jueves, 12 de julio de 2018

ARTÍCULO

Compartiendo galletitas
Apolinar Castrejón Marino
Era temporada de vacaciones, cuando llegó a la central de autobuses una señora elegante, con la intención de viajar a Acapulco, para pasar unos días de descanso. Llego con un poco de anticipación, así que se dispuso a esperar la hora en su salida. 
Con tal de no aburrirse, se fue al puesto de periódicos, y compró una revista. Luego pasó a la tienda, donde compró un paquete de galletitas y una lata de refresco, y se acomodó lo mejor que pudo en la sala de espera.
Apareció en la escena, un joven que vino a sentarse a su lado en la misma fila de asientos. La señora trató de evitar, fijarse en la presencia del joven, quien se puso a leer el periódico. Pero a los pocos instantes, por el rabillo del ojo, la señora vio cómo de manera imprevista, el muchac
ho alargó la mano para agarrar el paquete de galletitas, y con la mayor confianza agarró una galleta y se la comió despreocupadamente. 
La mujer quedó indignada. No quería ser egoísta ni grosera, pero tampoco podía hacer como si nada hubiera pasado. Con gesto de desagrado, tomó el paquete y sacó una galletita, la levantó ostentosamente para que el joven la mirara, y se la comió. 
El joven solamente sonrió, y tomó otra galleta.  La señora tosió levemente, como para llamar la atención, al tiempo que tomaba otra galletita, y se la llevó a la boca, sosteniendo la mirada en la cara del muchacho. 
Las señales con las miradas y gestos, continuó cada vez que uno tomaba una galleta. La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más divertido.  Hasta que finalmente, la señora metió la mano a la bolsa, y se dio cuenta de que sólo quedaba una última galleta.
Entonces pensó, “No podrá ser tan descarado para comérsela”. Pero contra todo pronóstico, el muchacho metió la mano y tomó la galletita, pero no se la comió, sino que la partió por la mitad, y con su sonrisa más amable, le ofreció una mitad a la señora. 
La mujer tomó con brusquedad la media galletita, y le dijo “¡Gracias!” al joven.  Y él le contestó “De nada” sonriendo amablemente.  En ese momento anunciaron que los pasajeros podían abordar el autobús.  Y entonces la señora, furiosa, levantó sus cosas para subir a su transporte.
Instantes después el camión arrancó, y la señora pensó que no había conocido a un joven tan insolente.  Abrió su bolso con la intención de sacar la lata de refresco, y entonces se sorprendió de encontrar, su paquete de galletitas !Intacto!
El educador argentino Emilio Mira y López escribió el libro “Los cuatro gigantes del alma” en el cual propone que en la vida cotidiana, todas nuestras acciones se encuentran determinadas por el miedo, la ira, el amor y el deber.
Según esta alegoría el gigante negro del miedo es el más grande de los cuatro, y por lo consiguiente, todo lo domina. Puede llegar a opacar todo, que no nos demos cuenta que vivimos en la obscuridad. Inclusive, puede confundirnos al grado que confundamos nuestro miedo con otro gigante, el de la ira.
Este es el gigante rojo, que nos altera, obstruye nuestro juicio, y despierta nuestros sentimientos de destrucción. Sus diferentes etapas son el enojo, el desprecio, y la agresión. Lo riesgoso de este sentimiento es que con demasiada frecuencia desemboca en la autodestrucción.
Enseguida tenemos al gigante rosa, que es el amor. En apariencia es un completo cambio de rol, pero no es así, porque el amor mal encausado es igual de letal que el miedo y la ira. El cariño, la amistad, el enamoramiento y la ternura, caminan en la frontera del miedo y la ira, y frecuentemente desembocan en celos, violencia, dominio y deseos de venganza.
Al final de esta galería de monstruos Mira y López, nos menciona el gigante verde, el gigante del deber. Es el más peligroso de todos, porque el individuo disfraza su agresividad tratando de imponer reglas y compromisos a las demás personas, y se atribuye el derecho de sancionar y castigar a quienes considere infractores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.