Fracturas estructurales y desafíos el suicidio en la actualidad México y AL
“𝘓𝘢 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘯𝘻𝘢 𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘴𝘪𝘭𝘦𝘯𝘤𝘪𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘯 𝘴𝘦𝘳 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘤𝘩𝘢𝘥𝘰𝘴”. 𝗥𝗶𝗰𝗮𝗿𝗱𝗼 𝗧𝗿𝘂𝗷𝗶𝗹𝗹𝗼 𝗖𝗼𝗿𝗿𝗲𝗮, 𝘢𝘤𝘢𝘥é𝘮𝘪𝘤𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘜𝘕𝘈𝘔
𝗘𝗹 𝘀𝘂𝗶𝗰𝗶𝗱𝗶𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗷𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗼 𝗳𝘂𝗻𝗰𝗶𝗼𝗻𝗮
𝘼𝙧𝙖𝙘𝙚𝙡𝙞 𝘼𝙜𝙪𝙞𝙡𝙖𝙧 𝙎𝙖𝙡𝙜𝙖𝙙𝙤*CHILPANCINGO, GRO., 11 de Septiembre de 2025.--Cada año, más de 720,000 personas se quitan la vida en el mundo. En América Latina y México, lejos de disminuir, las tasas de suicidio han mostrado un preocupante ascenso, convirtiéndose en una herida abierta que interpela a nuestras sociedades. Este fenómeno no puede entenderse como una decisión individual aislada, sino como el resultado de múltiples factores estructurales: desigualdad, violencia, exclusión, falta de acceso a salud mental y ruptura de los vínculos comunitarios.
𝗔𝗠É𝗥𝗜𝗖𝗔 𝗟𝗔𝗧𝗜𝗡𝗔: 𝗨𝗡𝗔 𝗥𝗘𝗚𝗜Ó𝗡 𝗘𝗡 𝗔𝗨𝗠𝗘𝗡𝗧𝗢
Mientras la tasa mundial de suicidio ha disminuido casi un 40% entre 1990 y 2021, América Latina ha seguido una tendencia inversa. En América Latina Central, los suicidios aumentaron un 39%, con México a la cabeza y un incremento del 123% en mujeres. En la región andina, el aumento fue del 13%, con Ecuador como caso destacado, y en la zona tropical, del 9%, con Paraguay al frente.
Este crecimiento revela una paradoja: en países donde el discurso sobre salud mental ha ganado espacio, las condiciones estructurales siguen deteriorándose. La pobreza, la precarización laboral, la violencia de género, el debilitamiento de los lazos comunitarios y la falta de políticas públicas eficaces configuran un entorno propicio para la desesperanza.
𝗠É𝗫𝗜𝗖𝗢: 𝗖𝗜𝗙𝗥𝗔𝗦 𝗤𝗨𝗘 𝗜𝗡𝗧𝗘𝗥𝗣𝗘𝗟𝗔𝗡
En 2024, México registró 8,856 suicidios, con una tasa nacional de 6.8 por cada 100 mil habitantes. Los grupos más afectados son jóvenes de 15 a 29 años y adultos de 30 a 44, es decir, personas en edad productiva. El 73.1% de quienes se suicidaron realizaban alguna actividad económica, lo que sugiere que el entorno laboral lejos de ser un espacio de realización puede convertirse en un detonante de sufrimiento.
Los estados con mayores tasas son Chihuahua (16.4), Yucatán (16.2) y Aguascalientes (14.3), mientras que Guerrero, Chiapas y Baja California presentan las más bajas. Esta desigualdad territorial exige un análisis contextualizado: ¿qué dinámicas sociales, económicas y culturales explican estas diferencias?
𝗚É𝗡𝗘𝗥𝗢, 𝗘𝗗𝗔𝗗 𝗬 𝗖𝗜𝗖𝗟𝗢 𝗩𝗜𝗧𝗔𝗟: 𝗖𝗟𝗔𝗩𝗘𝗦 𝗘𝗦𝗧𝗥𝗨𝗖𝗧𝗨𝗥𝗔𝗟𝗘𝗦
Los hombres se suicidan más que las mujeres (11.2 vs 2.6 por cada 100 mil habitantes), pero los intentos son más frecuentes en ellas. En América Latina, la relación hombre-mujer varía de 1.5:1 en Ecuador a 6:1 en Panamá. Los factores de riesgo cambian según la etapa de la vida: abuso infantil, acoso escolar, decepciones amorosas, crisis económicas, abandono en la vejez. El suicidio, entonces, no es un fenómeno homogéneo, sino una expresión de múltiples fracturas a lo largo del ciclo vital.
𝗢𝗕𝗦𝗧Á𝗖𝗨𝗟𝗢𝗦 𝗣𝗘𝗥𝗦𝗜𝗦𝗧𝗘𝗡𝗧𝗘𝗦: 𝗘𝗦𝗧𝗜𝗚𝗠𝗔, 𝗧𝗔𝗕Ú 𝗬 𝗗𝗔𝗧𝗢𝗦 𝗜𝗡𝗦𝗨𝗙𝗜𝗖𝗜𝗘𝗡𝗧𝗘𝗦
La estigmatización del suicidio y de los trastornos mentales impide que muchas personas busquen ayuda. En muchos países, el suicidio sigue siendo tabú, lo que dificulta su abordaje como problema de salud pública. Además, la calidad de los datos es limitada: solo 80 países cuentan con registros civiles adecuados, y en México, muchas muertes se clasifican como “dudosas”.
𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔𝗦 𝗜𝗡𝗦𝗧𝗜𝗧𝗨𝗖𝗜𝗢𝗡𝗔𝗟𝗘𝗦 𝗬 𝗖𝗢𝗠𝗨𝗡𝗜𝗧𝗔𝗥𝗜𝗔𝗦
México ha implementado programas como PRONAPS, la Línea de la Vida (800-911-2000), brigadas de primeros auxilios psicológicos en empresas y campañas como “Dale color a tu vida”. La OMS, por su parte, propone intervenciones basadas en evidencia: restringir el acceso a medios letales, educar a los medios de comunicación, fomentar habilidades socioemocionales en adolescentes y garantizar atención oportuna.
Sin embargo, estas medidas deben ir acompañadas de estrategias multisectoriales que involucren salud, educación, justicia, medios, comunidades y empresas. La prevención del suicidio no puede depender solo del sector salud: requiere una transformación cultural y política.
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El suicidio en América Latina y México es un síntoma de estructuras que no sostienen. Para revertir esta tendencia, es necesario cambiar la narrativa: dejar de ver el suicidio como un acto individual y comenzar a entenderlo como una expresión de sufrimiento social. La corresponsabilidad es clave: docentes, líderes comunitarios, medios, empresas, familias. Hablar de salud mental es hablar de dignidad, de vínculos, de justicia.
En este Día Mundial para la Prevención del Suicidio, el llamado es claro: transformar el dolor en acción, el silencio en palabra, la estadística en memoria. Porque cada vida cuenta. Y cada vida merece ser sostenida.
“𝘓𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘯𝘰 𝘴𝘦 𝘴𝘰𝘴𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘦𝘯 𝘴𝘰𝘭𝘦𝘥𝘢𝘥: 𝘯𝘦𝘤𝘦𝘴𝘪𝘵𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘶𝘯𝘪𝘥𝘢𝘥, 𝘥𝘪𝘨𝘯𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘺 𝘮𝘦𝘮𝘰𝘳𝘪𝘢”.
*𝗣𝗲𝗿𝗶𝗼𝗱𝗶𝘀𝘁𝗮,E-mail periodistaaaguilar@gmail.com
#𝘝𝘢𝘮𝘰𝘴𝘔𝘢𝘭𝘺𝘝𝘢𝘮𝘰𝘴𝘈𝘪𝘳𝘗𝘦𝘰𝘳.
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