lunes, 25 de julio de 2011

COLUMNA


La Jaula de Dios
Jesús Pintor Alegre
La voz de Andrés Manuel López Obrador caló hondo en Tierra Caliente, en su discurso ante un pueblo que se quemaba con el sol, mientras los del presídium estaban con sombra abundante, y que recriminó a los coordinadores del evento el mismo Peje. Este sábado pasado dijo entre otras ocas, que era un verdadera vergüenza que diputados y ex diputados anden alhajados y con ropa de marca, mientras el pueblo se muere de hambre.
Independientemente si Andrés Manuel habla con sinceridad, es real el cuadro. Los perredistas de ahora, al haber saboreado el poder, se han olvidado de sus orígenes, es verdad que apenan y avergüenzan esos que antes se les llenaba la boca con la palabra «igualdad», y que pedían cooperación y comprensión al pueblo, pues argüían luchar a favor de él, pero que ahora ya han tocado los cuernos de la luna, es diferente.
Diputados y ex diputados por sólo decir de algunos perredistas, que en Chilpancingo van a La Mansión, restaurante donde cobran hasta la risa, o se les ve en el VIP‘s, en la cafetería o restaurante Liverpool, 100 por ciento natural o de perdida, en La Parroquia, allí donde pueden dejar desde los 20 hasta los 500 pesos de propina.
Perredistas con carros Hummer, Lobo, o la nueva Durango, y que en sus pies lucen los zapatos de moda de marcas caras como Derby Marquis, Richelieu Knight, o Monte Carlo. Los temas que los perredistas ahora esgrimen, son otros, hablan de carros como si se hablaran de los problemas del pueblo: un Bugatti Veyron, o un Ferrari-Enzo.
Aquel que presume de conocedor, expone sus argumentos para calificar al Porsche Carrera, como el mejor de los autos, y que uno de sus amigos, el regidor de Acapulco y esposo de Galilea Montijo, ya tiene un Mercedes McLaren y que le va a comprar su Maybach.
En sus muñecas lucen un reloj Rado, Rolex o un Nivada, pero que están ahorrando para comprar un Chopard 201, valuados en millones de dólares, o un Omega Skeleton, de más de 30 mil dólares. Una discusión ante un café americano que se nubla en sus tonos, con unos lentes Ray Ban o Paul Fredrick.
Camisas Versace, Pantalones Zara o Hermes, con botonaduras Paul Friedrick y cinturones Ax Armani Exchange, Epsilón, American Eagle, o Salvatore Ferragamo; del cuello pueden o no colgar cadenas de oro, platino u oro florentino, dependiendo de la región donde viva el «servidor público»… los perredistas claro que han cambiado, ahora no viven para el pueblo, viven del pueblo.
Diputados que se han divorciado de su esposa, esa que luchó con él para lograr arribar al poder, en cantidades hasta insufribles, que las corren de casa, que las abandonan y golpean para que puedan meter a su amante o nueva esposa, y que hasta utilizan el Facebook para presumirlo, o el twitter.
Ahora ya no ven la pobreza como un problema, la ven como un negocio; la angustia del pueblo ahora se llama diputación local o federal o hasta senaduría; la miseria se traduce como alcaldía o regiduría. Claro que los perredistas han cambiado, y sin hacerle segunda al Peje, han cambiado, pero para la vergüenza del pueblo que ha creído en ellos.
A los lados, deben de brincar como datos curiosos, esos priistas que no se han alejado de sus vicios, y que de volver al poder como ansían suceda este 2012, desbancarían al PAN a nivel nacional, y al PRD, en Guerrero, para que todo siguiera igual de podrido por los siglos de los siglos en esta torre de babel que se enreda en sus propias elipsis.

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