viernes, 31 de mayo de 2013

PRIMERA PLANA

Violencia convierte a
Apaxtla en fantasmal 



  Flor Miranda.APAXTLA DE CASTREJON, GRO.--Las calles parecen desiertas, sobre todo pasando las 6 de la tarde. Las puertas en su mayoría cerradas, al igual que las ventanas y la mayoría de negocios. De Apaxtla ya no queda prácticamente nada de lo que había hace un par de años, cuando también había violencia… pero no tan acentuada como en este momento.

Los pocos hombres que se miran caminar en las calles con sus huaraches de piel, guayaberas  y sombrero calentano; andan con desconfianza. Miran de un lado a otro sin detener su paso para platicar con sus  conocidos. Ese tradicional saludo en el que por lo menos invertían un cuarto de hora, ha quedado atrás. 
En aquel poblado, la principal fuente de ingresos es la ganadería, sin embargo, ahora muchos han tenido que abandonar sus reses. Y es que, a decir de los mismos habitantes, el salir al campo es  un riesgo latente. 
Por ello han optado trasladar a sus animales hasta sus propias casas en el área conocida como “calmil”, que no es más que un patio trasero, pero de extensa tierra. Ahí alimentan su ganado.
Los comercios parecen no tener vida, muchos han cerrado sus puertas de manera temporal y otras definitivamente; antes, la gente de varias comunidades pertenecientes al municipio de Apaxtla, acudían a la cabecera a surtir su despensa, comprar ropa, zapatos, medicinas, a hacer llamadas telefónicas o inclusive, los jóvenes a tomar una nieve con el tradicional pan en las típicas neverías del centro.
Por la mañana o en la tarde, las calles se vestían de diferentes colores con el andar de la gente, con la salida de los niños y los jóvenes de las escuelas; desde el jardín de niños hasta el bachillerato. 
Ahora no hay estudiantes en las calles, no hay campesinos ni amas de casa. Han optado por no salir de sus casas ante el temor de encontrarse en medio de una balacera y perder la vida. Temen a ser víctimas del fuego cruzado, según narran los pobladores.
En las comunidades hay primarias y jardines de niños, sin embargo la mayoría se concentran en Apaxtla donde hay 5 primarias, 6 jardines de niños, 2 secundarias, la preparatoria y el CBTA. 
A estas dos últimas escuelas tienen que acudir cientos de jóvenes que habitan en las comunidades aledañas, o, al menos así era antes de que el temor acechara a los habitantes que prefieren no viajar a su cabecera municipal. Por ende, prefieren perder las clases y dejar de comprar artículos indispensables para subsistir. 
Ante la inasistencia de los estudiantes, las escuelas de Apaxtla y de las comunidades han cerrado sus puertas desde el pasado lunes, mismas que se pueden observar con cadenas y candados.
En la capital del estado (Chilpancingo) se sabe otra cosa gracias a que las autoridades educativas han afirmado que las clases se han normalizado. Solo la gente de Apaxtla y sus preciosos pero marginados pueblos, saben que el gobierno miente, pues las clases no reinician pese a la presencia militar y policial que, hoy, apenas y se percibe en el pueblo.   
Hace años por las tardes, en el zócalo se concentraban decenas de personas. A algunos niños los llevaban a jugar en el quiosco; las personas mayores acudían a misa, otros se sentaban en las bancas a platicar. 
Era el punto de reunión de las jóvenes parejas y los comercios ubicados a los alrededores recibían a quienes los visitaban de otras comunidades. Ahora la situación parece cambiar radicalmente, sin que el gobierno pueda controlarlo según denuncia la gente temerosa.
El alcalde Efraín Peña Damacio parece preocupado, pero no se le nota el temor que presentan las mujeres y ancianos del pueblo. 
Sin embargo, el Ayuntamiento también recibe constantes golpes. Los ingresos propios del erario se han desplomado. El primer edil denuncia ante esta reportera que la gente es constantemente extorsionada por los grupos criminales. Decenas de familias decidieron huir desde hace dos semanas y no han regresado. 
Esto ha provocado que el Ayuntamiento perciba apenas el 30 por ciento de lo que recibía antes con el pago impuestos y servicios. Es decir, los ingresos propios cayeron hasta en un 70 por ciento. 
El presidente municipal no sabe si renunciar o seguir en el cargo frente a todas las tempestades que han llegado, pero ha dicho que “quiere seguir viviendo”, y pide que no se le pregunte mucho sobre los grupos criminales que operan en el territorio que gobierna.
EL PEREGRINAR DE FAMILIAS 
Apaxtla es un pueblo incrustado en la zona Norte de Guerrero y siempre ha presentado problemas de emigración, pero había sido con rumbo a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades de vida para las familias. Antes, los hombres emigraban dejando en casa a su mujer e hijos. 
Ahora los hombres, mujeres y niños salen de sus casas con pocas pertenencias, solo lo indispensable; solo lo que cabe en una maleta o inclusive en una bolsa de plástico.  
Los menores dejaron sus juguetes en casa, las mujeres sus trastes, ropa y demás utensilios; mientras que los hombres su ganado y siembra. Sus parcelas y casas quedaron en completo abandono,  mientras ellos salen de su municipio buscando salvar sus vidas…ya no salen en busca de una mejor vida; salen únicamente para tener derecho a vivir.   
En esta situación se encuentran decenas de familias, emigran con rumbos diferentes, muchas incluso sin saber a donde ir, solo salen de sus casas, con las pocas pertenencias que pueden llevar encima y dejando atrás todo por lo que han trabajado durante toda su vida, y un sinfín de recuerdos que guardan desde su niñez.
Este es el caso de don Gervasio, quien prefiere omitir sus apellidos por temor, pero advierte que en todo el pueblo se conoce.  El abandonó su natal Apaxtla en donde había vivido desde que nació. Lo tuvo que hacer por la violencia, pues según dice: “las balas traspasan hasta los tabiques”. Dejó en Apaxtla 70 años de vida. 
A bordo de una camioneta de andar lento por el uso de los años; don Gervasio deja todo lo logrado en Apaxtla. Se quedan sus más de 30 cabezas de ganado, casa, hectáreas de terreno y amigos. Con él solo lleva un par de mudas de ropa y una cartera con 250 pesos, su sombrero que casi nunca se quita y su guayabera.
A don Gervasio lo que más le duele es dejar sus vacas que hoy  lucen flacas… ¿Quién me las va a cuidar? ¿Quién les va a dar de comer?... ¡Se van a morir de hambre!; cuestiona y se responde a la vez.
“Me voy para que no le pase nada a mi familia. Si fuera solo por mi, me quedaría con mis vacas”; alega cuando ya va sobre una carretera y con su rumbo desconocido. Aclara que nunca hizo nada malo pero que hasta a los “inocentes” están matando.
Con la mirada triste y voz entre cortada; relató que prefiere salirse a que algo le pase a su familia. Viaja con sus hijos, su esposa, sus nueras y nietos. En otra parte del estado no tiene propiedad alguna, por lo que no sabe que rumbo tomar…(API). 

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