor parte de las batallas han sido magnificadas. Sin embargo, hay la certeza de algo: los españoles se fueron, y surgió nuestro país con el nombre de México.
Algo muy diferente, a los resultados de la “revolución” de 1910, cuyos resultados son: una casta gobernante, que se hereda el poder familiarmente, un partido político llamado “revolucionario institucional”, que ha saqueado al país durante décadas, y una clase social que se ha repartido los bienes y los recursos nacionales.
Lo mismo pasó con una “guerra de reforma” que trató de separar los intereses de la iglesia católica, de las funciones del Estado Mexicano. Juárez logró la promulgación de leyes que quedaron asentadas en la Constitución y los códigos, pero en la realidad, la clase religiosa, siempre ha tenido dominio en la educación, la administración pública, y los recursos naturales.
Y ahora, hasta tenemos un “presidente reformador”, que aprovecha la mayoría que su partido político tiene en las cámaras legislativas, para impulsar leyes ociosas y trasnochadas, que son completamente inútiles para rebasar los conflictos de nuestro país.
Así que mejor celebremos que se realizó una guerra para que seamos libres (al menos de los españoles), y tengamos siempre presentes que nuestro país es México (Estados Unidos Mexicanos), y que somos mexicanos.
Estamos de acuerdo con ese promocional que repiten en la televisión y la radio, en donde aparece una escena familiar, y un niño le pregunta a su abuela ¿Verdad que sí existen los mexicanos? En alusión a los soldados del ejército mexicano, quienes aparecen en el fondo de la pantalla realizando labores de apoyo y salvamento.
Nada más que nosotros nos hemos percatado que esos niños y jóvenes (y no pocos adultos), no saben que son mexicanos, y se crean “gringos”, porque se la pasan de chismosos en su “face”, porque ya no comen tortillas, pues el maíz es “transgénico”, que toman leche “de cartón”, despreciando la verdadera leche que sale de las ubres de las vacas, y que comen “cereal” de caja, porque es más nutritivo (¿?).

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