viernes, 17 de junio de 2016

ARTICULO

Los padres campesinos

César González Guerrero
Una especial Felicitación a todos los Padres de Familia, y Padres en general, que viven y trabajan diariamente en el campo.
Hace muchos años, cuando la mayoría de la población vivía en el área rural, en los tiempos de nuestra infancia y aun más atrás, por los años 1950, 1960, 1970 y quizá hasta 1980, vivir en la zona rural fueron tiempos de mucho sufrimiento, sacrificio y esfuerzos para toda la familia, inclusive la esposa y los pequeños hijos e hijas, ya que todos contribuían al trabajo. Pero, sin duda, también fueron tiempos inolvidables, muy felices y de una grata experiencia.

Obviamente, las carencias eran muchas, los problemas se acumulaban y la pobreza se presentaba de diversas maneras, a pesar de que, después de los años 80s, con las nuevas políticas del gobierno federal, se alcanzaron a observar mejoras, estas fueron insuficientes, como para que un campesino superara algunas necesidades que a la fecha subsisten. 
Los Padres del Campo, a diferencia de los Padres de la Ciudad, regularmente se caracterizan por su fuerza física y espiritual, cuerpo musculoso, marcado con las huellas del trabajo de todo tipo, producto de heridas, cortadas, espinadas, golpes, manos “duras” y pies “callosos”, etc.; con mucha  energía para el trabajo diario labrando la tierra, iniciando desde las primeras horas del día, 5 de la mañana y terminando a las 7 u 8 de la noche, aproximadamente.
La jornada empieza con la búsqueda y preparación de sus inseparables herramientas como son: machete (bien “amolao” y “cortante”), huaraches, sombrero, pantalón y la camisola “olorosa” a sudor, no importando  que en ocasiones, fuera “ropa vieja”, “rota”, “remendada”, “parchada”, o “desconocida”; enseguida, si es que lo había, prepara su burro o caballo, animal que sirve para trasladarse, cargando arado, hacha, tarecua, espeque, bule de agua y “morrala” llena de clavos, “grampas”, martillo, etc.
Aunque, muchas veces, los Padres más pobres tenían que pedir prestado todo tipo de instrumento, unos trabajando su propia tierra y otros como peones, todos se esforzaban por cumplir su obligación y responsabilidad de Padre de familia para poder llevar el alimento a su hogar.
Después de la jornada, el Padre campesino también tenía la obligación de buscar la leña, el alimento para sus animalitos, atender a la familia, más a los hijos, a quienes en muchos casos, trabajando horas extras en su casa y  utilizando su creatividad, apoyaba al pequeño o pequeña a cumplir con sus tareas escolares. Desde luego quienes sabían leer y escribir.
Un Padre campesino muy pocas ocasiones, mejor dicho no tenían la oportunidad para distraerse en centros recreativos pero a cambio, si disfrutaban de la naturaleza, de los arroyos, ríos, mares y lagunas, los bellos amaneceres y atardeceres, del “alboroto” de los diversos animales silvestres o domésticos. Y desde luego, de los alegres cantos de una infinidad de aves que compartían sus alegrías y tristezas.
Muchos de nosotros, tal vez, aprendimos de nuestros Padres muchas lecciones de la vida y que ahora, desafortunadamente, nuestros nietos y bisnietos ya no pueden disfrutar por cuestiones de la modernidad. Aprender a convivir con la naturaleza, disfrutar de la actividad productiva del campo, compartir la felicidad de los momentos de una infancia muy especial, aprender lo que no se enseña en la escuela y las aulas, amar la tierra, hacerla producir y respetar el medio ambiente.
Debido al desarrollo natural de la vida ahora, quienes fuimos campesinos de origen, pasamos a una clase media pero sin olvidar nuestras raíces que, con orgullo llevamos en el corazón y eso no se olvida jamás. Somos campesinos por convicción. 
A las autoridades Educativas se propone instrumentar un Programa para rescatar la esencia de los mexicanos, arraigando la cultura y educación campesina, desde la edad preescolar, realizando visitas y prácticas en el campo, como lo hacíamos nosotros en las históricas Parcelas escolares.
Hoy, quienes recibimos el apoyo de un Padre y logramos la superación personal y familiar, el mejor homenaje que debemos rendirle a nuestros Padres, vivos o fallecidos, es el de ser responsables, comprometidos con la sociedad y con la patria, y ser agradecidos con ellos por enseñarnos el camino del bien.  No hay de otra. 
En lo personal, hoy reitero y expreso mi gratitud a mi Padre Santa Cruz González Cortes porque, con energía y mucha responsabilidad me hizo, al igual que a mis herman@s, un profesional al servicio del pueblo.  FELIZ DIA DEL PADRE.

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