Cosmos
Héctor Contreras Organista
Cada pueblo, cada país, cada región del mundo ha tenido sus pregoneros. La ciudad de México en el siglo XIX particularmente se distinguió por ello. Desde los vendedores de carbón y leña hasta las mujeres de Xochimilco que ofrecían bellísimas flores. Y se ofertaban «¡Chichicuilotitos… vivos!».
Recorrían kilómetros y kilómetros diariamente con su pregón: ¡Mérqueme flores, siñor!... ¡Ándele, Marchanta: llévese estas florecitas!
A mitad del siglo XX aparecieron en las calles de la ciudad de México los ropavejeros: ¡Ropa usada que vendaaaannnn!... ¡Compro botellas!… ¡compro papel!… compro cartón…! Y así, el pregón se fue transformando. El mismo Joaquín Pardavé protagonizó una película con ese título: «El Ropavejero». Esa ha sido la importancia que han alcanzado los pregones de la ciudad. Son las Voces del Pueblo.