platónica del mundo ideal
Juan Carlos G. Alarcón.- Me uno a las voces, cantos, letanías tan vibrantes desde distintos rincones del planeta que desean feliz vuelo hacia otra vida mejor a una de las plumas más sublimes de las letras mundiales contemporáneas.
La imagen más viva, más poderosa, más memorable que conservo del - desde hace lustros- escritor inmortal, es cuando lo conocí, lo vi, lo escuché, a medio metro de distancia, dialogar, frente a frente, con el último humanista de la historia, el filósofo francés George Steiner.
Aún vivo para fortuna de la humanidad: el autor de La muerte de la tragedia y Gramáticas de la creación.
Tuve el honor de testimoniar, durante varios minutos, el extraordinario duelo verbal, cada uno armado con las mejores estratagemas conceptuales, semánticas de nuestra época, sutilmente imbricadas a cada oración, frase, idea lanzada al aire, de dos de las mentes más agudas, más críticas, más reflexivas, desde tiempos del esplendor filosófico griego, sobre la milagrosa relación, ora grata, ora ingrata, entre el lenguaje y el mundo, el hombre y la realidad. Dos conciencias nucleares antiatómicas, titánicas, tan analíticas del fenómeno de la globalidad económica, financiera, tecnológica, socio-cultural que trata de homogeneizar, domesticar a todas las razas de la Tierra, intercambiaron luminosos pensamientos, a través de sus mutuos telescopios, prefigurando con su intenso fulgor el futuro sombrío de la sociedad mecanizada, virtualmente digitalizada, del tercer milenio cristiano.