𝘿𝙚 𝙢𝙞𝙩𝙤𝙨 𝙮 𝙖𝙜𝙖𝙨𝙖𝙟𝙤𝙨


ℰ𝓁𝒾𝓃ℴ 𝒱𝒾𝓁𝓁𝒶𝓃𝓊ℯ𝓋𝒶 𝒢ℴ𝓃zá𝓁ℯz

En la ciudad más hermosa de México: La Paz, Baja California Sur, hay el mito de que quien llega de visita y prueba las ciruelas del Mogote nunca más la abandonará, o por lo menos su corazón quedará hechizado para siempre en un sentido de pertenencia existencial. En la ciudad más histórica del país: Chilpancingo, Guerrero, el mito local es que quien prueba el riquísimo té de toronjil acompañado de la no menos deliciosa semita, un pan artesanal que lleva entre sus ingredientes piloncillo y requesón, también caerá rendido, subyugado, atrapado de forma irremediable. En mi Odisea por la vida, me ha sido imposible librarme de ambos mitos, he caído, he sucumbido ante ambas maldiciones bellas. De hecho, tampoco he podido librarme de los recuerdos y las añoranzas de la infancia pobre, pero feliz, entre ellos disfrutar, como este inicio de semana, ahí nomás, humildemente, de una buena cazuela de frijoles de la olla, cocidos en fogón con leña, hervidos con epazote y ciruelas de monte tiernitas, tiernitas, aderezados con una salsa de cotomate y chiltepín, acompañados con tacos de requesón en tortillas hechas a mano y en comal de barro encalado, bajado todo con un buen jarro de canelita endulzado con miel de tronco. Así las cosas, qué más se le puede pedir a Dios y a la Vida. Si alguien vino a la vida un rato, y además de ser feliz le invitan un buen plato, qué más puede pedir, el ingrato. Sí, pues.

#QuédateEnCasa🏡💙

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