jueves, 10 de diciembre de 2015

PRINCIPAL DE PRIMERA PLANA

De la paz a la violencia
viven vecinos de Zitlala


Texto y fotos: Jonathan Cuevas.ZITLALA, GRO.-Entre los ciudadanos de esta municipalidad hay miedo. Los últimos hechos de violencia han generado que la gente tome medidas propias de seguridad y se resguarde en sus hogares apenas caiga la noche. Pero no hay un toque de queda oficial.  Las autoridades municipales, por su parte, aunque públicamente tratan de hacer ver que en el municipio hay tranquilidad, ya se movilizaron para solicitar la instalación de un destacamento permanente del Ejército o la Policía Federal, que combata a la delincuencia.

Este pueblo se ha visto afectado por una bestial guerra entre dos grupos del narcotráfico. “Los Rojos” y “Los Ardillos” quieren la plaza, pero no solo de Zitlala sino de todo el pie de la región Montaña de Guerrero. Ahí están asentados los municipios de Tixtla, Mochitlán, Quechultenango, Mártir de Cuilapan, Chilapa, Zitlala, José Joaquín de Herrera, Atlixtac y Ahuacuotzingo. 
Chilapa parece ser el centro de la disputa y donde más violencia han generado. Hasta hace un año había tranquilidad en Zitlala pero, es el municipio más cercano a la cabecera municipal de Chilapa de Alvarez. Ahora son constantes los “levantones”, balaceras y asesinatos. 
A pesar de ello, aún la ciudadanía realiza sus actividades normales durante el día y los niños se ven jugando en el centro de la localidad bajo las dos torres de una bellísima iglesia bañada en un blanco que parece celestial. Esto parece ser la muestra de que la violencia no ha llegado a índices descomunales como en otros municipios de la región o del Estado.
Una vuelta por Zitlala
De camino a Zitlala desde Chilpancingo (capital del Estado), en una hora y media aproximadamente en vehículo particular, se pueden observar al menos cuatro retenes de la Policía Estatal en la ruta que conecta a la zona centro con la Montaña alta, que es precisamente la que se disputan los Rojos y Los Ardillos.
Pero estos retenes fueron instalados en el territorio de Tixtla y Chilapa de Alvarez. En el camino de entrada a Zitlala no hay uno solo.  
Los campesinos que tienen  tierras junto a la carretera, afirman que el Ejército o la Policía Estatal se dan al menos dos o tres vueltas en esa vía, y, hace constantes recorridos de vigilancia en la cabecera municipal. 
Un vehículo abandonado y totalmente quemado en la entrada del pueblo, parece ser el único rastro visible de la violencia que ha ocurrido en el municipio. El cascarón del Tsuru está varado a un costado de la cinta asfáltica frente al arco que da entrada a la cabecera municipal. 
Detrás de la unidad motriz se puede avistar un hermoso paraje verde al pie de un relieve montañoso, digno de admirarse. Contrasta con los rastros de la violencia.
Del otro lado de la carretera hay una cruz clavada en un montón de tierra de donde cuelgan dos collares de flor de cempasúchil. Éstas mismas tapan el nombre grabado en el mármol. Al pie de la cruz, la cinta asfáltica se muestra desgastada y hay partes plásticas de un carro derretidas, pegadas ya al suelo. 
El automóvil fue quemado el pasado 6 de octubre en ese sitio por un grupo de hombres desconocidos. A su llegada, las autoridades descubrieron que junto con la unidad, habían incinerado el cadáver de una persona.
Pero ya entrando a Zitlala, en el día, todo parece que transcurre normal. Las escuelas y el centro de salud funcionan normalmente, el transporte público pasa una y otra vez entre las calles del pueblo y la ruta que lleva de Chilapa de Alvarez a Zitlala y viceversa, tampoco ha parado. 
Muchas casas están cerradas y otras abiertas. El paso de desconocidos poco llama la atención pero la gente está a la expectativa, según afirmó una vecina de este pueblo. 
Aquí se observa aún a mujeres, hombres y niños, caminado con sus trajes indígenas, ancestrales. Es una zona indígena donde se habla el náhuatl pero existe ya un problema de identidad. ¡La lengua materna se está perdiendo!.   
En el centro llueve el eco de las risas y los gritos de pequeños que patean un balón frente a la iglesia y a un costado del Ayuntamiento. En el zócalo hay feria y están instalados varios juegos mecánicos. No se ven policías caminando por ahí. 
Los regidores, alcalde y otros funcionarios también laboran de forma normal, al igual que las escuelas de la cabecera municipal. Las madres van por sus hijos a la escuela en la hora de la salida. Afuera, algunas familias se dan el tiempo para sentarse en la plaza central o los pequeños parques. El zócalo está repleto de ambulantes y puestos semifijos. 
Es notable la alegría, la normalidad y tranquilidad que aún viven estas familias, aunque al acercarse a algunos padres y preguntarles sobre la violencia, nadie lo niega. 
Afirman que de hace un año a la fecha se han visto cosas que antes no, como el paso de hombres con armas largas, desapariciones de personas en las comunidades y, enfrentamientos, así como la quema de la unidad justo afuera de la cabecera municipal. Es un hecho que todos recuerdan.  
Campesinos a sus tierras…   
Al paso por esta zona desde las carreteras se pueden observar a decenas de campesinos arando sus tierras. A la antigua, con bueyes yunta.              
Don Aragón es uno de ellos. Recién cosechó maíz y ahora ara sus tierras para empezar otra siembra. Tal vez frijol, “porque la tierra está blanda”. 
En una amena charla, el campesino parado detrás de sus bueyes dice no tener miedo a la delincuencia. “En estos días no hay casi porque como cuida la policía, diario pasa. Nomás que hay muchos locos pues”, dijo. 
Afirmó, a pesar de su avanzada edad, que no tiene miedo a perder sus tierras porque las protegería como pudiera, pues es todo su patrimonio. 
Las tierras de don Aragón están bastante cerca del punto donde fue quemado el vehículo junto al cuerpo de una persona el pasado 6 de octubre, pero dice no haber visto nada. 
Él llega a sus tierras a las 6:00 de la mañana y se retira a las 4:00 de la tarde aproximadamente. Recuerda aquel hecho violento por el intenso movimiento policial que hubo, pero parece que la quema de la unidad fue antes de que él llegara a sus tierras aquel día. 
“Ese ya tiene tiempo que quemaron ahí al taxista, dicen, pero ahorita ya se está calmando, como anoche hubo balaceras ahí en el pueblo, mi señora oyó y pensamos que eran cuetes, pero no eran cuetes, eran balazos. Luego llegó mi hija y dijo que hubo balazos de día”, recordó durante la charla que se dio el pasado miércoles 09 de diciembre. 
Parado entre sus tierras, aquel anciano hombre pero con las fuerzas suficientes para arrear dos bueyes al mismo tiempo, señaló: “No tenemos miedo, nosotros estamos trabajando y no nos metemos pues porque no nos metemos (con ellos). A veces de casualidad los encontramos por allá pero pues aquí nos conocen que no somos gente mala, tenemos mucha familia”.
Se le preguntó si no le da miedo acudir a sus tierras para trabajar, a lo que respondió: “No, miedo no, como es de día, ya en la noche pues no venimos. Antes yo cuidaba a las 3:00 de la mañana, pero ahora ya no, ahora voy cuando me levanto en la mañana”.  Don Aragón no es tímido, incluso aceptó tomarse algunas fotografías con los reporteros que acudieron a sus tierras. Además, su hospitalidad fue evidente, como suele ser en esa zona. Invitó a las personas a regresar para comer en su casa y tomarse un refresco, o un mezcal típico de la región.  (API). 

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