lunes, 31 de julio de 2017

NOTA

No se acuerdan del Rey playero
el Gobierno municipal ni estatal
Edilberth D Nicolás.ACAPULCO, GRO.-- El Rey Playero de Caleta-Caletilla pasa el día sentado en el peor trono del mundo: una silla de ruedas. Olvidado y postrado por la tragedia de su vida,  se ocupa en lo que mejor saben hacer los acapulqueños: vivir de la memoria y el ensueño.
Desde el peor trono del mundo, recuerda la época de la prosperidad de Acapulco, cuando miles turistas extranjeros y nacionales abarrotaban el puerto, cuando se podía vivir de las propinas, cuando el Jet Set paseaba por el malecón y nadie hablaba de muertos ni de desaparecidos, cuando Televisa gobernaba a través de gobernadores lacayos, y el Festival Acapulco era la maquinaria idiotizante por la cual se fugaban millones de pesos del presupuesto público. Cómo no querer a Acapulco, decían.
El Rey Playero de Caleta-Caletilla recuerda y entristece. La gloria dura poco,
el poder menos. Emilio Mayrén García dice que fue coronado un domingo por el dios de las excéntricas humillaciones, el señor que daba pataditas de buena suerte en el culo a las nóveles ‘artistas’: Raúl Velásco.
Ese fue el día más jubiloso del Rey Playero porque todo el país lo vio unos segundos en televisión nacional cuando el showmen dominguero en compañía de su princesa Thalía le otorgó el título del “hombre más feo de Acapulco”. El Rey recuerda desde su trono de ruedas. El mar enfrente como una caja de vidrio, el mar de relojes descompuestos, por momentos destella en los ojos de este hombre que se inventa así mismo.
Pero esa no fue la única vez en que Mayrén García fue coronado. Antes, en su natal Oaxaca ya había recibido otras glorias por el oficio de saber montar toros. En un sombrero de palma todo arrugado tiene una foto que muestra. La foto es tan borrosa como su memoria. Más que foto es una composición. Se ve la silueta de un hombre sobre un toro de rodeo, a un lado está la imagen de una especie de payaso patético. Tiene un vestido de mujer y el rostro embadurnado, se supone que debe ser él. Debe ser él, quiero creer, ¿quién puede dudar de la palabra de un rey?
El Rey Playero de Caleta-Caletilla dice que el oficio de montar toros bravos se lo enseñó su amigo Ambrosio Soledad, en la comunidad de Cuajinicuilapa, en la región de la Costa Chica de Guerrero. Tenía 15 años cuando aprendió esa suerte. Cuando cumplió 20 años fue coronado por el ayuntamiento de Pinotepa Nacional como “blanca nieves”,  por aquél toro café con manchas blancas que montó durante varios años en los jaripeos donde era contratado.
El rey rememora y aparecen inútiles lágrimas en sus ojos. Recuerda que tenía una vida alegre, que no tenía que pasar hambre, ni vergüenza por unos cuantos pesos, como ahora, en ese entonces ganaba por cada montada hasta cinco mil pesos.
El Rey se confiesa. La gloria dura poco, el poder menos. Ahora vive de engañar a los escasos turistas nacionales que visitan el puerto de Acapulco. Desde su trono les cuenta una historia para que le regalen una moneda para comer y continuar viviendo al siguiente día.
Emilio Mayrén llega desde muy temprano para instalarse en su trono afuera del hotel AcaMar de Caleta, a un lado coloca el sombrero de rafia  arrugado y dentro una fotografía, la única que tiene y con la que puede dar cierta verosimilitud a su historia.
Para sobrevivir, el Rey Playero de Caleta tiene que mentir, ¿pero qué rey no lo ha hecho antes y ahora? Por su aspecto descuidado, la gente lo discrimina, lo segregan. Son los mismos que seguramente si leyeran esta historia, le pondrían like, pero los sentimientos no son lo mismo en la vida real.
Son las diez de la mañana, el sol comienza a calentar la arena, las playas de Caleta y Caletilla ya están llenas a esta hora. El Rey espera, piensa, sueña, medita. Uno que otro visitante al verlo se acerca, le pregunta algo sobre la foto en el sombrero. Para comer el Rey tiene que mentir. Le dice que por culpa de ese toro café con manchas blancas llamado ‘Blanca Nieves’ está prostrado en esa silla de ruedas. Fue una caída, dice. El turista entonces se conmueve, la historia hizo su magia, caen al sombrero los cinco o diez pesos.
Pero hay otra historia, tampoco se sabe con certeza si es verdadera. El Rey dice, que su vida está cruzada por la tragedia, aunque alguna vez fue feliz. Vuelven a aparecer las inútiles lágrimas, la voz se le quiebra cuando habla de aquella fatídica noche en la que iba caminando por el edificio Espinalillo, ubicado en el centro de Acapulco. Tres hombres le salieron al paso para asaltarlo, tras cometer su fechoría lo golpearon con palos y patadas hasta dejarlo inconsciente. Un mes estuvo hospitalizado, luego tuvo que ser sometido a una cirugía de columna en el hospital general de Ciudad Renacimiento por medio del Seguro popular.
Así fue como el Rey consiguió su trono. Ningún toro salvaje lo lanzó. La realidad no es tan heroica, siempre es simple. Ahora sólo espera que alguien lo ayude porque ninguna autoridad del municipio de Acapulco, ni del gobierno estatal se acerca para darle algo más de dignidad a la vida de este Rey Playero de Caleta, olvidado por el tiempo y por las autoridades.
Actualmente Emilio Mayrén recibe rehabilitación en el Hospital General de Ciudad Renacimiento, no sabe si algún día podrá levantarse de su trono infame. Lo único que ahora tiene es su imaginación. ¿Quién puede dudar de la palabra de un rey de Caleta? (bajopalabra.com.mx).

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