Evodio
Juan López
Gobernar es cada vez más un oficio operado desde una fortaleza rodeada de fosos y caimanes, que una arcadia que propicie la paz y el orden social, por medio de manifiestos que lleven el bienestar a la sociedad y calmen la estridencia de una opinión del público, que más que nunca tiene fugas y escapes en las redes sociales para carcomer cualquier reputación con un desgaste continuo, irritante.
Hubo tiempos en que la ocupación de denostar a la autoridad era exclusivo de ciertos personajes: periodistas que teníamos acceso a los diarios y nos ensañábamos en columnas editoriales con páginas que parecían epitafios de lo despiadado como cortaban la yugular de las víctimas. Recordemos en Acapulco a Nacho de la Hoya: muy preciso, contundente, implacable, no había honra dudosa que no fulminara su prosa corta envenenada con su crítica sin
Gobernar es cada vez más un oficio operado desde una fortaleza rodeada de fosos y caimanes, que una arcadia que propicie la paz y el orden social, por medio de manifiestos que lleven el bienestar a la sociedad y calmen la estridencia de una opinión del público, que más que nunca tiene fugas y escapes en las redes sociales para carcomer cualquier reputación con un desgaste continuo, irritante.
Hubo tiempos en que la ocupación de denostar a la autoridad era exclusivo de ciertos personajes: periodistas que teníamos acceso a los diarios y nos ensañábamos en columnas editoriales con páginas que parecían epitafios de lo despiadado como cortaban la yugular de las víctimas. Recordemos en Acapulco a Nacho de la Hoya: muy preciso, contundente, implacable, no había honra dudosa que no fulminara su prosa corta envenenada con su crítica sin