lunes, 14 de enero de 2019

COLUMNA

De Frente
Miguel Ángel Mata Mata
Los inentendibles.
--“Es que no entienden”, respondió el presidente de México a la corrección que le hizo el gobernador de Guerrero: “Si no sirvo me hago a un lado; soy un guerrerense digno”.
--“Por lo que a mí respecta, una disculpa”, ofreció Andrés Manuel López Obrador a Héctor Antonio Astudillo Flores.

Sucedió en Oaxaca. El gobernador, Alejandro Murat fue abucheado durante la visita del presidente de México a esa entidad. No se consignó la disculpa ofrecida al de allá. Tal vez él mismo decidió dejar pasar el incidente.
Sucedió en Morelos. También en el Estado de México. El torneo de insultos a los gobernadores parece la extensión de una campaña política que, durante dieciocho años, usó la descalificación como herramienta de persuasión. 
El fin de semana reciente, tocó el abucheo al gobernador de Guerrero, Héctor Antonio Astudillo Flores. Miles de acarreados, lo mismo que hicieron los de Oaxaca, Morelos o Estado de Méx
ico, llevaron a Tlapa de Comonfort la consigna de la denostación que avasalla la posibilidad de que los diferentes se entiendan para llegar a lo que se llama federación.
El circo montado por militantes del Movimiento de Regeneración Nacional desplazó al evento institucional. ¿Alguien recuerda el motivo de la visita presidencial a Guerrero? Se trató de la entrega de apoyos federales, estatales y municipales a personas con capacidades diferentes. Pocos lo recuerdan. En el colectivo ha quedado como noticia el circo.
¿Todo con el uso de la razón, nada con la fuerza? Qué contrariedad. Qué paradoja que sea el presidente de México quien recurra a la máxima juarista para pretender calmar a sus seguidores y buscar, sin con seguirlo, el linchamiento a los contrarios.   
Los gritos, insultos y amenazas han tenido eco entre quienes han sembrado, en redes sociales, el odio, rencor y la división entre los mexicanos. Justificar que un grupo disienta violentamente de otro por encima de la democracia y se confronte con gobernadores pareciera lúdico ejercicio de quienes son víctimas cuando pierden en las urnas y únicos propietarios de la democracia y la verdad absoluta, cuando ganan.
--“Convoco a los gobernadores a evitar los insultos en las giras presidenciales. Valoraré mi asistencia a otros actos presidenciales. No soy tan tonto como para pelearme con el presidente”, habría dicho Héctor Antonio Astudillo Flores, para dar colofón al incidente.
No se trata de insultos a los gobernadores, que logran el frenesí de la turba. Se trata de poner en riesgo el pacto que permite a México ser una República federal. Una federación, pues ¿Y qué cosa es una federación?
Las federaciones están compuestas por divisiones territoriales que se autogobiernan, a las cuales se llega a dar con frecuencia el nombre de estados, cantones, regiones, provincias u otras, que gozan de un mayor o menor grado de autonomía pero que, en cualquier caso, tienen facultades de gobierno o legislación sobre determinadas materias, distintas de las que corresponden a la administración federal (gobierno de la federación).
El estatus de autogobierno de las regiones que lo componen está establecido por su constitución y, de ordinario, no puede alterarse unilateralmente por decisión del gobierno de la federación. 
Una federación (del latín foederatio, “unión”) es una agrupación institucionalizada de entidades sociales relativamente autónomas. La federación suele asociarse a la formación de Estados conformados a su vez por la reunión de varias entidades territoriales y políticas.
También suele denominarse Estado federal o república federal y, generalmente, tiene un sistema político republicano y excepcionalmente monárquico. El término se contrapone al de Estado unitario o centralizado.
Como hemos leído, México es una federación en donde 32 entidades, gobernadas por personajes pertenecientes a distintos partidos políticos, han decidido unirse para conformar un gobierno federal que, en nuestra coyuntura, coordina Andrés Manuel López Obrador. Él no es jefe de ellos. 
Polarizar mediante la turba pone en riesgo la unión de esas 32 entidades relativamente autónomas. Pone en riesgo a México, como hasta hoy lo hemos conocido.
--“Sin Chiapas, Oaxaca y Guerrero, México sería una potencia”, dijo la semana anterior un señor de apellido Quadri, a quien todos tacharon de locuaz irreverente. Tal vez no lo sea tanto.
Tal vez éste señor tenga información de primera mano que desconocemos el resto. Tal vez, solo tal vez, exista un plan para aniquilar la unión de los diversos para arribar a una autocracia.
Polarizar lleva a la división y confrontación hasta la aniquilación de quien piensa diferente. De quien no tiene nuestro mismo color. Der quien no viste igual que nosotros. De quien es rico o es pobre. De ustedes son los malos, nosotros los buenos. De los blancos y negros, sin pasar por la riqueza que dan los matices. Del ganamos y somos mayoría, sin importar pisotear a las minorías.    
En política la Polarización es el proceso por el cual, en un conjunto, se establecen características que determinan la aparición en él de dos o más zonas, los polos, que se consideran opuestos respecto a una cierta propiedad, quedando el conjunto en un estado llamado estado polarizado. Por ejemplo, si una sociedad queda polarizada respecto a un tema, significa que se han formado dos o más grupos de opinión contrarios entre sí, sin ningún punto en común.
Eso es federación, polarizar, pero, como ofreció en una disculpa Andrés Manuel López Obrador a Héctor Astudillo: “es que no entienden”.

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