martes, 11 de septiembre de 2012

COLUMNA

Cosmos


Héctor Contreras Organista


Por los Caminos del Sur, vámonos para Guerrero:
«El céfiro en la colina y alegría en los manantiales… «
(Letra de Manuel M. Reynoso, Música de José Agustín Ramírez)


Si usted, amable y respetable lector conoce la canción «Por los Caminos del Sur» seguramente ha observado el error que cometen algunos cantantes al interpretarla. Ellos dicen: «De céfiro es la colina»…
Claro que es un error porque el propio maestro José Agustín Ramírez aclaraba que «no hay colinas de céfiro»; lo que el poeta autor de la letra de esa canción, el talentoso calentano Manuel M. Reynoso escribió fue: «El céfiro en la colina»… y no «de céfiro es la colina».
Viene a cuento el comentario porque de las canciones más bellas que se han hecho para dibujar, describir y dar a conocer al estado de Guerrero son las que compuso el maestro José Agustín Ramírez Altamirano quien el día de mañana miércoles 12 de septiembre de 2012 sumará 55 años de que se fue de este mundo pues murió en la ciudad de México el 12 de septiembre de 1957.
Quizá el mejor homenaje que se le hizo (desgraciadamente, ya muerto) fue precisamente cuando la fecha señalada falleció en la ciudad de México y sus restos mortales fueron trasladados a Guerrero, habiendo recibido enorme homenaje a su paso en Taxco, Iguala, Chilpancingo y finalizando el homenaje mayor en Acapulco.
En aquel entonces se hicieron canciones, poemas, reportajes y artículos de despedida al compositor más grande, más inspirado y que de mejor forma le ha cantado a Guerrero, amén de su hermosa producción musical, única, bellísima, incomparable: «Acapulqueña linda, acapulqueña, playera esbelta, cálida y sensual… en tu mirada ardiente y soñadora hay un reflejo de tu inmenso mar… Quisiera ser la brisa acariciante que llegara tus sienes a besar y en tus rizadas crenchas de azabache un rayo de la luna contemplar».
Muchas anécdotas, muchos artículos, muchos detalles bordaron el último adiós a don José Agustín Ramírez quien ha sido, es y será el compositor más querido por el pueblo que siempre lo recuerda cantando sus muchas canciones bonitas.
Nuestro máximo exponente de la palabra alada, el tribuno insigne don Juan Pablo Leyva y Córdoba tuvo en ese 13 de septiembre de 1957 en el Palacio Municipal de Acapulco y ante el ataúd de José Agustín Ramírez la oportunidad de pronunciar la Oración Fúnebre, y entre otras cosas de lo que bien dijo se recuerda lo siguiente:
«Ya decía Miguel Hernández, que los poetas son vientos del pueblo; nacen para pasar a través de sus poros y para elevarlos a las cumbres más hermosas. Y un compositor y cancionero, es también un poeta que aparte de la palabra, tiene la bendición de la armonía. Por eso el pueblo se reconoce en ellos y es así como ahora ha acompañado, desde la capital de la república hasta este lugar, el cuerpo exánime de Agustín Ramírez y le ha brindado, a lo largo de peregrinación tan dolorosa, el homenaje de su admiración y el tributo sempiterno de su agradecimiento.
¿Qué hizo Agustín Ramírez que no fuera cantar? Cantar su felicidad o su infortunio; recoger las pasiones sueltas de sus paisanos y enarbolarlas en una melodía viril y dulce, como la tuba que nace en el centro superior de las palmeras, al recoger de las ramas agresivas, el temblor de la luz del sol y la violencia contenida del mar.
Es cierto, José Agustín se parece a su tierra y en ella quedará fundido para siempre. Surgió de una zona exuberante, de naturaleza potente y húmeda, criado por vegetaciones que tomarán vigor en el lodo sexual del trópico. ¿Qué otra cosa si no, es «Acapulqueña», «Caleta», «Ometepec», «Atoyac» o «La Sanmarqueña»? Son exaltaciones del medio fecundo que lo forjó y que le dio en belleza deslumbrante, la clave del canto».
El admirado poeta y maestro don Wilfrido Fierro Armenta escribió el más sentido poema a José Agustín Ramírez que convirtió en Corrido y que interpretaron Fernando Rosas y El Dueto Caleta:
Se murió Agustín Ramírez
nuestro gran compositor
que le cantara a Guerrero
con todo su corazón.
En México fue el deceso,
la noticia así llegó,
un día 12 de septiembre
El Creador se lo llevó.
Fue trasladado a Guerrero,
a quien en vida adoró,
por cuenta de Caballero
el actual gobernador.
Taxco, Iguala y Chilpancingo
lo velaron con honor,
y en el puerto de Acapulco
fue el homenaje mayor.
Lopétegui, el Presidente
del programa se encargó,
y en el hache ayuntamiento
la capilla se instaló.
Portes Gil y Tata nacho
y el señor gobernador,
Antonio Rosas Abarca
Hicieron guardia al cantor.
Agustín ya está en el cielo
donde cantará al Creador,
Cortazar y Barcelata
Formarán la misma voz.
Adiós Agustín Ramírez,
tu lema fue la canción,
en tus movidas chilenas
tu recuerdo nos quedó.
Ahí está «La Sanmarqueña»,
«Caleta», «El Toro Rabón»
y también la «Acapulqueña»
tu más grande inspiración.
 
Juan Pablo Leyva y Córdoba en su alocución de hace 55 años dijo que «la muerte de José Agustín Ramírez está tan viva que no podemos enterrarla». Concluyó su alocución citando frases de Darío, el gran domesticador de palabras: «¡Las campanas de la basílica lírica, están tocando vacante! ¡Descasa ya y sin la sangre de la vida, esta portentosa cabeza , esta testa coronada –coronada de los más verdes laureles- y cuyos rasgos exigen el relieve de la medalla y la consagración olímpica del mármol!».

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