๐๐ฉ๐๐จ ๐ฑ๐ฒ๐๐๐ฟ๐ผ๐รณ ๐๐ฐ๐ฎ๐ฝ๐๐น๐ฐ๐ผ;๐ณ๐ฒ๐ฑ๐ฒ๐ฟ๐ฎ๐ฐ๐ถรณ๐ป ๐น๐ผ ๐ฎ๐ฏ๐ฎ๐ป๐ฑ๐ผ๐ปรณ
๐๐๐๐ช๐๐ก ร๐ฃ๐๐๐ก ๐๐๐ฉ๐ ๐๐๐ฉ๐/Reportero de Sรญntesis de Guerrero/๐๐ฐ๐ต๐ฐ de ๐
๐ค๐จ๐๐๐๐ฃ๐ ๐๐๐ฉ๐ง๐๐๐๐ ๐๐ฃ๐งรญ๐ฆ๐ช๐๐ฏ ๐๐ช๐ฃ๐.
๐ ๐ถรฉ๐ฟ๐ฐ๐ผ๐น๐ฒ๐ ๐ฎ๐ฑ ๐ฑ๐ฒ ๐ผ๐ฐ๐๐๐ฏ๐ฟ๐ฒ.
— “Todos se van a casa y se resguardan”, dijeron a los empleados. “La tormenta viene con fuerza”.
Cerraron el negocio como a las cinco de la tarde y pasaron a surtirse de agua, atunes enlatados y trozos de policarbonato para reforzar las ventanas.
Pringar se dice cuando pequeรฑรญsimas gotas de agua anuncian la certeza de una tormenta que se avecina. Se empaparon con ellas cerca de las ocho de la noche.
En casa escucharon el ruido de la lluvia que se intensificรณ como a las diez de la noche. Comenzaron los silbidos del viento entre las hendiduras de las puertas.
A las once la cortina de agua no dejaba ver las casas de cartรณn que adornan los cerros de enfrente.
Fue a las once con cincuenta que el ruido se hizo, asรญ como el de una locomotora que se avecina.
— Pof, pof, pof, bramรณ.
Ella dormรญa. รl subiรณ para cerrar la puerta de hierro de la azotea. Se la arrebatรณ el viento.
De un salto regresรณ. La despertรณ y alertรณ:
— ¡Al baรฑo, al baรฑo, corre y mete una silla!
๐๐๐ฒ๐๐ฒ๐ ๐ฎ๐ฒ ๐ฑ๐ฒ ๐ผ๐ฐ๐๐๐ฏ๐ฟ๐ฒ, ๐บ๐ฎ๐ฑ๐ฟ๐๐ด๐ฎ๐ฑ๐ฎ.
Fue en punto de las doce de la noche y el primer minuto del jueves.
Sentados, en el baรฑo, le disputaban a Otis, la tormenta, el dominio de la puerta que abre hacia afuera. A tirones la defendieron. El viento la chupaba, ellos la jalaban. Hasta que un golpe secรณ vino en su ayuda.
Al romper todos los vidrios de la vivienda, la fuerza del viento arrancรณ otra puerta y la dejรณ, como palanca que impidiรณ fuesen chupados por la ferocidad de Otis.
La fuerza dio tregua a las dos de la maรฑana. El rugido de locomotora volviรณ, como a las dos y media, convertido en algo parecido al maullido de un gato. Ella pidiรณ abrir la ventana para que entrase el gato que maullaba. No lo hicieron. Era Otis quien tocaba, con mayor fuerza.
Por una rendija รฉl pudo ver que sus pequeรฑas habitaciones parecรญan pequeรฑas licuadoras donde giraban cuadros, vidrios, mesas, sillas, sillones. Todo. Todo giraba.
Una hora despuรฉs dejรณ de soplar el viento. El agua aรบn caรญa a cรกntaros.
Dormitaron, sentados, hasta las seis de la maรฑana.
Sin vidrios en todas las ventanas. Inundadas las habitaciones. Pequeรฑos trozos de hojas verdes, de muchos รกrboles, parecรญan papel tapiz en las antes blancas paredes.
๐๐๐ข๐ฅ๐๐ฅ๐ข๐ก.
๐๐๐ฒ๐๐ฒ๐ ๐ฎ๐ฒ ๐ฑ๐ฒ ๐ผ๐ฐ๐๐๐ฏ๐ฟ๐ฒ, ๐ฝ๐ผ๐ฟ ๐น๐ฎ ๐บ๐ฎรฑ๐ฎ๐ป๐ฎ.
Los vecinos del condominio salieron, casi igual que ellos, asustados. Comenzaron a barrer vidrios, agua, madera, puertas, ventanas, tela, ropa. Todo. Todo empapado.
El susto en las caras de todos nos decรญa que Dios nos retirรณ su cariรฑo.
— ¿Quรฉ cosa te hicimos, Dios? ¿Quรฉ te hicimos?
Limpiaron, limpiaron, limpiaron hasta caer dormidos empapados en agua de lluvia y el agua salada que dejan las lรกgrimas.
— ¿Quรฉ te hicimos, Dios?
๐ฉ๐ถ๐ฒ๐ฟ๐ป๐ฒ๐ ๐ฎ๐ณ ๐ฑ๐ฒ ๐ผ๐ฐ๐๐๐ฏ๐ฟ๐ฒ, ๐ฝ๐ผ๐ฟ ๐น๐ฎ ๐บ๐ฎรฑ๐ฎ๐ป๐ฎ.
Desde la maรฑana, en la central de la Comisiรณn Federal, que se ve desde el edificio ubicado en la parte alta de Mozimba, miraron a cientos de empleados de la CFE.
Desde ahรญ notaron, la noche anterior, que Acapulco se apagรณ en su totalidad. Ni un foco. Ni un anuncio. Ni una lucecita. La luna tendiรณ su manto y cubriรณ sus tristezas acompaรฑada del absoluto silencio.
Desde temprano, la pareja tomรณ sus mochilas.
Caminaron, entre รกrboles y postes de luz caรญdos, hasta la calzada Pie de la Cuesta. El Chedraui, daรฑado por la tormenta, era presa de otro feroz ataque: turbas saquearon comida, ropa, bicicletas, motocicletas, pantallas gigantes y todo.
Todo lo que, en sus manos, e inclusive lujosos autos, cupiese.
Siguieron su camino hasta la Plaza รlvarez, conocida como el Zรณcalo de Acapulco. Subieron por el barrio de El Pasito. Las tejas con casas incluidas, de los viejos barrios de la ciudad desaparecieron.
En la Iglesia de Nuestra Seรฑora de la Soledad, preguntaron otra vez:
— ¿Quรฉ te hicimos, Dios? ¿Quรฉ te hicimos?
๐ฉ๐ถ๐ฒ๐ฟ๐ป๐ฒ๐ ๐ฎ๐ณ ๐ฑ๐ฒ ๐ผ๐ฐ๐๐๐ฏ๐ฟ๐ฒ ๐ฝ๐ผ๐ฟ ๐น๐ฎ ๐๐ฎ๐ฟ๐ฑ๐ฒ.
Los รกrboles del zรณcalo yacรญan, vencidos por Otis.
Las golondrinas que sรญ hacen verano todas las tardes, colgadas de los cables del primer cuadro de la ciudad, yacรญan, en banquetas y pavimento, muertas.
Pasaron por el muelle. Gigantesca grรบa de barcos, con dos enormes plataformas, fueron sacados por el mar y el viento: yacรญan en el muelle.
Al fondo se veรญan cientos de yates privados, hundidos.
De algunos de ellos sacaron, dicen los marineros, cerca de ochenta cadรกveres de los capitanes que siempre, siempre, siempre, deben quedarse a bordo cuando hay tormentas. Murieron casi todos ellos al hundirse la embarcaciรณn que capitaneaban.
Llegaron a su negocio. Su รกrbol de mango, sembrado hacรญa casi ochenta aรฑos, en el centro de la propiedad, tambiรฉn fue vencido por Otis. De raรญz lo arrancรณ.
Ni una sola lรกmina del negocio quedรณ en su lugar.
Ahรญ estaban ellos, algunos de los empleados, refugiados: perdieron, todos, todo. Quedaron sin casa.
La rapiรฑa, se enteraron ahรญ, seguรญa en los Chedraui, en Sanborn´s, en Woolworth, en Sams, En Walmart, en todos los Oxxos y Cรญrculos K. Hasta la miscelรกnea pequeรฑa de la esquina fue saqueada.
— ¿Y la Guardia Nacional? ¿Y el Ejรฉrcito? ¿Y el Plan DN III? ¿Y la policรญa Estatal? ¿Y la policรญa municipal?
Nadie. Nadie. Nadie de ellos estuvo ahรญ. Nadie.
Volvieron, de raid, entre saqueadores que corrรญan con el botรญn gritando: ¡hay que rapiรฑear, que el mundo se va a acabar!
Ella subiรณ a la limpieza de casa. รl bajรณ, machete en mano, a unirse a los vecinos. A machetazos comenzaron a cortar los pesados รกrboles que obstruรญan la entrada a los edificios.
๐ฆรก๐ฏ๐ฎ๐ฑ๐ผ ๐ฎ๐ด ๐ฑ๐ฒ ๐ผ๐ฐ๐๐๐ฏ๐ฟ๐ฒ.
Los empleados de la CFE se reunรญan allรก abajo, en la estaciรณn de distribuciรณn elรฉctrica. No paraban. Todos lo vimos. Luego se les unieron los de Telmex.
— ¿Y nuestros gobiernos?
Allรก, por el mercado central, se escucha una explosiรณn. Le siguen columna de humo negro, gris, blanco. Estallรณ un centro de distribuciรณn de gas domรฉstico cuando algunos quisieron robarlo para regalarlo.
El fuego comenzรณ, se desarrollรณ y extinguiรณ solo. Nadie llegรณ a apagarlo.
Sin luz, siguiรณ la escasez de agua. Ni cรณmo comprarla. Ya no hay mercado que la venda. Otra: sin luz, los bancos y los cajeros automรกticos no funcionan. El dinero comenzรณ a perder, aquรญ en Acapulco, valor.
Sin comunicaciรณn nos enteramos que el presidente dijo, en su Maรฑanera, que en Acapulco ya habรญa luz, agua y que la gente estaba feliz.
La triste realidad tiene otros datos: No hay luz, no hay agua, no hay limpieza de calles, no hay vergรผenza. Los gobiernos abandonaron a los acapulqueรฑos.
Como en ese pequeรฑo condominio, en muchas otras calles de la gran ciudad, los vecinos comenzaron a organizarse.
Limpian su calle y amontonan desechos con escombros a la espera del carretรณn de la basura que tal vez llegue. Tal vez para abril o para mayo. O tal vez jamรกs vendrรก.
Por la noche terminaron la tarea: los pesados รกrboles que obstruรญan la entrada del edificio fueron retirados ante la solidaria ayuda de otro vecino: llegรณ con una moto sierra y Zas: ¡Se llamaban รกrboles caรญdos!
Por la noche, antes de dormir, vieron que la energรญa elรฉctrica comenzaba a llegar al puerto: el fraccionamiento Joyas de Brisamar ya tiene luz.
— ¡Primero los ricos! ¿O, cรณmo era?
๐๐ผ๐บ๐ถ๐ป๐ด๐ผ ๐ฎ๐ต ๐ฑ๐ฒ ๐ผ๐ฐ๐๐๐ฏ๐ฟ๐ฒ
Los trabajos de Telmex, como los de la CFE, dan algunos resultados. En algunos lugares de Acapulco se instalaron centros para recargas elรฉctricas de telรฉfonos mรณviles. En algunos lugares, tambiรฉn, se alcanza a recibir la seรฑal de la telefonรญa celular.
Acapulco sigue sin luz, sin agua, sin comunicaciรณn, sin plan DN III, sin Guardia Nacional, sin policรญas estatales, sin policรญas municipales.
Cuando los gobiernos se ausentan, otros poderes ocupan su lugar. Este dรญa, grupos organizados de ciudadanos, se hicieron con las estaciones abastecedoras de gasolina: regalaron miles de litros a ciudadanos que anhelan el combustible para huir de la ciudad que comienza a ser un fantasma.
— Dicen que fue la maรฑa la que robรณ y regalรณ, cual Robin Hood costeรฑo, la gasolina. ¿Quรฉ es la maรฑa que se legitimรณ e hizo buena, ante la ausencia del gobierno?
Por la tarde son invitados a reuniones con vecinos fuera del condominio. En cada calle, en cada esquina, anuncian los evcinos, serรกn instalados retenes ciudadanos. Se cierran las calles a las seis de la tarde y se abren a la seis de la maรฑana.
— “Es que, como no hay gobierno, han comenzado los asaltos a casas. El vandalismo ha pasado de saquear tiendas a saquear casas”, argumentan.
Ya estรก. Es un toque de queda ciudadano.
Por la noche, dicen las noticias que La reconstrucciรณn de Acapulco lleva un ochenta por ciento y que sรญ hay luz, agua, bancos y que todos son felices.
Sรญ hay felices: otra colonia ha recibido el privilegio de recibir energรญa elรฉctrica, El fraccionamiento Las Brisas.
— ¡Primero los Ricos! ¿O, cรณmo era?
๐๐๐ป๐ฒ๐ ๐ฏ๐ฌ ๐ฑ๐ฒ ๐ผ๐ฐ๐๐๐ฏ๐ฟ๐ฒ ๐ฝ๐ผ๐ฟ ๐น๐ฎ ๐บ๐ฎรฑ๐ฎ๐ป๐ฎ.
Acapulco sigue sin luz, sin agua, sin comunicaciรณn, sin plan DN III, sin Guardia Nacional, sin policรญas estatales, sin policรญas municipales.
Pero con gasolina que ciudadanos robaron de las estaciones de servicio y regalaron a otros ciudadanos que inauguran caravanas de autos que hacen largas filas por las carreteras que va a la Costa Grande, por la que va a la Costa Chica y la que va a la Ciudad de Mรฉxico.
Ha comenzado un รฉxodo de acapulqueรฑos.
Unos vienen y se llevan a sus familiares. Otros se van para volver luego. Otros se han cambiado a ciudades cercanas, como Chilpancingo.
— ¿Por quรฉ no llega la ayuda particular, como pasรณ con otros fenรณmenos, como Paulina o Ingrid y Manuel?
Al salir del Acapulco fantasma, se enteran que los gobiernos han propagado informaciรณn falsa. Dicen que en Acapulco hay luz, agua, vรญveres y que los acapulqueรฑos estรกn felices.
En el รฉxodo, de lo particular a lo general, contamos: en el condominio de la pareja vivรญan 35 familias. Hoy quedan siete. Mรกs o menos asรญ en toda la ciudad. Cada vez hay menos gente.
Lunes 30 de octubre por la tarde.
รl saliรณ en su auto, con la gasolina que le regalaron en el centro de la ciudad. Supo que al fin hay una gasolinera que vende el combustible. Llena su tanque y regresa por ella.
Toman camino. Bajan, desde Mozimba, a la calzada Pie de la Cuesta. Cerca del panteรณn de San Fernando ven algunas ambulancias y camiones del gobierno de San Luis Potosรญ. Ven que otra gasolinera tiene una pipa que surte combustible.
Ven los primeros camiones con soldados y su brazalete que dice: Plan DN III. Toman por costera rumbo a la base naval. Las palapas de todos los restaurantes de playa estรกn destruidas.
En el entronque de vรญa rรกpida ven, al fin, a dos agentes de trรกnsito dirigir el escaso trรกfico. Al llegar al parque Papagayo se sorprenden.
— ¡Ah, cabrรณn!, reaccionรณ รฉl. ¡Sรญ hay y hubo ayuda del gobierno federal!
Desde el Parque Papagayo, hasta la base naval, camiones con guardias nacionales, soldados, helicรณpteros que vuelan y aterrizan ahรญ, en esa base.
Por muchas esquinas hay toldos moraditos, con el logotipo del gobierno federal. Hay atenciones mรฉdicas. Soldados operan un camionsotote con una planta que regala garrafones con agua potable.
— ¡Ah Cabrรณn! ¿El pendejo soy yo, entonces? Reflexionรณ.
Y asรญ, hasta que suben y luego bajan por la avenida Escรฉnica para observar que fue falso que el hotel Princess fue destruido en su totalidad, pero comprobar que los lujosos condominios de la zona, sรญ estรกn destrozados.
El panorama, le duele en el alma, cambia. Otra vez no hay policรญas municipales, estatales, guardias nacionales ni Plan DN III. El apoyo es para unos cuantos.
Toman camino al centro del estado.
Al llegar les muestran las noticias: dicen que nomรกs hubo 45 muertos, que el presidente adelantarรก los depรณsitos bancarios a todos los viejitos y jรณvenes. Que enviarรก planchas, refrigeradores y licuadoras a los damnificados.
Los que perdieron sus casas con techos de cartรณn en todo el anfiteatro. Los capitanes de todos los barcos que se hundieron en la bahรญa. Los miles afectados en Pie de la Cuesta o San Isidro y El Conchero.
Todos ellos tienen otros datos.
Excelente que les depositen sus pensiones en los bancos pero
— ¿Sin luz, en quรฉ cajero sacarรกn su dinero?
Esta es la triste historia de que siempre, siempre, siempre, en estos gobiernos, todos somos iguales.
Nomรกs que algunos son mรกs iguales que otros.
— ¡Primero los ricos!
— ¡Sรญ seรฑor!
— ¿O, cรณmo era?(๐ด๐ช๐ฏ๐ต๐ฆ๐ด๐ช๐ด๐ฅ๐ฆ๐จ๐ถ๐ฆ๐ณ๐ณ๐ฆ๐ณ๐ฐ.๐ค๐ฐ๐ฎ.๐ฎ๐น).
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