COLUMNA
Los salvadores de Guerrero
Apolinar Castrejón Marino
“No es lo mismo huele a traste, que a traste huele”, ni es lo mismo “un gato montés, que te montes en un gato”. Inagotable y pícaro es el ingenio de nuestro pueblo, y a veces llega a lo bellaco en dichos como este: “No es lo mismo las lechugas de la parcela, que las pechugas de la Marcela”, y el que dice que “No es lo mismo un metro de encaje negro, que un negro te encaje un metro.
La cuestión viene a cuento por la actitud del gobierno del Estado de Guerrero, particularmente con el mismo gobernador que “ya se quiere ir” y el Secretario de Educación que en fechas recientes dijo a la periodista Magda González del grupo Mileno Televisión, que su presencia ya no se justifica en Guerrero, porque no se ha logrado llegar a un acuerdo, por los bloqueos, y porque no puedo contratar maestros, porque estaría violando la ley.
Poco tiempo atrás recibió el reclamo de varios sectores de la población, afectados por las marchas y bloqueos de carreteras que realizan los maestros. Su respuesta fue que él no es policía para controlar la delincuencia y el vandalismo, y que no tiene miles de policías para cuiden a los ciudadanos.
Ah ¿verdad? no es lo mismo ser opositor y “rebelde”, que estar en el gobierno. No es lo mismo gritar consignas contra las autoridades, que estar en el gobierno, y tener que resolver los problemas.
Todos los guerrerenses recuerdan la fecha en que Rogelio Ortega fue designado gobernador, en sustitución de Ángel Aguirre, a raíz de los hechos de sangre acontecidos en Iguala. Todos los periodistas de la prensa escrita, de la radio y la televisión, fueron pródigos en halagos, y hasta admiración hacia don Rogelio. Y hasta la clase política demostró su aprobación.
La gente de Guerrero, tenían grandes expectativas de que un académico universitario, un líder opositor, y un político que no anduvo detrás de la gubernatura, realizara muchas acciones en beneficio de la ciudadanía, y que contribuyera en el esclarecimiento de los casos de justicia pendientes.
Mayor sorpresa causó que mandara traer a otro viejo “luchador social”, miembro del Comité de Lucha de la Facultad de Ciencias durante el movimiento estudiantil de 1968, y perseguido político por sus ideas “innovadoras”, don Salvador Martínez della Rocca, para colocarlo como Secretario de Educación.
De “Los Mochis” a Guerrero, pasando por el D. F. Martínez della Rocca era Diputado Local por el XXXVIII Distrito en el Distrito Federal, y le cayó del cielo la invitación de Rogelio Ortega. Desde su llegada, causó simpatía, y cualquier hijo de vecino lo llamaba “El Pino”, tratando de demostrar cierta familiaridad y trato con el interfecto.
Pero casi nadie sabía que su apodo alude a su trayectoria de “grillero”, parrandero y farsante. Chismoso que se atribuye mil anécdotas de valentía contra la policía y contra los porros, que solo existen en su imaginación o en su mente torturada por el alcohol y las drogas.
Los salvadores de Guerrero, Salvador Ortega y Salvador Martínez, no hacen honor a su nombre, y solo vinieron a hundir más a este Estado, que se debate en la miseria, la delincuencia y la corrupción. ¿Así terminan los líderes contestatarios del gobierno? Denigran a las autoridades, luchan por el poder, y cuando lo obtienen ¿No saben qué hacer con él?
Ellos ya se quieren ir, pero su deseo es superado por los guerrerenses, que ya no quieren saber más de ellos. Y también quieren que se vayan los “funcionarios” que mantienen en su gobierno, que ni siquiera se tomaron el trabajo de cambiarlos, o que tuvieron los acuerdos para dejarlos en sus puestos, para que se llevaran hasta las últimas migajas de los jugosos presupuestos.
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