martes, 11 de septiembre de 2018

ARTÍCULO

La culpa es de Morelos
Apolinar Castrejón Marino
El primer intento consistente de que en México hubiera una constitución fue del cura metido a militar, José María Morelos, con el evento que unos llaman “Los sentimientos de la nación” y otros “El primer congreso de Anáhuac”, que se realizó en Chilpancingo, que hoy es Ciudad Capital del Estado de Guerrero.
El desdeñado historiador Francisco Bulnes narra, en su libro de “La Guerra de Independencia”, que después de haber logrado varias victorias sobre el ejército del gobierno, Morelos y su ejército, disfrutaban de cierta tranquilidad, y entonces se propuso hacer una “reforma estructural” en el ámb
ito legal.
Morelos se propuso que en nuestro país tuviéramos algo tan importante y tan valioso, pero que nunca habíamos tenido y que nadie conocía, una Constitución, que nos diera una forma de gobierno.
La culpa es de Morelos. ¿De qué hablamos? Pues que reclutó a algunas gentes para que hicieran la Carta Magna de los mexicanos. ¿Y a quienes reclutó? Pues buscó aquí y allá y en todas partes, y se conformó con que los presuntos legisladores supie
ran leer y escribir, que fueran católicos y fueran de “familias respetables”.
Cuando les hizo las visitas domiciliarias para ofrecerles que fueran diputados, nadie sabía que era eso. Entre los convocados había uno, cuya familia había hecho una mediana fortuna gracias a una posada con establo que tenían para atender a los viajeros. Otro seleccionado gozaba de cierta prosperidad desde que fue “criado” del curato de Chilpancingo.
Uno más de los improvisados legisladores, vivía –muy bien– de rentar o “dar a medias” los terrenos que tenía, y otro se dedicaba a vender carne de cerdo y manteca. Hasta hubo uno que tenía como sostén de su numerosa familia, el negocio de vender leña, especialmente a las panaderías.
El ilustre general se vio precisado a “completar con camagua” porque para cumplir la cantidad de diputados que creyó conveniente, “rellenó” la nómina con varios militares.
A todos los había convencido de que su labor sería muy importante para la patria, y que iban a hacer las leyes para en adelante hubiera orden y paz en el país. Además les dijo que les daría un nombramiento “en nombre de Dios”, y que tendrían buen sueldo y muchos privilegios.
Y ellos se lo tomaron muy en serio, así que exigieron un buen “puntero” para trabajar, del cual se asignaron las “dietas” más elevadas, y contrataron carruajes, criados, asistentes, secretarios y muchachas pechugonas y caderonas, aunque todavía no se les llamaba edecanes.
Dicen que el Congreso se instaló el 14 de septiembre de 1813 en la Iglesia de la Asunción, en el centro de la ciudad de Chilpancingo, y se declaró soberano. De diferentes provincias llegaron: José María Cos, Andrés Quintana Roo, Carlos María Bustamante, Ignacio López Rayón, José Manuel de Herrera, José María Liceaga, y José Sixto Verduzco.
A pesar de lo cual carecía de representatividad, pues otras 18 entidades no enviaron delegados, y ni siquiera estaban enterados de esta iniciativa.  Morelos pronunció el discurso inaugural, en el que mencionó  los Sentimientos de la Nación, con estos puntos relevantes.
Declarar la independencia y libertad de América.
Una vez reconocida la soberanía, con una política inspirada en la Revolución francesa, el gobierno se dividiría en tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.
Se proscribe la esclavitud y la distinción de castas para siempre y todos queden iguales.
Se desaparecen las alcabalas, estancos y el tributo de los indígenas.
Se reafirma la religión católica como la única aceptada sin tolerancia de otra.
Morelos se declaró a sí mismo “Siervo de la Nación”, renunciado al poder que se había ganado en las batallas, y que bien utilizado, habría servido para contar con un Congreso bien establecido y productivo. En cambio de eso, los diputados andaban huyendo de un lugar a otro, siempre perseguidos por las tropas del gobierno, como si fueran delincuentes.
Los expertos aseguran que el Congreso de Anáhuac fue una mala copia de las cortes de España, y un remedo de la asamblea Constituyente de Francia, y Morelos se vio imposibilitado de establecer ningún orden, y atiborrado de decretos y leyes inútiles e inejecutables.

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