viernes, 22 de junio de 2018

ARTÍCULO

Detrás de la Elección 2018
Edilberto Nava García
Cuando en este país se habla del origen del gobierno, de su estructura y su marco legal, es indudable que viene a nuestra  mente el vocablo democracia y seguidamente fraude electoral que a todos nos debiera avergonzar. Y el fraude es tinte o signo distintivo de una sociedad corrupta, descompuesta y debe estar tan imbuido en  los actores políticos que hasta el propio presidente Peña Nieto admi
te que la corrupción en México es ya cultural.
El caso es que la elección del próximo uno de julio reviste una importancia de primer orden para todo el pueblo mexicano. Corruptos y no corruptos, ricos y pobres y, como aún se dice en el PRI, en las clases medias o populares. Según el desprestigiado Instituto Nacional Electoral (INE) el padrón electoral actual lo integran 89 millones, ciento veintitrés mil trescientos cincuenta y cinco electores. Y les aseguro, desde mi alejada posición, que ese padrón no resiste en menor de los análisis, pues se ha comprobado que ni el Consejo Nacional de Población (Conapo) ni el INEGI, ni los ayuntamientos y mucho menos la ciudadanía se apresta a reportar al INE a los fallecidos. Y es asunto bien fácil. Pongamos de ejemplo a Guerrero, donde a diario hay asesinatos por ejecuciones, accidentes y muertos por enfermedad o vejez, digamos de noviembre anterior a febrero del año en curso. Muchos  de esos difuntos aparecen en el padrón y para el INE siguen contando.
En plática callejera  un ciudadano que ha laborado varias veces en el INEGI y que al interior del priismo ha sido el perito en asuntos electorales, comentó con mucha seguridad que en su demarcación, aún aparece en la lista nominal una profesora que falleció hace diecinueve años; nombró sólo en tres secciones electorales de la cabecera a por lo menos doce difuntos más y, añadió: de por si dichas listas nominales tienen corte previo a las elecciones federales de hace tres años, es decir de 2015. En lo personal, no lo dudo ni así de tantito, pues la burocracia, cualesquiera que sea su nivel la caracteriza la pachorra, la abulia y frecuentemente la irresponsabilidad. En pocas palabras, es puntual en el cobro de sus quincenas, pero dada al desasosiego en el cumplimiento de sus deberes básicos.
Ni las coordinaciones del Registro Civil se ocupan de reportar con quien corresponda los asuntos de incumbencia. Desde luego que en este caso debiera el INE estar obligado por ley,  a mantener permanente coordinación con el Registro Civil para, que al menos los difuntos cuyos familiares registraron las respectivas defunciones, no figuren en las listas nominales. Otro ejemplo, acabo de enterarme que mi abuelita Laura Iglesias Inés que vivió casi los 104 años de edad y de quien he escrito que vivió un siglo y parte de otros dos, pues resulta que a esta fecha no se ha registrado su defunción. Ella falleció en febrero2002 y, todo, porque creyeron que yo hice aquel trámite. Un error, porque sus hijos, mis tíos, entre ellos mi mamá, no me lo indicaron. Me temo que aparece en la lista nominal. Ahora, imaginen los ciudadanos y los electores en particular, cuántos difuntos aparecen en el padrón electoral para estas elecciones de 2018, pero de ello hablan bien poco los funcionarios del INE y reducen a menos del 3 por ciento tal irregularidad.
Sin embargo, el meollo de este asunto electoral que expresará la voluntad democrática del país, no se reduce a solo ello, sino al deseo motivado suficientemente por los candidatos a la presidencia de la República, al senado y la cámara de diputados, en lo federal, aparte de las elecciones locales en diversas entidades de la geografía nacional. En este tiempo en que la corrupción  provoca el coraje y al propio tiempo el desánimo de los votantes, motiva a que muchos se abstengan de sufragar, porque al fin de cuentas, dicen, es lo mismo. Así que sale sobrando, más aún, cuando con anticipación huele a fraude electoral. Ahora mismo, hay quienes dicen que triunfará quien va en un muy lejano tercer lugar en las preferencias electorales y hasta comparan el próximo uno de julio con lo sucedido en el mundial de futbol en Rusia, competencia en la que pocos, muy pocos confiaban en el equipo mexicano. No, no es lo mismo. Aquí lo que importa, es que quien se alzare con la victoria, pudiese lograr el cincuenta por ciento más uno de todo el padrón electoral, primero, para ser legal y segundo,  para aspirar a que la votación se aproxime al sesenta por ciento  de ese padrón que muestra el INE, pues la legitimidad del régimen es asignatura pendiente.
Todo mexicano demócrata debiera exigir que para dar un resultado electoral legal en México, el candidato ganador o de más alta votación efectiva alcance el cincuenta por ciento más  uno del padrón vigente en el proceso respetivo. Sólo de esa manera se entiende que gobierna alguien electo por la mayoría ciudadana. De otra forma, el candidato triunfante se obliga a legitimarse ya instalado en sitial de poder, muy a pesar de que sólo hubiese obtenido una mayoría simple que, en los hechos puede ser menos del cuarenta por ciento del global de ciudadanos con derecho a sufragar. En tal escenario, en realidad gobierna alguien que obtiene una ligera mayoría sólo de quienes votaron, situación tan distinta a la mayoría nacional. Es pues verdad que nos gobierna una minoría surgida de un proceso electoral democrático enjuto, débil y decolorado.

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