lunes, 4 de noviembre de 2019

ARTÍCULO

La nueva política
Apolinar Castrejón Marino
Este martes 29 de octubre, en la Ciudad de Chilpancingo, el escritor César Guzmán Bernal presentó su libro NUEVA POLÍTICA: Reflexiones de la obra de José Francisco Ruiz Massieu.
La fauna política priísta que acudió a este semi homenaje, se mostró  satisfecha y orgullosa  de recordar, a su correligionario más destacado. Se esperaba la presencia de sus familiares que le sobreviven, pero eso no ocurrió.
A propósito del suceso, los presentadores de noticias en la radio se dieron vuelo recordando su “extraordinaria” trayectoria política, y recordando sus frases “célebres”. Las abundantes menciones de los “comunicadores” fueron de gran admiración, casi de un mesías.
Pero nos llamó la atención, que el resto de los ciudadanos, no se dieran por enterados, y los que supieron parecían no darle ninguna importancia. Y procedimos, como en oros casos, a preguntar nuest
ros compatriotas, qué sabían de José Francisco: Qué había hecho para significar la función de los políticos, qué había hecho para fortalecer a su partido, y como había beneficiado al Estado de Guerrero cuando fue gobernador.
Los mexicanos en general recuerdan que fue uno de los políticos priistas asesinados en circunstancias por demás escandalosas, y que su muerte nunca ha sido esclarecida, por estar involucrados los nombres de personajes de las más altas esferas.
Así es. El 28 de septiembre de 1994, fue ejecutado en la Ciudad de México, seis meses y cinco días después del asesinato de otro político priista, Luis Donaldo Colosio.
Consultamos las fuentes asequibles de testigos del asesinato, como las declaraciones que hizo al periódico Excelsior el diputado federal Heriberto Galindo Quiñones, quien el día de los hechos iba en el asiento del copiloto del lujoso automóvil de José Francisco.
Don Heriberto mencionó que José Francisco tenía chofer de planta, pagado por su partido, pero que no le gustaba que otra persona manejara su coche deportivo Buick Century color plata. Eso los sabíamos todos, y seguramente el asesino.
Días antes, el 21 de agosto se habían realizado las elecciones federales donde Ernesto Zedillo, ganó la Presidencia. Y sin perder tiempo, José Francisco hizo los arreglos para ser diputado plurinominal de la LVI Legislatura, y líder de la bancada priísta, y “con el tiempo y un ganchito”, presidente del Congreso. Aquí se cumplió puntualmente el aforismo que dice: Primero muerto que democrático ¿No?
Según su costumbre, de inmediato empezó a mandar y despachar. El 27 de septiembre, 2 horas y media antes de su asesinato, se reunió con los coordinadores de las diputaciones, en el University Club de Paseo de la Reforma para establecer sus condiciones.
Después de comer, todos los diputados empezaron a caminar siguiendo a J. F. hacia el Monumento a la Revolución. Generosamente,  dijo que les daría 3 minutos a cada uno de 32 los coordinadores estatales priístas.
A bordo de su automóvil, permitía subir a los diputados -solo uno a la vez-y daba una vuelta al Monumento a la Revolución, para tratar asuntos y establecer compromisos, de manera completamente privada. Dio 32 vueltas durante dos horas y media.
Al final del carrusel que les dio a los diputados, José Francisco llamó a Heriberto Galindo Quiñones, y a Roberto Ortega Lomelí. Para que lo acompañaran al IFE, donde “platicaría” con el presidente de ese organismo, encargado de las elecciones.
Ambos diputados coinciden que su ejecución fue ordenada por alguien muy poderoso, pero que la crueldad de su muerte fue casual. Recibió una sola bala, pero por ser expansiva, le reventó las entrañas. Los segundos que tardó en morir fueron espantosos: gran hemorragia interna y borbotones hacia afuera.
Los demás diputados que llegaron corriendo al escuchar el disparo, también coinciden que ese hombrecito de apenas un metro con 55 centímetros, acostumbrado a imponer su voluntad, a decidir la dirección del gobierno, y el destino de la clase política, fue parado en seco por una bala. Toda su sabiduría, su inteligencia, y su capacidad oratoria, resultaron inútiles ante una bolita de fuego de 9 milímetros. Con los ojos saltones bien abiertos, miró como la muerte borraba en 5 segundos, sus desproporcionadas ambiciones personales y familiares.
Como tampoco sabemos de religión, acudimos a las sagradas escrituras en donde nos llamaron la atención estos Proverbios 30:7-10. Dichos de Agur hijo de Jaqué.
“Hay quienes se creen muy puros,
 pero no se han purificado de su impureza.
Y hay quienes se creen muy importantes,
y a todos miran con desdén.
Hay quienes tienen espadas por dientes
y cuchillos por mandíbulas;
para devorar a los pobres de la tierra
y a los menesterosos de este mundo”.
Y por último, la necesaria cita de José Zorrilla:
“Los muertos que vos matais, gozan de cabal salud”.

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