viernes, 24 de enero de 2014

COLUMNA

Entre la verdad y la ficción

Jorge Luis Falcón Arévalo


 HOY EL MAESTRO, NO SE ACTUALIZA. POR LO TANTO  ¿ES ANALFABETO?
 “Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”. -Benjamin Franklin-
 El rendimiento académico del educando es carente de la proclividad a la investigación. Inmaduro en sus conceptos de discurso y de análisis; pues es de notar que muchos maestros filtran, venden, negocian y catafixian por otro tipo de favores, calificaciones, exámenes y tareas. Es escasa la preocupación por la calidad, eficiencia, productividad y competitividad, educativa. Pues mientras el discurso indica y expone un abanico de bondadosas viabilidades de la cultura académica; la realidad nos estrella en pleno rostro la verdad existente no tan solo en las aulas, sino en las calles, donde el magisterio, expone…sus miserias morales y educativas: obstruyendo vialidades y destruyendo casas y edificios. Convertido en momentos en un "artista de lo abstracto”.

La calidad del estudiante es proporcionalmente ligada a la calidad del maestro. La enorme cantidad de maestros y maestras, se "instruyen o educan" por medio de las televisoras y, en el peor de los casos, cuando no es López Dóriga es Javier Alatorre sus "dignos" referenciales o puntos de vista, para apreciar el acontecer social mundial.
El termino de maestro debe ser el de facilitador; desde allí nuevas concepciones del entender la academia como un paso importante para la investigación, desarrollo y calidad de vida. Un maestro que no proporciona las herramientas necesarias para un mejor educando, se está arando en campos infértiles. En un erial humano.
Conozco profesores que siguen enseñando la misma versión  de cualquier materia y de una aplicación informática desde hace años, ya que significaría hacer programaciones nuevas y esta persona está utilizando los mismos controles. Algunos estudiantes necesitan un poco de ayuda extra y otros no.
Sin embargo no debemos olvidar los dineros, el presupuesto no tan solo al pago de maestros, sino a la propia educación en todos sus niveles. Los recursos públicos destinados a la educación superior han bajado sistemáticamente desde el inicio de los años 80, en parte por la crisis económica que afectó a nuestro país y en parte debido a la competencia por recursos con otros segmentos del sistema educacional y de la sociedad como un todo.
Desde hace más de 20 años que desaparecieron materias educativas tan importantes como pedagogía y ética, así como filosofía, el aprendizaje ha perdido métodos; y, sin ellos, no hay un pleno conocimiento. Menos sentido común, ya no hablar de criterios.  Autores como Erasmo de Rotterdam ya afirmaba con respecto a la  educación, que “el conocimiento de las cosas es más importante al de las palabras”, empero, es anterior en el  tiempo, Francoise Rabelais, por su parte sostenía que “la ciencia sin conciencia no es más que ruina  del alma”, Michel Eyquem señor de Montaigne, llegó a afirmar que “hay que educar el juicio del alumno  más que llenar su cabeza de palabras”. Mengua el aprender, el entender y el saber.
La función del educador será descubrir las necesidades o el interés de sus alumnos y los objetos que son capaces de satisfacerlos. Son traductores de los textos, explican lo que allí se dice; no lo que ellos piensan o desean que piensen los educandos. Esto ha sido un grave error. Saber explicar, las tesis y teorías. Cada quien habrá de asistirlo y asimilarlo en su concepción más pura.
Escasos son los maestros que llevan a sus alumnos a crear grupos de estudiantes de excelencia. Y, ello agregar, porque el estudiante lleva en su genética, un  grado más de entendimiento.
Urgen nuevo magisterio, nueva cultura del enseñar, nuevas herramientas diogitales en las aulas y el campo de investigación reforzarlo con laboratorios y recursos económicos; no hacerlo, estamos en el mismo pantano de hace 30 años. 

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