lunes, 11 de diciembre de 2017

ARTÍCULO

Discurso Contra La Amnistía
Apolinar Castrejón Marino
Los jilgueros del priismo y del oficialismo político se han dedicado alegremente a condenar, la amnistía mencionada por López Obrador.
Lo cual nos sirve para comprobar –una vez más– la supina situación de nuestros atarantados compatriotas, quienes solo repiten lo que han visto y escuchado en la televisión o en internet.
Los presentadores de noticias se     pasaron varios días difundiendo la idea de que amnistía es sinónimo de perdón, y luego planteando la duda de los resultados obtenidos en los países, que tal medida se ha aplicado.
Pero como siempre, vamos a documentar a los ignaros: primero, que desde el año 1994 en México existe una Ley de Amnistía, que fue promulgada durante el mandato de Carlos Salinas de Gortari.
Segundo, que en México se ha establecido la amnistía con muy buenos resultados, y tercero, que cuando se ha negado el perdón al enemigo vencido, hemos recibido el repudio internacional. Vamos por partes.
Según el artículo 1° de la ley que hemos mencionado, “Se decreta
amnistía en favor de todas las personas en contra de quienes se haya ejercitado o pudiere ejercitarse acción penal ante los tribunales del orden federal, por los delitos cometidos con motivo de hechos de violencia, o que tengan relación con ellos”
El artículo 2° consigna que “Los individuos que se encuentren actualmente sustraídos a la acción de la justicia, dentro o fuera del país […] podrán beneficiarse de la amnistía, condicionada a la entrega de rehenes y de todo tipo de armas, explosivos, instrumentos u otros objetos empleados en la realización de los mismos”.
Por si aún no les queda claro, el Artículo 3º establece que “La amnistía extingue las acciones penales y las sanciones impuestas respecto de los delitos que comprende, dejando subsistente la responsabilidad civil”.
Por otra parte, un pasaje histórico nos muestra a los mexicanos como intransigentes, necios y sanguinarios: el 1 de julio de 1861 Don Ignacio Manuel Altamirano, siendo diputado, se adornó con un maravilloso discurso al que tituló “Contra la amnistía” en el cual se pronunciaba en los términos más inspirados, contra la “facción maldita” del partido reaccionario.
Sea por la elocuencia de su discurso, o por la naturaleza vengativa de nuestros próceres, en el transcurso de poco tiempo, todos los que fueron nombrados en su discurso, terminaron siendo ejecutados ¿Que se consiguió con esto?
En septiembre de 1861 –dos meses después del discurso– el embajador francés José Manuel Hidalgo, se entrevistó con Napoleón, para advertirle del peligro que corrían los extranjeros en México, y recomendaba la conveniencia de enviar tropas a vigilar su seguridad.
Y se inició la invasión de México por parte de Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Luego de plano se pronunciaron porque en México gobernara una monarquía. Y así llegó Maximiliano de Habsburgo.
Y hablando de Maximiliano, es otro caso histórico que sugiere la condición sanguinaria de los mexicanos. Fue Así: Don Benito Juárez, el “Benemérito de América” se negó a perdonarle la vida, después de que fue derrotado y hecho prisionero el 11 de mayo de 1867 en la ciudad de Querétaro.
Ordenó mantenerlo en cautiverio en el convento de la Santa Cruz, hasta que un mes más tarde se le dictó sentencia para que fuera fusilado. Durante ese tiempo, muchas personalidades de México y del extranjero, se dirigieron a Juárez, solicitando que le perdonase la vida, conmutando la pena por el destierro, o cadena perpetua, o una fuerte multa por indemnización.
Mientras, Maximiliano recibía diariamente muestras de afecto y estimación, durante su cautiverio. Las mujeres acudían a verlo, para admirar su elegancia y apostura. Militares, religiosos y políticos le ofrecieron facilitar su huida, pero él se negó.
Es común mencionar que su esposa Carlota viajó a Europa a solicitar la intervención de altos dignatarios para que abogaran por su vida, y que en ese penoso peregrinar, quedó loca.
Nada conmovió a Juárez, quien parecía sediento de sangre, y finalmente Maximiliano fue pasado por las armas en el cerro de las campanas, el 19 de junio de 1867. El cadáver fue trasladado a la iglesia de Sr. Santiago para que fuera embalsamado, y se sabe que una noche, Juárez asistió de incógnito a mirar el cadáver.
Cuentan que se burló diciendo “Este era un hombre muy alto. Pero no era inteligente, a pesar de que su cabeza era grande, pero solo porque se estaba quedando calvo”.
Nada dijo por qué los forenses habían hecho burlas con el cuerpo, como una corona con las tripas que habían sacado de su estómago, y le habían colocado en la cabeza.
Luego vino el episodio en que Juárez se negó rotundamente a entregar los restos mortales al gobierno de Francia, y no solo lo retuvo, sino que mandó trasladarlo a la ciudad de México para que fuera exhibido, como un animal.
En el mes de septiembre, durante un temporal lluvioso, fue trasladado a la capital. Se sabe que durante el trayecto la carrosa cayó varias veces, y el cuerpo de Maximiliano se revolcó en las piedras y el lodo. En una de esas volteretas sufrió varias magulladuras en la cara, y perdió la nariz. Para no evidenciar tal maltrato, le reconstruyeron la nariz con cera, para su exhibición.

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