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Fernando Hinterholzer Diestel

 El mes de noviembre que estรก a punto de terminar ha sido el mรกs difรญcil, desafiante y complicado para el gobierno de la presidenta Sheinbaum. Todo empezรณ desde las lluvias torrenciales en Veracruz y otras cuatro entidades, a finales de octubre, y despuรฉs el asesinato del alcalde de Uruapan. Desde ahรญ, todo ha sido caer al precipicio y “sin paracaรญdas”.  Lamentablemente, la falta de empatรญa y sensibilidad de Sheibaum y de su gobierno para darse cuenta de la realidad nacional, para intentar encajar con un sentimiento autรฉntico y legรญtimo en diferentes segmentos de la sociedad, ha generado un temprano distanciamiento con la sociedad en general. La mezcla de malos gobiernos, inseguridad, corrupciรณn e impunidad ha empezado a detonar el surgimiento de liderazgos ciudadanos que no provienen de la clase polรญtica tradicional y que buscan capitalizar el hartazgo social. Las protestas de la semana pasada, convocadas por jรณvenes, colectivos de vรญctimas, organizaciones anticorrupciรณn y sectores golpeados por la falta de apoyos gubernamentales, dan muestras un hartazgo acumulado. La crisis de gobernabilidad del gobierno federal en varias regiones, los bloqueos de transportistas, las quejas de empresarios por extorsiones y el repunte de la violencia en corredores clave del paรญs han puesto en evidencia que los gobiernos estatales no estรกn siendo capaces de contener ni atender los problemas de fondo. 
En algunos estados, los gobernadores no gobiernan; estรกn rebasados, y son los carteles criminales son los que lo hacen. El origen de lo que sucede es el quebranto de la capacidad institucional para detener el conflicto social, y todavรญa mรกs, que los problemas crecen resultado de la dificultad del gobierno para atender la demanda social. Asรญ, por ejemplo, el campo ha sido desatendido, se eliminaron muchas instituciones, programas y acciones del gobierno en beneficio de los productores. En el fondo lo que subyace es la polรญtica de gasto y su impacto en ciertos sectores que han llegado a una situaciรณn lรญmite. El aumento de la temperatura social por las confrontaciones de diversos sectores con el gobierno, ha comenzado a acabar con la idea de que la hegemonรญa sin fisuras de Morena abona a la gobernanza tras la รฉpoca de gobiernos divididos. Las protestas y bloqueos ponen en duda esa afirmaciรณn del discurso oficial y dejan entrever el riesgo de confundir el poder de una mayorรญa polรญtica con el control de gobernabilidad. El gobierno de Sheinbaum heredรณ “una tormenta perfecta” de agravios con diversos colectivos de vรญctimas, y otros mรกs, como los que afectan estructuralmente al campo y la movilidad por la carestรญa internacional de alimentos, e internos, derivados de la extorsiรณn e inseguridad. En ese contexto, lรญderes rurales con apoyo de transportistas hicieron la semana pasada, una demostraciรณn de fuerza con bloqueos en 22 estados por un cรบmulo de demandas desde apoyos al campo, seguridad en carreteras o rechazo a ley de agua que discute el Congreso. Las protestas, esta vez, alcanzaron alta visibilidad pรบblica, con un movimiento campesino sin precedente, al que se sumaron conflictos no resueltos con vรญctimas de delitos, protestas de jรณvenes y mujeres por violencia. Todos conjugados por el denominador comรบn del reclamo de justicia e impunidad, que Morena no ha podido resolver eficazmente desde que llegรณ hace siete aรฑos.
El gobierno tiene ahora el reto de reaprender actitudes y modificar discursos para transitar el conflicto con el recuerdo vivo de la interpelaciรณn directa que mandatarios anteriores recibieron con mucho menos poder que el actual. Tener todo el poder, sin contrapesos en polรญtica no es sinรณnimo de gobierno sin coacciรณn o de mantener la paz polรญtica a travรฉs del consenso. El fracaso del diรกlogo con los inconformes muestra a un gobierno morenista con severas fisuras internas y en el universo de amarres de acuerdos locales. El mayor problema no es la falta de equipo funcional y empรกtico, sino es algo mรกs complicado, de los lรญmites del ultra-presidencialismo en un paรญs grande y complejo que lo estรก desbordando. El ambiente de tensiones es terreno propicio para que la oposiciรณn, tanto interna como externa, construya un relato de debilidad estatal para responder a las demandas sociales o autolimitaciรณn para desactivar la confrontaciรณn, ya sea para ocupar espacios o recuperar capital polรญtico. Aunque azuzar con la ingobernabilidad es poco creรญble ante la inexistencia de una oposiciรณn capaz de recoger el malestar con peligrosas promesas demagรณgicas como denunciar en EU abusos policiacos en las marchas. El escenario de desorden social estรก lejos, aunque la protesta cobra factura en desgaste de la aprobaciรณn del gobierno en sondeos. Esas respuestas amenazan con escalar el conflicto y llevar la relaciรณn con organizaciones agrรญcolas y transportistas a punto de ebulliciรณn.
Lo que realmente puede proyectar una sensaciรณn de debilidad —y una creciente molestia social— no son las crรญticas de siempre, sino la incapacidad del gobierno para conciliar, negociar, escuchar y responder a los problemas que hoy sacuden al paรญs: los bloqueos de transportistas y campesinos, la inseguridad que se extiende y la corrupciรณn que envuelve casos como el de La Barredora y los polรญticos involucrados. Frente a ese escenario, Claudia Sheinbaum ha repetido: “Quieren debilitarme, pero no lo conseguirรกn”. Sin embargo, mรกs que los ataques externos, lo que mina la fortaleza de un gobierno es el aislamiento y la negaciรณn de sus propias crisis. 
El guion actual del gobierno conduce a un camino sin retorno para quienes estรกn en contra de las acciones de la 4T y exhibe su obcecada cerrazรณn que, al final, tendrรก costos, tambiรฉn para todos. No se pueden cerrar las vรกlvulas de una caldera sin esperar que mรกs temprano o mรกs tarde explote. Y hoy ese descontento estรก estallando desde todos lados, desde la Gen Z hasta la CNTE, desde los mรฉdicos hasta los enfermos y sus familias, desde los campesinos hasta los transportistas, desde los empresarios perseguidos hasta los ciudadanos extorsionados. Y, en medio, organizaciones criminales con un enorme poder de ejercer violencia y generar inseguridad, y un gobierno de Estados Unidos decidido a presionar hasta donde pueda para no perder su propia agenda. Todo mientras la economรญa no crece desde hace meses.
 ES CUANTO
๐˜ผ๐˜ฟ๐˜ฟ๐™€๐™‰๐˜ฟ๐™๐™ˆ:  Cada 25 de noviembre, Dรญa Internacional de la Eliminaciรณn de la Violencia contra las Mujeres, el gobierno en turno hace como trabaja en pro de las mujeres, y se llena “el hocico” con discursos feministas. Este aรฑo no fue la excepciรณn. La presidenta anunciรณ reformas a 17 leyes, endurecimiento de penas y un “plan integral” mรกs. Es la fรณrmula favorita del gobierno, cambiar leyes como si eso cambiara la realidad. En Mรฉxico no faltan leyes; falta Estado. Faltan fiscalรญas que investiguen, policรญas que protejan, ministerios pรบblicos que no humillen, instituciones que traten a las mujeres como personas y no como estorbos.

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