Cosmos
Héctor Contreras Organista
¡Chingue a su madre el gobernador;
eso dicen sus enemigos.Yo digo:Que viva mi señor gobernador!
La frase que acuñaron los funcionarios del gobierno –ignorándose si federal, estatal o municipal, pero sabido es que en los tres niveles «cojean de la misma pata»- y que quedó como legado para las nuevas generaciones, es que al término de una administración se digan entre ellos con todas sus letras: «¡Estamos en pleno Año de Hidalgo y chingue a su madre el que deje algo!», (del presupuesto, obviamente).
Sin embargo, aquí en Chilpancingo, de lo que nos consta, hubo un presidente municipal que se saltó las trancas, y lejos de llevarse hasta los clavitos donde colgaban los retratos del ayuntamiento, como en su momento lo hicieron otros, éste alcalde dejó bien aceitada la máquina municipal para que «el nuevo» no encontrara problemas administrativos y hasta dinero dejó en las arcas, una buena lana: Cosa harto rara en un servidor público.
Ese hombre, ese alcalde, ese buen guerrerense se llama Jorge Arrieta Jiménez, hijo de aquel señorón que fue gobernador –interino-, el ingeniero Darío L. Arrieta Mateos, el que trajo el beisbol y la charrería a Guerrero, como deporte y construyó el Lienzo Charro que fue una gran atracción para el pueblo y que al rato la estupidez rectoril de la UAG demolió, y el beisbol lo impulsó en el campo «Wallace», donde el ejército se quedó con los terrenos ubicados ahora en medio de la población.