miércoles, 22 de enero de 2020

ARTÍCULO

Don Pablo Sandoval Cruz
(1918-2020)
Isaías Alanís 

Pequeño gigante, padremadre, hermano de la espiga
Señor de la ceiba prodigiosa, del estruendo del silencio
Dueño desde siempre y para siempre de la libertad
A la que le serviste como un rebelde consumado.

Has muerto, Pablo, lo sabemos, has muerto
Callada esta tu voz, tu sangre libertaria
Ya no te escucharé contar en la noche perfec
ta
Las horas de lucha con tu memoria en las palabras
Cercado por un estetoscopio, ronco por el polvo del gis.

Te recuerdo parado en el centro del llano pelón
Bajo la fronda geológica del rayo, cobijado por los cielos
Donde mora el canto de los astros, el silencio del infinito
Y los ojos en llamas de Tlazoltéotl que te rodea
Venciste al mundo con el girar de la semilla en cada tranco
Con tu inocencia de hombre de barro, con tu voz de oro
Con tus ojos de dios terrenal, descubriste el llanto
Y la sabiduría del hombre-pájaro para derrotar al enemigo
Con tu voz sonora como un cardo, florida esmeralda inmaculada.

Te recibió el mar con sus ojos en llamas
Te cubrió de cantos el misterio con su ecuación de nubes
Descendiste al surco traicionado, al corazón de la pobreza
Con tu espada de viento, con tu voz de arcángel
Con tu sonrisa de doctor que cura las heridas del hambre.

Elegiste el camino de los astros, para andar sobre la tierra
Con tu espada de relámpagos y tus ojos de cedro enamorado
Te hiciste uno con el hombre, uno con la mujer amada
Entregado a defender la libertad, creciste como junio
En medio de un invernadero de ideas y esperanza
Bajo la llave sin cerradura de la lucha social
Abriste caminos, señor de los senderos incendiarios
Enseñaste al ciego a mirar, al tullido a caminar
Al mudo a hablar, al farsante a callar.

Espero que no te construyan un jardín, una estatua
Donde se mean los perros y los borrachos
Déjanos la claridad de tu herencia, tu voz de trueno
Tu sencilla flor de magma donde abunda el agua
Y los veneros del oro se convierten en astros.

Adiós amigo, señor de las tormentas, hijo del sándalo
Padre de la Sierra Madre y hermano mayor de la ternura
Tus hijos te esperan con sus manos de tierra
En un país en llamas, que se desmorona
Saqueado, ensangrentado y colmado de tragedias
Este país a quién le dedicaste tu vida, se nos va de las manos
Hay que arrebatárselos de un tirón, no queda de otra
Y repartir las letras, el pan, la salud, las espigas.

Querido Pablo, se achican los caminos, se abren más heridas
Hay que despertar al pueblo con la energía de tu sonrisa.

Los que nos quedamos a continuar tu obra
Te llevamos mar adentro de nuestro corazón
Los hijos de tus hijos y los que vendrán
El hijo del tigre, la hija del maíz tierno
El ahijado de las esmeraldas, el padre del viento.

Por mi parte, Pablo, te digo adiós con las alas del dolor
Cortadas a cuatro manos por la muerte
Te digo adiós con la savia de la esperanza planetaria
A esta hora en que deshojo un sueño
Te recuerdo sentado en una nube, solo, tan solo
Como el último trago de mezcal que ya no saboreamos.

Adiós Pablo, Adiós, la vida es así, nunca para de asombrarnos
Y nunca logramos descubrir sus secretos
Apenas rozamos su blancura, salta la sombra
Apenas le cantamos, nos cubre la noche oscura del alma.



“Has muerto camarada en el ardiente amanecer del mundo”.
21 de enero de 2020.


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