martes, 30 de abril de 2019

ARTÍCULO

La batalla de puebla
Apolinar Castrejón Marino
Una de las páginas de la historia patria que llenan de orgullo los discursos de los políticos, es la batalla del 5 de mayo de 1862, en que las fuerzas nacionales vencieron al ejército francés.
Según una carta del general Ignacio Zaragoza dirigida al ministro de guerra refiere que: “El ejército francés se ha batido con mucha bizarría; pero su general en jefe se ha portado con torp
eza en su ataque. Las armas nacionales, se han cubierto de gloria, y por ello felicito al Primer Magistrado de la República por el digno conducto de usted, en el concepto de que puedo afirmar con orgullo, que ni un solo momento volvió la espalda al enemigo el Ejército Mexicano, durante la larga lucha que sostuvo…”.
Pero, mirando sin apasionamiento el éxito de la batalla, poco debería alegrarnos pues en una segunda batalla se enfrentaron durante 62 días, y lograron avanzar hasta la Ciudad de México, lo cual permitió el establecimiento del Segundo Imperio Mexicano.
Todo empezó en octubre de 1861, cuando el presidente Benito Juárez anunció que no pagaría la deuda que tenía con Francia, Inglaterra y España. Los afectados se reunieron en la Convención de Londres, para acordar el envío de contingentes militares a México para reclamar sus derechos como acreedores.
La deuda ascendía a 80 millones de pesos: 69 millones corresponderían a Inglaterra, 9 millones a España y 2 millones a Francia. Ante la amenaza de la invasión militar, Benito Juárez ordenó la creación del Ejército de Oriente, para la fortificación de Puebla, que puso bajo el mando del general José López Uraga, que luego fue sustituido por Ignacio Zaragoza.
Zaragoza estableció su cuartel, esperando evitar que los franceses llegaran a Puebla. El 4 de mayo, una columna a caballo, marchaba por la zona de Atlixco para unirse con las fuerzas de Lorencez para el ataque a Puebla. Zaragoza envió una brigada de 2000 hombres para detenerlos, y al resto de su ejército lo resguardó en los fuertes de Loreto y Guadalupe, con dos baterías de artillería de batalla y dos de montaña, mas cuatro columnas de infantería con una batería de batalla y una brigada de caballería por el lado del camino a Amozoc.
El ala derecha la cubrían las tropas de Oaxaca dirigidas por Porfirio Díaz. El centro de lo ocuparon Felipe Berriozábal y Francisco Lamadrid con las tropas del Estado de México y San Luis Potosí. Y la izquierda se apoyó en el cerro de Acueyametepec ubicado en el norte, con el general Miguel Negrete a la cabeza de la Segunda División de Infantería.
A las 9:15 de la mañana del 5 de mayo, los franceses aparecieron en el horizonte, avanzando con fuego de las guerrillas de caballería. La batalla se inició en forma a las 11:15 de la mañana.
Intempestivamente, la columna francesa que venía avanzando de oriente a poniente, se dividió en dos: la primera, de 4000 hombres y protegida con su artillería, dio un violento viraje hacia la derecha para dirigirse hacia los fuertes; mientras que la segunda columna, de la infantería, quedó como reserva.
Lorencez, confiado en la superioridad de sus tropas, concentró el ataque en los fuertes. En respuesta, Zaragoza movilizó sus tropas hacia las faldas del cerro, situándolas entre la hondonada que separa a los dos fuertes, con la protección de la brigada del general Antonio Álvarez.
La línea de batalla mexicana formó un ángulo desde el fuerte de Guadalupe atacando por el frente a los franceses, mientras el general Lamadrid con las tropas potosinas cubrieron el camino de Amozoc. En la derecha la cerró Porfirio Díaz con la División de Oaxaca, auxiliado por los escuadrones de Lanceros de Toluca y Oaxaca.
En ese momento los zuavos, el regimiento de élite de la infantería francesa, iniciaron su ascenso por el cerro hacia Guadalupe, perdiéndose de la vista de los fusileros mexicanos, y de repente, aparecieron disparando. Sin embargo, el fuego de los mexicanos los detuvo en seco.
Y los soldados de Berriozábal los recibieron con sus bayonetas, por lo que tuvieron que retirarse. Se repusieron rápidamente y lanzaron un nuevo intentando de tomar el fuerte, apoyados por los regimientos de Infantería de Marina, siendo recibidos con la bayoneta.
El coronel mexicano José Rojo avisó alanzó un ataque mortal con la caballería y ordenó a los Carabineros de Pachuca disparar sus carabinas sobre los franceses. Un cabo mexicano de apellido Palomino se batió cuerpo a cuerpo con los Zuavos, logrando posesionarse de su estandarte como botín de guerra.
El saldo final fue de 476 soldados franceses muertos y 345 heridos, y del lado mexicano, 83 muertos, 132 heridos y 12 desaparecidos. Lorencez, dispuso la retirada hasta San Agustín del Palmar, siendo “saludado” por la artillería republicana y la Banda de Guerra de los Carabineros, quienes tocaron “Escape”.

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